En el corazón del mercado limeño de Mesa Redonda, un espacio famoso por su diversidad comercial, un sector específico se ha convertido en el punto neurálgico de la venta de relojes de lujo falsificados. En este lugar, los vendedores exhiben versiones replicadas de relojes exclusivos que han sido lucidos por figuras como el cantante de música urbana J Balvin y la presidenta peruana Dina Boluarte. Según un reportaje de ATV, estas réplicas, cuyo precio comienza alrededor de los 100 soles, imitan tanto relojes de gamas altas como marcas populares de uso cotidiano.
Una investigación de ATV destacó la sofisticación detrás de estos productos ilícitos en el mercado de Mesa Redonda, al mencionar que los comerciantes utilizan estrategias para convencer a potenciales compradores. Con música de fondo, como una pegajosa cumbia de Los Shapis, los vendedores intentan asegurar la calidad aparente de los relojes. Uno de los comerciantes explicó, “Claro, claro, por eso te digo, ahí tiene el código [...] y ahí se ve el holograma”, refiriéndose a los detalles que los hacen parecer auténticos. Sin embargo, el medio advierte que, aunque algunos modelos son más fáciles de detectar, “la selección de estos artículos puede ser engañosa”.
Entre los modelos ofrecidos, un reloj réplica de la lujosa marca Richard Mille se presenta como una de las opciones más codiciadas. Este diseño original alcanza un valor de 3,4 millones de euros (aproximadamente 3,6 millones de dólares) en el mercado, una cifra que deja claro que no es un artículo para cualquiera: “Es como tener una mansión en la muñeca, un lujo que solo pueden realizarse millonarios deportistas y artistas”. A pesar de que el reloj original tiene solo cinco ejemplares en el mundo, sus réplicas proliferan en Lima.
El nivel de especificidad y detalle alcanzado por los fabricantes de réplicas en este mercado puede resultar sorprendente. “Tenga mucho cuidado”, subraya ATV, al enfatizar que si los relojes de alta gama son imitados con tal precisión, aún más podrían multiplicarse falsificaciones de “marcas de media gama, esas que usamos la mayoría de peruanos”.
En el reportaje, se recuerda un momento en que una ministra peruana confesó haber comprado una réplica de un Rolex durante un viaje a China. Sin embargo, no es necesario viajar tan lejos: “El tercer nivel [de Mesa Redonda] está dedicado única y exclusivamente al mundo de la relojería”, donde alternan relojes aparentemente deseables con evidentes imitaciones.
Por otra parte, la comercialización de estos productos plantea interrogantes acerca de la transparencia del comercio en zonas tan concurridas de la capital peruana. Mientras que los vendedores insisten en que sus productos son “artesanales” y accesibles para quienes no pueden costear las versiones auténticas, el medio lanza una advertencia a los consumidores, recordando que estas prácticas ilegales no solo vulneran los derechos de las marcas, sino que también pueden ser un reflejo de mayores riesgos en la cadena de consumo.
El fenómeno de las réplicas no se limita a este segmento del mercado, ya que incluso marcas más costosas están siendo objeto de falsificaciones. Esto puede provocar que “tal vez creemos que es un producto original lo que llevamos en la muñeca, cuando podría ser una réplica”, como asegura ATV, quienes además instantáneamente a los compradores a ser más cautelosos al momento de seleccionar estos artículos.
Con una constante afluencia de consumidores que buscan precio y diseño, el sector de relojes replicados en Mesa Redonda sigue siendo atractivo para quienes desean emular elementos de lujo a bajo costo, aunque con implicaciones legales y éticas significativas. Estos espacios generan reflexiones sobre la lucha contra la piratería en Perú y la capacidad de las autoridades para regular los estándares comerciales.