
La educación es una herramienta que transforma la vida de las personas y el docente es un agente de cambio clave para educar para la justicia social. En este sentido, es importante generar espacios para reflexionar en qué medida la ciudadanía es sensible frente a los prejuicios sociales y estructuras respecto a la desigualdad de género. En los últimos días, hemos leído y escuchado diversas opiniones de mujeres dedicadas a las ciencias levantar su voz ante un comentario machista y prejuicio respecto a que las mujeres no tienen condición biológica para ser científicas.
Como educadores debemos manifestar que estas expresiones retrógradas perpetúan las barreras que obstaculizan el acceso de las mujeres a ciertos campos, especialmente en áreas como la ciencia y la tecnología. Reafirma estereotipos aprendidos en el entorno familiar y la escuela como que las mujeres son emocionalmente débiles, que su lugar está en el hogar, que no son líderes naturales, que son irracionales. De ninguna manera, como personas que tenemos el derecho de ejercer nuestra ciudadanía plena debemos justificar los estereotipos de género porque atentan contra los derechos humanos especialmente de las mujeres a quiénes se perjudica y limita sus oportunidades de desarrollo desde temprana edad y en especial a las poblaciones vulnerables, contribuyendo a que persista la desigualdad de género.
Al respecto, el estudio de Brechas de Genero en el Perú (INEI, 2023), reportó que el índice de desigualdad de género es de 0,323 lo cual significa que, aunque se han logrado avances hacia la igualdad, todavía existen brechas significativas que reflejan desigualdades en el acceso a la educación, las mujeres en zonas rurales enfrentan mayores desafíos para completar su educación secundaria o acceder a la educación superior en comparación con los hombres, diferencias salariales, los hombres ganan en promedio 36% más que las mujeres; participación política limitada de las mujeres y disparidades en el acceso a servicios de salud en zonas rurales y nativas.
Uno de los enfoques transversales del Currículo Nacional de la Educación Básica (2016) es el enfoque de igualdad de género donde se señala que todas las personas, independientemente de su identidad de género hombre o mujer, tienen el mismo potencial para aprender y desarrollarse plenamente y contribuir al avance social, político, económico de nuestro país. En este sentido, es importante preguntarnos en qué medida este enfoque ha sido incorporado en la práctica docente. Al respecto, Magrith Mena (2017) analizó los materiales educativos para los niveles de inicial, primaria y secundaria e identifica que incluyen competencias y estándares que abordan la equidad y el respeto, destaca avances en la inclusión de personajes femeninos en roles no tradicionales. El estudio propone ajustes en los materiales curriculares para fortalecer la representación y el tratamiento de temas de género, asegurando que sean consistentes y alineados con los objetivos educativos.
En este sentido, la igualdad de género en las políticas y prácticas de la formación docente es importante para promover una cultura institucional con perspectiva de género que transforme la práctica pedagógica. Los educadores tienen la responsabilidad de crear ambientes de aprendizaje inclusivos donde los estudiantes puedan desarrollar plenamente sus capacidades sin limitaciones basadas en estereotipos de género. Solo a través de una educación transformadora podremos construir una sociedad más justa e igualitaria para todas las personas.
Finalmente, comprender que el enfoque de género no solo permite visibilizar y representar diversas realidades, sino que principalmente educa y transforma las mentalidades machistas que lamentablemente persisten en nuestra sociedad. Nos encontramos en un momento oportuno para impulsar una verdadera transformación cultural educativa que sea genuinamente inclusiva y no deje a nadie atrás: por la ciencia, la educación y el pleno desarrollo de las mujeres y niñas en todos los ámbitos de la sociedad.
