La educación inclusiva forma parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la posibilidad de construir un Perú verdaderamente inclusivo en el sector educativo constituye un desafío fundamental al momento de diseñar e implementar leyes y políticas públicas. Para abordar esta cuestión, resulta imperativo establecer primero una definición clara del concepto de inclusión. Si bien algunos sectores de la sociedad manifiestan cierta resistencia hacia las políticas inclusivas, argumentando que la igualdad inherente entre las personas las hace innecesarias, esta perspectiva no considera que la verdadera igualdad solo puede alcanzarse cuando existe una efectiva equiparación de oportunidades.
De acuerdo con Unicef, existen grupos especialmente vulnerables en cuanto al acceso a servicios educativos de calidad, entre los que se incluyen niños, niñas y adolescentes con discapacidad, la población migrante y refugiada, así como los pueblos indígenas. Esta desigualdad en el acceso a la educación constituye una grave violación de sus derechos fundamentales, al contravenir el principio básico de que todo niño o adolescente debe contar con una educación que favorezca su desarrollo integral, sin distinción alguna.
Como subraya Unesco, lo único que todos compartimos son nuestras diferencias. De cada 100 niños, algunos pueden estar en situación de discapacidad, otros pueden vivir en condiciones socioeconómicas desfavorecidas, otros pueden identificarse como parte de la comunidad LGTBQ+, pertenecer a un grupo religioso distinto al dominante o hablar una lengua distinta. No obstante, lo verdaderamente esencial es que todos los estudiantes, independientemente de sus características o circunstancias, deben tener derecho a una educación inclusiva y de calidad, que reconozca y valore estas diferencias como una parte integral de su identidad y desarrollo.
La configuración social, cultural y económica del Perú presenta obstáculos significativos para la concepción de la educación como un derecho universal. Con frecuencia, se concibe la educación como un servicio estandarizado, desatendiendo la diversidad que caracteriza a la niñez y adolescencia peruana. Resulta fundamental que el Estado reconozca y comprenda esta diversidad, desarrollando políticas y estrategias que respondan efectivamente a las necesidades específicas de los distintos grupos sociales.
La implementación de un enfoque equitativo, fundamentado en los derechos humanos y la interseccionalidad, emerge como una necesidad apremiante. Este enfoque debe contemplar las múltiples dimensiones de vulnerabilidad que obstaculizan el acceso a una educación de calidad, materializándose en medidas diferenciadas que consideren las particularidades de cada grupo poblacional.
Una escuela inclusiva propicia el bienestar y la calidad de vida de todos los actores que actúan en la institución. El papel colegiado del docente y el aprendizaje autónomo del estudiante resulta crucial en este proceso de transformación. Según Save the Children, las responsabilidades del educador inclusivo comprenden la promoción de políticas inclusivas en el entorno escolar, el impulso de la diversificación curricular, el desarrollo de evaluaciones psicopedagógicas, y el fomento de una cultura educativa renovada. Su interacción con las instituciones educativas, las familias y la sociedad civil lo posiciona como un agente fundamental de cambio social.
La transformación del sistema educativo requiere, además, un profundo cambio en la cultura, las políticas y las prácticas en la sociedad peruana, que históricamente ha perpetuado diversas formas de opresión hacia las poblaciones diversas. La reducción de la discriminación en todas sus manifestaciones constituye un requisito indispensable para la materialización efectiva de la inclusión.
La consecución de un Perú verdaderamente inclusivo dependerá de la acción coordinada entre la sociedad civil, las familias, los docentes, los estudiantes y demás actores sociales, quienes deben ejercer presión sobre el Estado para la implementación real y urgente de este enfoque en una sociedad caracterizada por su diversidad. La eliminación de la desigualdad y la discriminación se presenta como condición necesaria para garantizar no solo el acceso a servicios educativos, sino que estos sean de calidad y cumplan con los estándares de derechos humanos.