
Lima vive sumida en una congestión crónica que empeora año tras año. Según la Asociación Automotriz del Perú, el crecimiento del parque automotor con 151,062 vehículos nuevos cada año, la falta de planificación urbana, las calles cerradas por tranqueras y vallas, el desorden del transporte de carga y la informalidad de miles de taxis han convertido el tránsito limeño en una fuente constante de ineficiencia, contaminación y pérdida de calidad de vida. ¿Qué factores estructurales están detrás de este caos?
Un parque automotor que supera la capacidad de la ciudad
Actualmente, Lima alberga más de 1.7 millones de vehículos registrados, de acuerdo con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones. Sin embargo, la infraestructura vial muestra un claro deterioro y una débil articulación. En paralelo, el desarrollo de urbanizaciones cerradas ha interrumpido la lógica natural de conectividad de la ciudad. Decenas de calles han sido clausuradas mediante vallas, tranqueras y rejas, instaladas sin criterios de movilidad urbana, limitando el flujo de vehículos y generando cuellos de botella, obligando a desvíos que saturan las avenidas aledañas.

El desorden de la oferta de transporte y su impacto diario
El transporte público y privado en Lima conviven en un estado de desorden permanente. La ciudad cuenta con aproximadamente 200.000 taxis, y solo una minoría está formalmente autorizada por la Autoridad de Transporte Urbano.
La informalidad, lejos de ser anecdótica, es estructural: gran parte de la población depende de estos servicios debido a la falta de un sistema de transporte colectivo seguro, eficiente y masivo, a pesar de esfuerzos como el Metropolitano o la Línea 1 del Metro. Esto lleva a miles de ciudadanos a opciones informales y usar vehículos privados, agudizando la congestión. A ello se suma el deterioro de las pistas llenas de baches, señalización inadecuada e infraestructura que no ha sido modernizada. El resultado es un círculo vicioso de congestión, inseguridad vial y tiempos de desplazamiento desproporcionados.

Transporte de carga, caos las 24 horas
Uno de los grandes problemas invisibles para muchos limeños es la circulación irrestricta de vehículos de carga pesada. Mientras en ciudades como Santiago, Buenos Aires o Bogotá el tránsito de camiones de gran tonelaje y la distribución de mercancías se regula estrictamente para realizarse en horarios nocturnos o de baja demanda; en Lima el reparto y abastecimiento se realiza a cualquier hora del día. Camiones de carga pesada, repartidores y vehículos de abastecimiento comparten las mismas vías y las mismas horas pico que el resto de vehículos privados y de uso público, colapsando aún más las principales arterias de la ciudad.
Esta situación podría resolverse fácilmente aplicando restricciones horarias y mejorando la logística urbana, pero hasta hoy no se implementa una política efectiva en este sentido.

Obras y mantenimiento en horas inadecuadas
En ciudades que priorizan la eficiencia urbana, estas intervenciones se realizan en horario nocturno, minimizando su impacto. Sin embargo, en Lima, las intervenciones diurnas son la norma, generando malestar y pérdidas económicas para conductores y comerciantes. Como advierte el Banco Mundial (2018): “el mantenimiento vial debe planificarse en horas de menor flujo vehicular para maximizar la eficiencia y reducir el costo social”, pero Lima parece ignorar esta regla básica.

En ese sentido, es importante revisar como se han abordado estos temas de transporte de carga y mantenimiento de vías públicas en otras ciudades de América Latina:

Como hemos analizado, en Lima las soluciones no son imposibles: restringir carga pesada en horas punta, fomentar transporte nocturno de mercancías, fortalecer el transporte público formal, ordenar el parque de taxis, reabrir calles innecesariamente cerradas y profesionalizar el mantenimiento de calles son medidas aplicadas exitosamente en varias partes del mundo. Mientras estas reformas no se implementen, Lima continuará atrapada en su propio tráfico, sacrificando la competitividad económica, la sostenibilidad urbana y la calidad de vida.
