La música popular no solo es entretenimiento, sino también reflejo de la realidad social. ‘Flor de retama’ es prueba de ello. Compuesta por Ricardo Dolorier en la década de 1970, la canción retrata un episodio trágico ocurrido en Huanta, Ayacucho.
Lo que comenzó como una melodía sobre un hecho puntual terminó convirtiéndose en un himno para aquellos que han vivido injusticias.
Su interpretación, inmortalizada por Martina Portocarrero, llevó su mensaje a lo más alto del folclore peruano. Sin embargo, su historia es compleja y está marcada por la censura y la apropiación política.
De las calles de Huanta a la eternidad

En 1969, estudiantes de la ciudad de Huanta, en Ayacucho, protestaban contra una reforma educativa que afectaba el acceso a la gratuidad en la enseñanza.
La represión estatal no tardó en llegar. Fuerzas policiales intervinieron con violencia, dejando heridos y muertos entre los manifestantes. Años después, este suceso inspiró a Ricardo Dolorier, maestro y compositor, a escribir una canción que capturara el dolor y la valentía de aquellos jóvenes.
El título de la obra hace referencia a la retama, una planta silvestre de flores amarillas que crece en los Andes. Su presencia en la canción simboliza la resistencia y la capacidad de florecer incluso en los entornos más adversos.
Dolorier tomó esta imagen de la realidad de Huanta, donde las calles manchadas de sangre contrastaban con la fragilidad de las flores que crecían en los muros de adobe.
Canción prohibida

Desde su creación, ‘Flor de retama’ enfrentó censura. En tiempos de gobiernos militares, cualquier manifestación artística que aludiera a la represión estatal era vista con sospecha.
La canción fue prohibida en varias emisoras y catalogada como subversiva. Su popularidad, sin embargo, creció entre los sectores rurales y en las comunidades andinas, donde era interpretada en festividades y reuniones populares.
Durante el conflicto interno que sacudió al Perú en los años 80 y 90, la canción fue utilizada por grupos insurgentes (como Sendero Luminoso), lo que la llevó a ser estigmatizada. Para algunos, representaba la voz de los olvidados; para otros, era un canto vinculado a la violencia. A pesar de ello, su esencia como himno de resistencia se mantuvo intacta.
La voz que la inmortalizó

Si bien la composición original pertenecía a Ricardo Dolorier, fue Martina Portocarrero quien la llevó al reconocimiento masivo. Su interpretación de ‘Flor de retama’ conmovió al público por la fuerza de su voz y la emoción que imprimía en cada verso. Con una puesta en escena sobria pero impactante, convirtió la canción en una expresión de denuncia y memoria.
Portocarrero, una de las voces más representativas del folclore peruano, recorrió escenarios nacionales e internacionales con esta pieza. Para muchos, su versión es la definitiva, aquella que logró transmitir la angustia y la esperanza de un pueblo marcado por la represión y el olvido. Sin embargo, su interpretación también generó controversia, reabriendo debates sobre el uso de la música con fines políticos.
Más allá de la política

A pesar de los intentos de instrumentalizar su mensaje, ‘Flor de retama’ ha trascendido las coyunturas políticas. Hoy, es parte del cancionero popular y un símbolo de la memoria histórica del país. Su presencia en festivales, marchas y eventos culturales demuestra que sigue vigente y que su significado evoluciona con el tiempo.
En las escuelas y comunidades andinas, la canción es recordada como un testimonio de lo que ocurrió en Huanta y como un llamado a la resistencia pacífica. Su letra, cargada de imágenes poéticas y referencias a la lucha social, sigue conmoviendo a quienes la escuchan..