Cada año, la Semana Santa se celebra en una fecha diferente, lo que genera dudas entre fieles y curiosos. Mientras algunas festividades religiosas como la Navidad tienen un día fijo en el calendario, el período que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús sigue un patrón distinto, vinculado al ciclo lunar.
Esta variabilidad se debe a una fórmula establecida hace siglos por la Iglesia, que determina el Domingo de Pascua en función de criterios astronómicos y eclesiásticos.
Un cálculo basado en la luna

La Semana Santa no se rige por el calendario gregoriano tradicional, sino por un sistema de cálculo basado en la primera luna llena de la primavera en el hemisferio norte.
De acuerdo con la regla establecida en el Concilio de Nicea en el año 325 d.C., el Domingo de Pascua debe celebrarse el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, que ocurre alrededor del 21 de marzo.
Este método implica que la fecha de la Pascua puede variar entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Como consecuencia, todas las celebraciones asociadas a la Semana Santa, como el Domingo de Ramos, el Jueves Santo y el Viernes Santo, también cambian cada año.
Un origen que une tradición y astronomía

El cálculo de la Pascua tiene sus raíces en la tradición judía. La Última Cena de Jesús con sus discípulos ocurrió durante la celebración de la Pascua judía, que sigue un calendario lunar. Para mantener una relación con este evento, la Iglesia cristiana primitiva estableció un sistema de cómputo basado en las fases lunares y el equinoccio de primavera.
La decisión del Concilio de Nicea buscó unificar la fecha de la Pascua entre las distintas comunidades cristianas, ya que hasta entonces existían discrepancias entre las iglesias de Oriente y Occidente.
A pesar de esta determinación, la Pascua ortodoxa sigue un calendario distinto, el juliano, lo que provoca que en algunos años se celebre en una fecha diferente a la de los cristianos que siguen el calendario gregoriano.
Variaciones en las celebraciones cristianas

El sistema de cálculo de la Semana Santa también influye en otras festividades cristianas. La Cuaresma, período de 40 días de preparación para la Pascua, inicia con el Miércoles de Ceniza, cuya fecha depende del Domingo de Resurrección. A su vez, el Corpus Christi, celebrado 60 días después de Pascua, también se ve afectado por este calendario móvil.
A pesar de la precisión del método, existen diferencias entre las iglesias. Los cristianos ortodoxos, que siguen el calendario juliano, pueden celebrar la Pascua en una fecha distinta a la de los cristianos occidentales. En algunos años, la coincidencia de ambas celebraciones ocurre, pero en otros, la diferencia puede ser de varias semanas.
La influencia del calendario lunar en la historia

El uso de la luna para fijar fechas importantes no es exclusivo del cristianismo. Muchas civilizaciones antiguas, como los egipcios, babilonios y chinos, usaban calendarios lunares para determinar eventos religiosos y agrícolas.
En el caso del cristianismo, la luna no solo sirve para calcular la Pascua, sino que también refuerza la conexión con la tradición judía, en la que el calendario lunar es fundamental.
Aunque la ciencia ha perfeccionado la medición del tiempo y la astronomía permite predecir con exactitud los ciclos lunares, la Iglesia ha mantenido la tradición establecida hace más de 1.600 años. Este vínculo con el pasado muestra cómo la fe y la historia se entrelazan en una de las festividades más importantes del cristianismo.
La variabilidad de la Semana Santa puede parecer un misterio para muchos, pero en realidad es el resultado de siglos de historia, decisiones eclesiásticas y cálculos astronómicos que buscan preservar una tradición que trasciende generaciones y fronteras.