En medio de una crisis económica y con el país amenazado por el terrorismo, el papa Juan Pablo II llegó al Perú para ofrecer un mensaje de esperanza a los peruanos. Desde el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez, el sumo pontífice resaltó la presencia histórica de la Iglesia en la identidad del país.
Esto ocurrió el 1 de febrero de 1985, día en que los medios de comunicación mostraron imágenes de su llegada y anunciaron los lugares donde celebraría misas. Durante su estancia en el país, visitó ocho ciudades: Lima, Callao, Arequipa, Cusco, Ayacucho, Piura, Trujillo e Iquitos.
Poco después de su llegada a la capital, en la Plaza Mayor, el papa hizo un llamado a todo el pueblo peruano, invitándolo “a una opción libre e irrevocable de fidelidad y amor total a Jesucristo”. Este mensaje marcó el inicio de su histórica visita al país, que continuó con actividades en varias ciudades del Perú.
En Arequipa, el 2 de febrero, además de la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, coronó canónicamente la venerada imagen de la Virgen de Chapi, un gesto medular para los fieles peruanos.
El 3 de febrero, en Cusco, el santo padre se refirió a la dura vida de los campesinos y rindió homenaje a la religiosidad popular, al tiempo que reconoció las culturas prehispánicas. Ese mismo día, al llegar a Ayacucho, se vio obligado a limitar su mensaje al aeropuerto debido al contexto de violencia y terrorismo que aquejaba la región en ese entonces, lo que impidió que realizara actividades en la ciudad.
El 4 de febrero, la jornada comenzó con una emotiva visita al Óvalo Bolívar en el Callao, donde miles de enfermos se reunieron para recibir su bendición. Posteriormente, se dirigió a Piura y Trujillo, en el norte del país. Finalmente, el 5 de febrero, Juan Pablo II visitó Villa El Salvador, un evento que marcó un hito en la historia, ya que congregó a más de un millón de personas en lo que hoy se conoce como el Parque Industrial.
La histórica visita del papa Juan Pablo II a Villa El Salvador
Su visita al distrito de Villa El Salvador tuvo lugar en un cálido mes de febrero. Durante el encuentro con la población el 5 de febrero de 1985, dejó una huella luminosa, y su mensaje alivió el sufrimiento de los más necesitados.
Un día antes de esa fecha, peruanos provenientes de diferentes partes de Lima se reunieron en el Parque Industrial para ser testigos de un evento sin precedentes: la misa que oficiaría el papa Juan Pablo II, quien pisaba suelo peruano por primera vez.
La expectativa fue tan grande que, desde la noche anterior, miles de personas llegaron a los arenales de VES para asegurarse una buena ubicación. En una entrevista con Sucedió en el Perú, el arquitecto Miguel Cruchaga comentó: “Toda la enorme explanada estaba llena de gente que había dormido allí”.
El 5 de febrero, un sol radiante iluminaba las cabezas de los peruanos, ansiosos por escuchar las palabras del santo polaco, quien llegó en el “papamóvil”, el famoso vehículo blindado.
En diálogo con Andina, Wilfredo Pérez, entonces presidente de Promotores Empresariales de Villa El Salvador, informó que en cada avenida principal del distrito se instalaron estrados para que las personas pudieran verlo.
Cuando la autoridad religiosa llegó al estrado principal para oficiar una misa multitudinaria, se encontró con una gran cantidad de personas. Muchos de los presentes habían huido de la pobreza y el terrorismo en sus provincias, buscando comenzar una nueva vida en ese desierto, donde ya comenzaban a erigirse algunas construcciones.
Un artículo del diario El Peruano informa cuántas personas, aproximadamente, escucharon el mensaje del papa en la explanada. “Su segundo nacimiento, sería secular y multitudinario: el 5 de febrero de 1985, cuando dos millones de fieles llegaron de todos los rincones de Perusalen hasta el Parque Industrial de VES para la misa multitudinaria que celebraría el sumo pontífice”, se lee.
TV Perú Noticias también señaló que el papa “calmó la sed y el hambre de los más pobres que llenaron por millones el arenal”. Durante aproximadamente una hora y media, los connacionales permanecieron observando el estrado, donde no solo habló Juan Pablo II, sino también algunos vecinos de la jurisdicción.
Víctor Chero, vecino de Villa El Salvador, expresó lo siguiente ante la multitud: “Los pobladores de los pueblos jóvenes nos sentimos profundamente agradecidos por su visita pastoral. Santo padre, tenemos hambre, sufrimos miseria, nuestros niños mueren, pero a pesar de todo esto, creemos en el Dios de la vida”.
Luego de ello, el papa se dirigió a la multitud con un enérgico mensaje: “Esta es una necesidad urgente de la sociedad peruana. Por el bien del Perú, no puede faltar el pan de cada día en los pueblos jóvenes”.
Este mensaje no lo habría preparado con antelación. Sobre este tema, el Dr. José Antonio Benito Rodríguez, a través de un artículo titulado “San Juan Pablo II en el Perú”, indicó que “al terminar su discurso leído, el papa se apartó del texto escrito e improvisó, para agradecer al cardenal Landázuri, arzobispo de Lima, por sus palabras en esa ocasión y, sobre todo, para recordar que junto al hambre de pan (que hay que calmar) hay que mantener el hambre de Dios”.
Meses después, se colocó una gran piedra en el lugar donde pronunció su mensaje esperanzador. Con el paso de los años, este monumento dio origen a una capilla, hoy conocida como el Santuario Diocesano San Juan Pablo II - Piedra del Papa. En este lugar religioso, se encuentra una placa que reza: “¡Hambre de Dios, sí! ¡Hambre de pan, no!”.
El papa concluyó su visita en la capital en Villa El Salvador. Tras su multitudinaria misa, se trasladó en helicóptero hacia el aeropuerto Jorge Chávez, donde se despidió del presidente Fernando Belaunde y del cardenal Juan Landázuri Ricketts. Antes de dejar el Perú, Juan Pablo II hizo una última parada en Iquitos, su último destino en la selva.
El 5 de febrero, por la tarde, el santo padre partió del país con rumbo a Trinidad y Tobago, que sería la última escala de su gira pastoral por Iberoamérica en 1985.