
En esta edición, presentamos a Daniel Olivares, un líder político, abogado, comunicador y estratega peruano que ha encontrado en el océano una nueva causa para su urgencia transformadora. Desde Washington D.C., como vicepresidente senior en Oceana, impulsa políticas públicas y apoya estrategias en Perú, México y Belice para garantizar que el mar siga siendo una fuente de vida, alimento, empleo, y equilibrio para las generaciones futuras.
De la política a la acción oceánica
“Me encantaría decir que siempre me movió el medio ambiente, pero en realidad, lo que siempre me ha movido es que las cosas se hagan”, comparte Daniel. Abogado de formación y estratega de vocación, que ha transitado entre la comunicación, la gestión pública y ser un representante en el Congreso del Perú. Pero fue tras dejar la política que el océano lo encontró, y con él, un propósito claro: transformar la relación entre los países y el mar en una alianza sostenible y duradera.
No se trata de ideas abstractas, sino de resultados tangibles. “Oceana me ofreció hacer cosas, no quedarme evaluando o pensando. Me propusieron trabajar para que el mar sea una fuente de empleo y alimentación sostenible, que dure para siempre. Uno de sus lemas principales es “save the oceans, feed the world”. Ahí supe que este era mi siguiente paso.”

Para Daniel, entender la crisis alimentaria es imposible sin mirar al mar. “Con buen manejo pesquero, el océano tiene el potencial de alimentar a mil millones de personas, una comida al día, llena de nutrientes tremendamente saludables. En un planeta que sigue creciendo en población y que tiene que alimentarla, el Océano es nuestra última gran despensa. Si no la cuidamos, lo perdemos todo.” comparte Daniel.
Con un enfoque estratégico, Daniel explica cómo más del 75% de las capturas pesqueras del planeta se concentran en solo 25 países, y cómo gran parte de esta pesca ocurre dentro de las zonas económicas exclusivas de cada nación. Su conclusión es clara: los cambios no vendrán de foros multilaterales, sino de decisiones nacionales bien diseñadas. Y ahí es donde Oceana interviene.
“Trabajamos con tomadores de decisiones, con congresistas, ministros, presidentes. Queremos que entiendan que frente a sus costas tienen la solución para alimentar a su población de forma sostenible y que actúen para proteger esa riqueza”. Pero al mismo tiempo, trabajamos con las comunidades de pescadores artesanales para ayudarles a proteger y reforzar sus medios de subsistencia, aumentar el acceso local a la pesca y apoyar su voz en las decisiones políticas a escala nacional.
En su enfoque no hay espacio para la improvisación. “En Oceana no podemos hacer afirmaciones sin ciencia que la soporte. Opiniones hay muchas, pero la política pública debe partir de datos duros: científicos, sociales, humanos.”
En Oceana, este rigor se convierte en impacto. Desde cómo las especies migran por el cambio climático hasta cómo los pescadores costeros ven desaparecer sus pescas y tienen que cambiar de espacios también. La ciencia permite entender que estamos frente a un problema que afecta también la migración humana, la seguridad alimentaria y la estabilidad geopolítica.
Además Daniel cree en el impacto sostenible de la economía azul. “El turismo puede destruir corales o protegerlos. La pesca puede extinguir especies o regenerarlas. Todo depende de cómo se diseñan las reglas y de cómo se implementen desde cada país”.
Frente a las falsas soluciones y al “blue-washing” de gobiernos que buscan titulares rápidos, Olivares propone una pregunta clave: ¿Esto que estás haciendo ayudará a que los recursos duren para siempre? Si la respuesta es no, entonces no es una solución.
Su llamado a la acción es simple, pero poderoso:“Siempre, en todo lo que hagas, pregúntate para qué lo estás haciendo y cuál es el siguiente paso concreto. Si no hay siguiente paso, no hay impacto.”
Daniel Olivares es, sin duda, un catalizador del futuro: directo, estratégico y profundamente comprometido con transformar urgencia en resultados. Su legado no es solo lo que hizo, sino lo que ayudó a hacer posible, para que el mar siga siendo fuente de vida por siempre.
