
A lo largo de los años, Cusco ha resistido al paso del tiempo, con su legado incaico y colonial aún presente en cada calle empedrada. Sin embargo, bajo su superficie, un peligro silencioso acecha, según reveló una nueva investigación. La presencia de fallas sísmicas activas plantea interrogantes sobre la estabilidad de la ciudad y la seguridad de sus habitantes.
El estudio, realizado por expertos del Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) en colaboración con la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad de Alberta (Canadá), reveló la ubicación exacta de fracturas tectónicas que hasta ahora no habían sido completamente cartografiadas.
Utilizando tecnología avanzada, los expertos peruanos y canadienses lograron detectar con precisión estas estructuras geológicas ocultas y determinar su impacto potencial en la región.

Sobre una red de fallas
Ubicada en la depresión de Cusco, al borde de la Cordillera Occidental de los Andes, la ciudad ha sido escenario de terremotos devastadores a lo largo de la historia. Entre los sismos más destructivos se encuentran los de 1650, 1950 y 1986, que redujeron a escombros tanto edificaciones prehispánicas como estructuras coloniales.
Hasta ahora, la falta de información detallada sobre las fallas responsables de estos movimientos telúricos había dificultado los estudios de riesgo sísmico. El crecimiento urbano y la actividad humana alteraron la superficie y borraron rastros visibles de las fracturas geológicas y haciendo necesaria la aplicación de técnicas especializadas para su detección.
Para identificar estas fallas, el equipo liderado por el ingeniero Briant García, del Ingemmet, combinó dos métodos científicos complementarios: la magnetotelúrica y el monitoreo de gas radón.

La primera es una técnica geofísica que mide la conductividad eléctrica del subsuelo, lo que permite detectar estructuras subterráneas profundas. La segunda analiza la concentración de radón (Rn), un gas radiactivo que emerge desde el interior de la Tierra a través de grietas y fisuras en las rocas. Un aumento inusual de este gas en ciertas áreas puede indicar la presencia de fallas activas.
La relación entre el radón y la actividad sísmica ha sido objeto de estudios en diferentes partes del mundo. Un caso significativo ocurrió en L’Aquila (Italia), en 2009, donde se registraron niveles anómalos de este gas días antes de un sismo de magnitud 6.3.
Aunque aún existen debates sobre su efectividad para predecir terremotos, su comportamiento aporta información valiosa sobre la dinámica del subsuelo.

¿Dónde están las fallas activas?
Los resultados del estudio, publicados en la revista Technophysics, confirmaron la existencia de la falla de Cusco, que atraviesa la ciudad en dirección noroeste-sureste. Además, se identificó la falla de Alto Qosqo, una estructura vinculada a la gran falla de Tambomachay.
El análisis de los niveles de radón permitió precisar el trazo de estas fracturas, que pasan por zonas urbanas densamente pobladas como Granja Kayra, Urbanización Túpac Amaru, Magisterio, la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, Plazoleta Limacpampa, Plaza San Pedro, el asentamiento humano Tica Tica y el distrito de Poroy.
Estos hallazgos refuerzan la necesidad de actualizar los mapas de peligro sísmico y tomar medidas preventivas para reducir el impacto de futuros movimientos telúricos en la ciudad.

Implicancias para la seguridad y la salud
Más allá del riesgo estructural, la presencia de fallas activas plantea otro desafío: la exposición prolongada al radón. Este gas, catalogado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la segunda causa principal de cáncer de pulmón después del tabaco, puede acumularse en espacios cerrados, como viviendas mal ventiladas, incrementando el riesgo para la población.
En Cusco, muchas construcciones se encuentran sobre suelos fracturados o directamente sobre líneas de falla, lo que podría estar generando una mayor concentración de este elemento en el aire. Datos del Ministerio de Salud (Minsa) indican que la región presenta una de las tasas más elevadas de cáncer de pulmón en el país, a pesar de no figurar entre las zonas con mayor índice de fumadores.
Si bien no se puede establecer una relación directa entre ambos factores sin estudios adicionales, la información obtenida abre una nueva línea de investigación sobre los posibles efectos del ambiente geológico en la salud de los habitantes.

Un conocimiento clave
Los recientes hallazgos proporcionan información crucial para la planificación urbana y la gestión del riesgo sísmico en Cusco. Con un territorio densamente poblado y un patrimonio arquitectónico invaluable, la ciudad necesita estrategias de construcción más seguras y políticas de prevención adaptadas a su contexto geológico.
El reconocimiento de estas fallas permitirá mejorar los estándares de edificación, reforzar infraestructuras estratégicas y desarrollar campañas de concienciación sobre los peligros asociados a la actividad sísmica. Además, el monitoreo del radón podría servir como una herramienta adicional en la vigilancia de zonas de riesgo.
Cusco se erige sobre un terreno en constante movimiento. Comprender sus dinámicas internas no solo es un avance científico, sino una medida esencial para la seguridad de su población y la preservación de su historia.