Cáncer de cuello uterino: ¿por qué la prevención sigue siendo el mayor desafío?

Muchos casos aún se detectan demasiado tarde, lo que subraya la necesidad urgente de mejorar las estrategias de diagnóstico precoz

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Vacunación del VPH en ambos
Vacunación del VPH en ambos géneros podría ser clave contra el cáncer uterino - crédito www.freepik.es

Cada año, el Día Mundial del Cáncer de Cuello Uterino nos invita a reflexionar sobre los avances y desafíos en la lucha contra una enfermedad que sigue afectando a miles de mujeres en todo el mundo. A pesar de los esfuerzos realizados, la incidencia sigue siendo alarmante: en 2022, se registraron 23 casos por cada 100,000 mujeres y una mortalidad de 12 por cada 100,000, según la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer de la OMS. Estos números evidencian que la estrategia preventiva actual no ha logrado el impacto esperado, y esto se debe en gran medida a la falta de una cultura de prevención efectiva.

Durante décadas, la citología ha sido la herramienta predominante en el tamizaje del cáncer de cuello uterino. Sin embargo, su limitada efectividad, con una sensibilidad del 48% para detectar lesiones premalignas, ha demostrado ser insuficiente para reducir la carga de la enfermedad. En contraste, las pruebas moleculares para la detección del Virus del Papiloma Humano (VPH) presentan una sensibilidad del 98%, lo que las convierte en una recomendación prioritaria de la OMS.

En el ámbito público, se ha iniciado una campaña importante para implementar el tamizaje molecular en gran parte de la población. Sin embargo, el desafío sigue siendo llegar a zonas rurales y remotas donde el acceso a esta tecnología es limitado. Además, el sistema de salud enfrenta obstáculos adicionales como la falta de seguimiento de los casos positivos y un número insuficiente de profesionales capacitados para el tratamiento específico.

El abordaje del cáncer de cuello uterino debe contemplar dos grandes grupos: las lesiones premalignas y el cáncer invasivo propiamente dicho. Las primeras, conocidas como Neoplasia Intraepitelial Cervical (NIC), son asintomáticas y pueden tratarse eficazmente mediante procedimientos rápidos como el cono LEEP, la termoablación o la crioterapia, esta última especialmente útil en contextos de bajos recursos.

En etapas avanzadas, el tratamiento se centra en cirugías radicales, así como en quimioterapia y radioterapia. Sin embargo, muchos casos aún se detectan demasiado tarde, lo que subraya la necesidad urgente de mejorar las estrategias de diagnóstico precoz.

La vacuna contra el VPH ha demostrado ser segura y efectiva, logrando una cobertura cercana al 100% en la población de 9 a 18 años en nuestro país. No obstante, persiste la brecha en grupos no vacunados y en adultos hasta los 45 años, a pesar de la aprobación de la FDA para su uso en esta población.

Incorporar la vacunación en las estrategias de salud pública no solo es fundamental para reducir la incidencia del cáncer, sino también para promover una cultura preventiva desde edades tempranas. Aún hay mucho camino por recorrer para alcanzar los objetivos de la OMS al 2030, que incluyen la vacunación del 90% de la población objetivo, el tamizaje al 70% y el tratamiento adecuado de los casos positivos.

Los desafíos que enfrentamos no son solo tecnológicos o económicos, sino también culturales. Necesitamos promover campañas educativas que fomenten la responsabilidad sobre la salud femenina y desmitifiquen los prejuicios en torno a las revisiones ginecológicas periódicas. Asimismo, urge fortalecer el acceso a servicios especializados en todo el territorio nacional, garantizando que ningún caso quede sin atención.

La lucha contra el cáncer de cuello uterino exige un compromiso colectivo y decidido, tanto del sistema de salud como de la sociedad en su conjunto. Las revisiones preventivas y la vacunación masiva son las herramientas más efectivas para cambiar la historia de esta enfermedad.