El alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, asistió el último 19 de enero a la cena organizada por el nuevo vicepresidente de Estados Unidos, J. D. Vance, previo a su asunción al cargo. En este evento, logró acercarse y dialogar junto a otras figuras del conservadurismo internacional, como la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente de Argentina, Javier Milei.
Recientemente, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llegó a Lima para celebrar el aniversario de la ciudad, y hace unos meses, el burgomaestre buscaba implementar un ‘Plan Bukele’ en el país.
Estos encuentros y planes de figuras tradicionalistas como López Aliaga demuestran que se siguen afianzando en la arena política nacional e internacional. Sin embargo, tuvieron que pasar por diversas etapas para llegar hasta este punto. Precisamente, este proceso de consolidación es explicado por el investigador Rodrigo Gil Piedra, en su último libro ‘Entre Dios y el Estado: La politización del movimiento conservador en el Perú’.
El politólogo de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) describe tres momentos importantes en la politización, o en el desarrollo del conservadurismo en el país. En primer lugar, está la fase ‘embrionaria’, cuando surge una respuesta a la agenda progresista que defendía los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBIQ.
Luego, entre el 2016 y el 2020, pasan a una fase proactiva, con las movilizaciones masivas de colectivos como Con Mis Hijos No te Metas, a favor de la intervención de los padres en el currículo escolar. Finalmente, en las elecciones del 2021, se concreta el vínculo con partidos políticos y se afianza la propuesta de Renovación Popular, como uno de los casos más exitosos.
En el libro, se describe cómo estos grupos han logrado un perfil claro para sus simpatizantes a través de diferentes recursos, como sus valores no negociables y la caracterización de un enemigo en común, en este caso, el ‘establishment’ que podría ser representado por los progresistas o las organizaciones internacionales que pretenderían afectar los valores tradicionales del país.
Además de utilizar las protestas como herramienta, también concretaron alianzas entre sectores religiosos, específicamente, entre el católico y el evangélico, dos corrientes del cristianismo que se hacían notar por sus diferencias, pero que ahora conviven por sus intereses en común.
En su etapa más avanzada, lograron contactar con parlamentarios, asesorándolos legalmente para hacer realidad diferentes proyectos de ley, penetrando de esta manera el Poder Legislativo. Algunos de los impulsores de estas agendas conservadores terminaron por convertirse en congresistas ellos mismos, pasando a tomar las decisiones importantes, como vemos actualmente.
La agenda actual es controlar el poder
Según el autor, luego de pasar por estas diversas etapas y por un duro enfrentamiento contra la gestión de Pedro Castillo, estos políticos tienen otros objetivos, como continuar con el manejo que tienen actualmente sobre el gobierno de Dina Boluarte.
“Ya no están en un ataque contra el Poder Ejecutivo, sino más bien hoy controlan el poder y tienen la capacidad de decidir quiénes son los miembros del Tribunal Constitucional, de la Defensoría, etc. Han desarrollado una capacidad de juego que los pone en una posición muy expectante, mirando las elecciones del 2026, pero sobre todo muy decisiva en términos de lo que pasa hoy en día con el Estado”, sostiene en diálogo con Infobae Perú.
Su alcance ha llegado a tal punto, que ahora tienen el control del país desde el Parlamento, explica Gil Piedra. “Prácticamente, deciden cuáles son las acciones que el Ejecutivo tiene que tomar, porque el Ejecutivo tampoco pone demasiadas trabas a lo que el Congreso quiera hacer o pueda hacer, sino que termina estando como subyugado a lo que el Parlamento decide”, afirma.
Para el escritor, la agenda moral que marcaba esa ‘fase embrionaria’, caracterizada por rechazar la inclusión de minorías sexuales o la aplicación del enfoque de género, ha ido desapareciendo de la plataforma de estos movimientos, aunque se puede activar si existe la oportunidad de oponerse a alguna iniciativa como la unión civil para parejas del mismo sexo o la defensa de la vida.
En ese sentido, indica que la seguridad ciudadana, al ser un tema que convoca y requiere ser atendido, se encuentra en el eje central de estas organizaciones.
“Hoy se vuelve, incluso más importante para ellos que la defensa de estos valores más tradicionales. La migración también (...), que lo vamos a ver con mayor claridad hacia la campaña electoral. Entiendo que ambos problemas, ambas demandas, van a aparecer en la misma campaña”, dice.
Por otra parte, teniendo en cuenta la reciente salida del director del Lugar de la Memoria (LUM), Manuel Burga, menciona que también han adoptado como misión “hacer una revisión de cómo está explicada la memoria histórica vinculada al conflicto armado interno”.
Tienen alianzas frágiles
Ante medios de comunicaciones, Hernando de Soto confirmó que su grupo Hablemos Más ha concretado una alianza con el partido Progresemos, con miras a los comicios generales del 2026.
Sin embargo, contrario al perfil que suele exponer el economista, esta agrupación tiene propuestas que, indica el autor, estarían más cercanas al pensamiento de Renovación Popular, como la pena de muerte y aplicar el plan Bukele contra la criminalidad.
“Uno ve a De Soto y dice: como, desde el liberalismo, puede terminar plegándose a alternativas de mano dura, de recorte de libertades, de autoritarismo, cuando justamente es lo que él no pregona. (...)”, se cuestiona.
De acuerdo con su perspectiva, este tipo de alianzas que crean los movimientos conservadores, por ejemplo, con políticos liberales, son “extremadamente frágiles”.
Otro ejemplo de las tensiones que se crean dentro de estos movimientos está la separación de la bancada de Renovación Popular, y la creación consecuente del grupo parlamentario de Honor y Democracia. En el primero se quedaron personajes más afines al burgomaestre de la capital y de corte religioso, como son Milagros Jáuregui y Alejandro Muñante, mientras que en el otro se distancian los legisladores más ligados al militarismo, como José Cueto y Jorge Montoya.
¿Qué pasará en el 2026?
Si bien el autor acepta de que es difícil prever lo que sucederá en una campaña electoral, considera que quienes ya tienen un capital político y simbólico ganado, por haber sido parte de la administración pública o tener un cargo de representación, son los candidatos y partidos que tenderán mayor ventaja.
Estas agrupaciones, como la liderada por Rafael López Aliaga, vienen haciendo política con temas puntuales, como imponer mano dura contra la inseguridad y el rechazo al enfoque de género. “Ya tienen una marca que les permite correr con ventaja”, reflexiona.
A contraposición, se encuentran sus competidores que vienen del ámbito de los medios de comunicación, como el humorista y ahora precandidato a la presidencia Carlos Álvarez. En este caso, sostiene, “todavía falta ver cómo se van a desenvolver en el terreno de una campaña electoral”.
“Hay espacio aún para poder quitarse votos entre el movimiento conservador, pero creo que va a terminar decantando en candidaturas, en actores, en políticos que ya son conocidos, que tienen un discurso relativamente claro y que seguramente van a poder concentrar en el momento clave de la elección al votante, y este no va a terminar tan fragmentado”, explica.
Entonces, si bien existen tensiones, y quiebre, desde la perspectiva de Rodrigo Gil, es probable que esas fisuras “puedan volver a cuajar en torno a ciertas candidaturas, en torno a la posibilidad de llegar a una segunda vuelta para obtener un representante en las más altas esferas del poder en el país”.
“Lo que sí creo que tiene el movimiento conservador es cierta claridad cuando les toca salir a batallar contra el adversario ideológico y creo que eso podría actualizarse en una campaña electoral como la que seguramente tendremos en el próximo año”, concluye.