En el escudo nacional del Perú figura un árbol que representa el reino vegetal y la riqueza natural del país: la quina. Este árbol apareció por primera vez en la moneda Libertad Parada, una pieza acuñada en 1825.
El árbol se encuentra junto a la vicuña y la cornucopia, que derrama monedas como símbolo de la abundancia de recursos. La riqueza del Perú no solo se refiere a la diversidad de especies, sino que también refleja las propiedades medicinales de sus plantas.
Un ejemplo de ello es el árbol de la quina, cuya corteza ha sido utilizada desde 1638 para curar la malaria, sanando a pobladores, reyes y militares desde el siglo XVII hasta el siglo XX.

Después de descubrir los beneficios terapéuticos de esta planta, se llevaron a cabo varias expediciones científicas en el Perú y Sudamérica para investigar su presencia y tratar de introducirla en otros continentes.
Antonio Brack Egg, científico y escritor peruano, llevó a cabo una investigación sobre el árbol de la quina, cuyos hallazgos plasmó en su libro titulado ‘La corteza peruana que salvó millones de vidas. Breve historia de la quina y la quinina’.
“Se trata de una enfermedad muy antigua, para la cual no se había descubierto una cura en occidente hasta 1638. Fue a partir de ese año cuando se inició la lucha contra la malaria; primero, gracias al aporte de los conocimientos indígenas, según los cuales se sabía que la corteza del árbol de la quina era capaz de curar las fiebres; y luego, con el descubrimiento del alcaloide quinina, que dio origen a diversos derivados farmacéuticos”, escribió.
Inicialmente, se utilizaba la infusión de la corteza de la cascarilla, pero fue en 1820 cuando se logró extraer la quinina, el principio activo contra la malaria, y comenzar a emplearla de manera estandarizada. Hasta la década de 1930, la quinina fue el único tratamiento disponible para combatir la malaria.

“Era la única cura que existía contra la malaria o paludismo en el mundo. En aquel tiempo no se conocía otro remedio contra esta enfermedad tan terrible. (...) Fue la mayor contribución que hizo nuestro país a la medicina mundial, porque durante más de tres siglos permitió curar la malaria”, indicó el científico peruano.
Ahora bien, ¿quiénes fueron los personajes históricos que se beneficiaron de esta planta medicinal? La respuesta se encuentra en el libro ‘La corteza peruana que salvó millones de vidas: Breve historia de la quina y la quinina’. En sus páginas se puede apreciar cómo la corteza de la quina fue utilizada tanto en el Perú como en el extranjero.
La corteza de la quina curó a varios personajes históricos de malaria
La esposa del virrey, un gobernador, un rey, entre otros, fueron curados de la malaria gracias al árbol de la quina, o más específicamente, a su corteza. Antonio Brack Egg documenta este hecho en su libro ‘La corteza peruana que salvó millones de vidas. Breve historia de la quina y la quinina’.
“En 1638, Ana de Osorio, esposa del entonces virrey del Perú, Luis Jerónimo Fernández Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chinchón, había enfermado de malaria y se encontraba al borde de la muerte. Por esos días, el virrey recibió un paquete que le había enviado el gobernador de Loja, don Juan López de Cañizares. Dicho paquete contenía cortezas de quina (...)”, se lee.

El paquete venía acompañado de una carta, en la que se podía leer lo siguiente: “(...) Y si Dios quiere, esto curará a vuestra condesa de la mortal enfermedad que padece. Años atrás me libró de una fiebre como esa”.
Tras leer la misiva, el virrey no creyó en la eficacia de la corteza. Sin embargo, cambió de opinión en pocos días. Antes de que su esposa tomara el remedio preparado con corteza de quina, este fue administrado a los enfermos de tercianas, quienes, en pocos días, se recuperaron de las calenturas. Después de esto, la esposa también lo probó y, en poco tiempo, se liberó de las calenturas y recuperó su salud.
Es preciso señalar que los enfermos de tercianas hace referencia a personas que padecen de una enfermedad llamada terciana o fiebre terciana. Esta es una forma de malaria que se caracteriza por ataques de fiebre que ocurren cada tres días.

En otro fragmento del libro se menciona el nombre de un rey que fue curado de la malaria gracias a un remedio preparado con corteza de quina.
“En 1668, el asistente de botica inglés Robert Talbor preparó un remedio contra la malaria que tenía aspecto de vino y cuya fórmula mantuvo en secreto. Abrió en Londres una oficina especializada en la curación de fiebres e hizo muy buenos negocios. Curó de la malaria a varios nobles, entre ellos al propio rey Carlos II de Inglaterra, por lo que fue nombrado caballero y médico oficial de la corte”, escribió el investigador Brack Egg.
El remedio que tomó el rey Carlos II se componía de seis dracmas de hojas de rosa en infusión, dos onzas de jugo de limón y corteza de quina.
Durante los siglos XVII y XVIII, se utilizaba la corteza de la quina sin respaldo científico; sin embargo, lograba mejorar la salud de quienes padecían malaria. No fue sino hasta 1820 que se descubrió el principio activo de la corteza, el cual resultó ser efectivo contra la enfermedad.

“El hallazgo, finalmente, correspondió a los químicos franceses Pierre-Joseph Pelletier (1788-1842) y Joseph-Bienaimé Caventou (1795-1877), que en 1820 descubrieron la quinina, el alcaloide de la corteza de la chinchona amarilla, y demostraron que era el principio activo efectivo contra la malaria. En seguida se comenzó a usar en Argelia y en muchos otros lugares atacados por la enfermedad. Ambos hombres de ciencia tienen un monumento en París que conmemora su proeza científica”, señaló el científico.
Es menester señalar que el médico británico Ronald Ross (1857-1932) fue el primero en demostrar que el mosquito era el agente vector de la malaria. Para probarlo, utilizó la malaria aviar como modelo, se inyectó a sí mismo la enfermedad y comprobó que la quinina podía curarla.
Durante el siglo XX, se desarrollaron varios fármacos antimaláricos, entre los cuales figuran los alcaloides derivados de la quina, como la quinina, y las 9-aminoacridinas, como la quinacrina.
“En 1934, un laboratorio alemán desarrolló el primer fármaco sintético contra la malaria, con base en compuestos 4-aminoquinolinas, y a la cual se llamó resoquina; luego, después de una modificación, recibió el nombre de sontoquina”, indicó Brack Egg.
La corteza del árbol de la quina en medio de una guerra
Según un informe mundial sobre paludismo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicado en noviembre de 2020, la malaria afecta a cerca de 220 millones de personas anualmente y causa alrededor de 400,000 muertes en todo el mundo. Un conflicto bélico no estuvo exento de los estragos provocados por la malaria.
En el libro de Antonio Brack Egg, se indica que “durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, una de las primeras decisiones del Congreso fue autorizar una partida de 300 dólares para comprar corteza de quina y, de esta manera, proteger de la malaria a las tropas del general Washington”.