El verano y las intoxicaciones alimentarias: un riesgo que no debemos subestimar

El consumo de alimentos en mal estado puede desencadenar síntomas como vómitos, diarrea, dolor abdominal y fiebre

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(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

El verano es una de las estaciones más esperadas, pero también un periodo de mayor riesgo para la salud gastrointestinal. Las altas temperaturas favorecen la proliferación de bacterias, virus y parásitos en los alimentos si no se manipulan o conservan adecuadamente. Como consecuencia, el consumo de alimentos en mal estado puede desencadenar síntomas como vómitos, diarrea, dolor abdominal y fiebre.

El calor y la exposición prolongada de los alimentos a ambientes cálidos crean un entorno ideal para el crecimiento de microorganismos dañinos. Al ingerir alimentos contaminados, las toxinas ingresan al organismo y pueden generar cuadros de intoxicación de distinta gravedad. En casos leves, la rehidratación con líquidos suele ser suficiente, pero en pacientes con síntomas severos, como vómitos frecuentes, diarreas abundantes o calambres intensos, la atención médica inmediata es fundamental para evitar complicaciones.

Una intoxicación alimentaria mal tratada puede derivar en deshidratación severa, lo que aumenta el riesgo de shock hipovolémico, caracterizado por una disminución de la presión arterial y posible falla renal aguda. Además, alteraciones en los niveles de electrolitos, como la hipokalemia, pueden comprometer el funcionamiento cardíaco. Estas condiciones requieren un tratamiento oportuno para evitar consecuencias graves en la salud del paciente.

Para reducir el riesgo de intoxicaciones alimentarias durante el verano, es fundamental mantener una adecuada conservación de los alimentos. La refrigeración adecuada y el respeto por la cadena de frío son medidas esenciales para evitar la proliferación de microorganismos. Asimismo, se recomienda no almacenar alimentos por más de 24 horas y evitar el consumo de productos que hayan estado expuestos al calor por tiempo prolongado. Estas prácticas sencillas pueden marcar la diferencia entre disfrutar de una comida segura o enfrentar una emergencia médica.

El tratamiento de una intoxicación alimentaria se basa en la rehidratación mediante soluciones intravenosas y el control de los síntomas con medicamentos para aliviar el vómito y el dolor abdominal. En casos más complejos, se realizan exámenes auxiliares para identificar el microorganismo responsable y, si es necesario, se administran antibióticos. Los pacientes con cuadros graves pueden requerir la evaluación de especialistas en medicina interna, gastroenterología o nefrología e, incluso, cuidados intensivos si la situación lo amerita.

Los grupos más vulnerables a sufrir complicaciones graves son los niños, los adultos mayores y personas con enfermedades crónicas como diabetes o afecciones cardiovasculares. Por ello, estos pacientes deben ser especialmente cuidadosos con la manipulación y conservación de los alimentos durante el verano.

La prevención y el tratamiento temprano son claves para evitar complicaciones. Como médicos de urgencia, mantenemos un compromiso constante con la salud y seguridad de nuestros pacientes, ofreciendo atención especializada y oportuna para cada caso. La concienciación sobre las intoxicaciones alimentarias no solo mejora la calidad de vida de las personas, sino que también reduce la carga sobre los servicios de urgencias durante los meses de verano.