El próximo 18 de enero, Lima celebrará 490 años de su fundación oficial, un hito que marca su evolución desde su establecimiento por Francisco Pizarro en 1535. A lo largo de casi cinco siglos, la ciudad ha crecido hasta convertirse en el núcleo político, económico y cultural del Perú, alberga a más de 10 millones de habitantes en sus 43 distritos. Sin embargo, lo que muchos no saben es que el nombre de Lima, tan familiar en la actualidad, tiene un origen muy distinto al que los conquistadores podrían haber imaginado. El verdadero nombre de la ciudad no fue impuesto por los españoles, sino que proviene de lenguas indígenas, particularmente del quechua, lo que le otorga una rica herencia prehispánica que aún se mantiene viva en la memoria colectiva de los limeños.
Aunque la fundación de la ciudad fue formalizada con el nombre de “Ciudad de los Reyes” en honor a la festividad cristiana de los Reyes Magos, el nombre que hoy conocemos como Lima tiene raíces mucho más profundas. El vocablo, que se transformó en el que todos usan hoy, se originó en los pueblos indígenas que habitaban el valle del Rímac mucho antes de la llegada de los colonizadores. A lo largo de los años, este nombre ha sobrevivido a la influencia europea, convirtiéndose en un símbolo de la identidad limeña que refleja el legado de las civilizaciones prehispánicas que habitaron estas tierras.
El nombre Lima: un legado indígena
Contrario a lo que muchos creen, el nombre de Lima no fue elegido por los españoles. En realidad, “Lima” proviene de una adaptación del término quechua “Limaq”, que hacía referencia al río Rímac, el principal curso de agua que atraviesa la ciudad.
Así, el nombre de la ciudad tiene su origen en la lengua hablada por los pueblos indígenas que habitaban la región mucho antes de la llegada de los conquistadores.
Este cambio fonético, que se consolidó a lo largo del tiempo, muestra cómo las lenguas indígenas, como el quechua y el aimara, influyeron en el nombre que los españoles adoptaron para la ciudad. Aunque los colonizadores no impusieron este nombre, el vocablo “Lima” perduró y se consolidó como la identidad oficial de la ciudad.
La historia del río Rímac y su relación con Lima
La conexión del nombre “Lima” con el río Rímac es significativa. El río Rímac, cuyo nombre en quechua significa “el que habla”, era considerado sagrado por los habitantes originarios de la región. Según el Inca Garcilaso de la Vega, en su libro “Comentarios Reales”, el nombre Rímac se relacionaba con un ídolo que “hablaba” y respondía a las preguntas de los habitantes del valle. Esta figura simbólica asociada al río refleja la importancia cultural que los pueblos originarios atribuían a las aguas y a los dioses de la naturaleza.
La influencia de esta cosmovisión prehispánica es fundamental para entender cómo el río Rímac, y por ende la ciudad, recibieron su nombre. Aunque los españoles fundaron la ciudad con un nombre diferente, el uso del término “Lima” se impuso debido a la conexión cultural con el río y su gente.
La adaptación del nombre y la influencia de los conquistadores
Cuando los españoles llegaron al valle de Lima, encontraron una región habitada por diversos grupos indígenas, entre ellos los Ychsma. Estos pueblos estaban bajo la influencia del centro religioso de Pachacamac, una de las figuras más importantes de la cosmovisión andina. La fundación de la ciudad por parte de Pizarro se realizó sobre tierras que pertenecían a estos pueblos, lo que facilitó la adopción del nombre “Lima” por parte de los colonizadores.
Aunque la fundación oficial de Lima fue bajo el nombre de “Ciudad de los Reyes”, este nombre no perduró y el término “Lima” comenzó a ser utilizado de manera generalizada para referirse a la nueva ciudad. Los conquistadores, al no ser hablantes de quechua, no percibieron la profunda conexión que el nombre “Lima” tenía con la historia de los pueblos originarios, pero con el tiempo, el término se consolidó en la vida cotidiana de los limeños.
La identidad limeña y su conexión con el pasado
El nombre “Lima” sigue siendo un símbolo de la identidad de la ciudad. A lo largo de los siglos, Lima ha mantenido una rica herencia cultural que se refleja no solo en su nombre, sino también en sus tradiciones, arquitectura y costumbres. La influencia de las lenguas indígenas y de las civilizaciones prehispánicas sigue presente en la vida cotidiana de los limeños, quienes siguen celebrando su cultura y sus raíces a través de festivales, música, gastronomía y otros aspectos de su identidad.
En la actualidad, aunque Lima es una ciudad moderna, su nombre sigue siendo un recordatorio de la riqueza histórica de la región. El nombre que lleva es un legado de los pueblos originarios, un símbolo de resistencia y de la continuidad de la historia, más allá de la llegada de los conquistadores.