
En un mundo donde los océanos enfrentan una creciente presión por el cambio climático, la sobreexplotación pesquera y la contaminación, la movilización de nuevas generaciones se ha convertido en un pilar esencial para el futuro de la biodiversidad marina. La Sustainable Ocean Alliance (SOA), fundada en 2014 por el liderazgo visionario de Daniela Fernández a la edad de 19 años, se ha consolidado como una de las plataformas más influyentes a nivel global para impulsar soluciones innovadoras y crear una comunidad comprometida con la protección del océano.

Desde su fundación, SOA ha desarrollado una estrategia que combina ciencia, política pública y activismo juvenil, otorgando herramientas a jóvenes líderes para que puedan incidir en la toma de decisiones, emprender proyectos de conservación y generar cambios estructurales en la gobernanza oceánica. Su enfoque ha permitido que temas críticos, como la minería submarina y la conservación de especies marinas en riesgo, sean impulsados en la agenda internacional con un nivel de independencia y ambición que pocas organizaciones han podido igualar.

En Latinoamérica, la visión de SOA ha sido liderada por Daniel Cáceres, su representante regional y fundador de su primer capítulo internacional. Su trabajo ha sido clave en la construcción de una red activa de jóvenes que no solo generan conciencia sobre la crisis oceánica, sino que impulsan soluciones concretas desde sus países. Cáceres ha estado al frente de iniciativas como la campaña contra la minería en el fondo marino, una de las primeras en la región en alertar sobre los riesgos ambientales de esta actividad, logrando sumar el respaldo de diversos actores estratégicos. También ha sido una de las voces más activas en la promoción del Tratado de Altamar, un acuerdo que busca garantizar la protección del 50% del océano que se encuentra fuera de las jurisdicciones nacionales.
Además de la incidencia política, SOA ha apostado por la innovación como motor de transformación. A través de su Ocean Solutions Accelerator, la organización ha respaldado startups que desarrollan tecnologías para la conservación marina, desde modelos de monitoreo con inteligencia artificial hasta soluciones para la restauración de ecosistemas costeros. Este enfoque demuestra que la conservación no solo es un reto ambiental, sino también una oportunidad para construir una nueva economía basada en la regeneración y el uso sostenible de los recursos marinos.
Otro factor clave en el éxito de SOA ha sido su modelo descentralizado. Con capítulos en diversos países y regiones, ha logrado adaptar sus estrategias a las realidades locales sin perder la cohesión de su misión global. En Latinoamérica, este modelo ha permitido que jóvenes líderes articulen respuestas a problemas específicos, como la protección de especies marinas en Perú, el fortalecimiento de áreas marinas protegidas en Chile o la promoción de economías azules sostenibles en el Caribe.
El futuro de la gobernanza oceánica dependerá, en gran medida, de cómo se integren estas soluciones en políticas públicas y en la toma de decisiones económicas. Modelos como el de Chile, donde la biodiversidad marina se ha convertido en un elemento central de identidad nacional, muestran el camino a seguir. SOA ha demostrado que, con la integración estratégica de ciencia, incidencia y liderazgo juvenil, es posible generar un cambio estructural para la protección del océano.
La conservación marina ya no es solo una cuestión de científicos o gobiernos. Es un movimiento impulsado por una generación que entiende que el futuro del planeta depende de la salud del océano. Y en ese proceso, SOA ha demostrado que los jóvenes tienen el poder de transformar la gobernanza oceánica.
