En la historia del Perú, existen figuras cuya defensa de los valores patrios trascendió los campos de batalla.
Uno de esos nombres que resuenan con firmeza es el de Francisco García Calderón, abogado y estadista, asumió la presidencia provisional en 1881 en circunstancias excepcionales.
Y es que ante la caía de Lima a mano de los invasores, su férrea negativa a ceder territorio a Chile durante la ocupación convirtió su mandato en un acto de valentía que quedó marcado en a historia
Asumió en medio del caos político
En enero de 1881, Lima cayó bajo el control de las tropas chilenas. Nicolás de Piérola, entonces presidente del Perú, abandonó la capital y se trasladó a Ayacucho con la intención de reorganizar las fuerzas militares. Esta decisión dejó un vacío de poder en Lima, que rápidamente generó incertidumbre en la población.
En este contexto, un grupo de notables decidió nombrar a Francisco García Calderón como presidente provisional el 12 de marzo de 1881. Este jurista, conocido por su compromiso con los valores republicanos, estableció su gobierno en el Palacio de la Magdalena, actual distrito de Pueblo Libre. Desde allí, buscó reorganizar el país, mientras la ocupación chilena avanzaba en otras regiones.
Aunque los chilenos reconocieron inicialmente su liderazgo, lo hicieron con la esperanza de negociar un tratado de paz en términos favorables. No obstante, García Calderón se mostró intransigente frente a las exigencias del enemigo, consolidándose como una figura incómoda para los ocupantes.
La negativa que desafió a los invasores
La principal exigencia chilena era la cesión permanente de las provincias de Arica y Tarapacá, territorios estratégicos que constituían una de las demandas centrales tras la victoria militar. García Calderón, sin embargo, rechazó categóricamente esta condición. En su lugar, propuso una compensación económica como solución al conflicto.
Este acto de resistencia no fue bien recibido por los ocupantes, quienes intentaron ejercer presión mediante diversas estrategias. El 26 de septiembre de 1881, las fuerzas chilenas intervinieron la Caja Fiscal del Perú y se apropiaron de los fondos que el gobierno tenía depositados en el Banco de Londres.
Dos días después, Patricio Lynch, jefe de la ocupación, suspendió el gobierno de García Calderón y tomó medidas drásticas para neutralizar su influencia.
Un prisionero en tierras extranjeras
Así como el 6 de noviembre de 1881, los chilenos arrestaron a García Calderón. Su captura fue un intento por silenciar su oposición a las condiciones impuestas por el invasor. Antes de ser llevado a Chile, se le concedieron apenas 24 horas para despedirse de su familia.
El viaje comenzó en el blindado “Almirante Lord Cochrane”, pero pronto fue transferido a otro barco en condiciones deplorables. Compartió el espacio con presos comunes, enfermos y oficiales destituidos. Las condiciones del viaje eran tan precarias que el capitán del barco le sugirió cerrar con llave la puerta de su camarote por las noches, una muestra de las amenazas a su seguridad personal.
En Chile, García Calderón enfrentó un trato desigual. Inicialmente fue alojado en Valparaíso, desde donde logró enviar cartas al Perú con la esperanza de influir en la política nacional.
Sin embargo, su resistencia llevó a las autoridades chilenas a trasladarlo a Rancagua, una localidad con limitados recursos. Allí fue confinado en condiciones adversas, en una barraca fría y sucia, con restricciones de comunicación.
Un exilio prolongado
Durante su cautiverio en Chile, García Calderón fue sometido a constantes presiones para que firmara un tratado de paz que incluyera la cesión de los territorios en disputa. A pesar de las dificultades, el líder peruano se mantuvo firme en sus principios, rechazando cualquier acuerdo que comprometiera la soberanía nacional.
Tras la firma del Tratado de Ancón en 1883, que puso fin al conflicto, García Calderón no pudo regresar de inmediato al Perú. Se le prohibió retornar al país, lo que lo llevó a establecerse primero en Buenos Aires y luego en Europa. Durante este tiempo, continuó trabajando en favor de los intereses peruanos, manteniendo su reputación como un defensor incansable de la nación.
La vuelta
No fue hasta 1886 que finalmente pudo volver al Perú. A su regreso, asumió roles destacados en la vida académica y política del país. Fue rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y el primer presidente de la Academia Peruana de la Lengua, instituciones desde las cuales contribuyó al desarrollo del conocimiento y la cultura.
Su memoria ha sido honrada por el gobierno peruano con la instauración del 14 de marzo, día de su nacimiento, como el Día del Abogado, en reconocimiento a su defensa de los principios de justicia y soberanía.
El legado de Francisco García Calderón perdura como un recordatorio de la resistencia y dignidad con que los peruanos enfrentaron uno de los episodios más oscuros de su historia.