El 15 de enero de 1881, Lima fue escenario de uno de los enfrentamientos más decisivos de la Guerra del Pacífico.
La Batalla de Miraflores, conocida por su intensidad y por ser el último bastión de resistencia del ejército peruano antes de la ocupación chilena de la capital, representó el sacrificio de soldados, muchos de ellos jóvenes, y la valentía de un líder como Andrés A. Cáceres.
La tregua rota: la amenaza inminente
Durante los días previos a la batalla, se había pactado una tregua entre las fuerzas chilenas y peruanas, que debía durar hasta la medianoche del 15 de enero. Sin embargo, las tropas del general chileno Manuel Baquedano no respetaron el acuerdo.
Desde el 14 de enero, comenzaron a movilizarse hacia la ciudad de Lima con la intención de tomar el control de la capital. Mientras tanto, en las cercanías de Miraflores, el ejército peruano preparaba su última línea de defensa, con Andrés A. Cáceres al mando de las fuerzas locales.
La línea de defensa se estructuró en tres sectores bien definidos. En el flanco derecho, Cáceres tomó las riendas, mientras que el centro fue comandado por el coronel Belisario Suárez.
El flanco izquierdo, por su parte, quedó a cargo del coronel Justo Pastor Dávila. Además, se construyeron una serie de zanjas de gran profundidad, conocidas como reductos, que cubrían un extenso tramo de la zona y servían para frenar el avance enemigo.
La ofensiva chilena: el inicio del combate
A las 14:30 horas del 15 de enero, los primeros disparos se escucharon en Miraflores, dando inicio a la batalla. La distancia entre ambos ejércitos era de apenas 400 metros, y el fuego de artillería de los buques chilenos, apostados frente a la costa, alcanzó a la población cercana.
A pesar de la dura resistencia peruana, pronto cedió el primer reducto a las fuerzas chilenas. Este estaba ubicado en lo que actualmente es el malecón de la Reserva y la avenida Paseo de la República.
Cáceres, quien se encontraba dirigiendo la defensa, se vio obligado a replegarse al siguiente reducto debido a la falta de municiones y a la escasez de refuerzos.
Sin embargo, el comandante peruano no abandonó su puesto. A pesar de los constantes ataques y el peligro inminente, Cáceres continuó liderando la retirada hasta que fue alcanzado por un disparo en la pierna, lo que lo dejó gravemente herido.
La caída de la defensa peruana
Cuando Cáceres sufrió su herida, la moral de las tropas peruanas se desplomó. Y es que el avance intenso de los chilenos y la falta de recursos para seguir luchando hicieron que la defensa de Lima se vuelva en una utopía.
La retirada, que en un primer momento parecía organizada, se convirtió en un desorden generalizado. Los soldados peruanos, agotados y sin liderazgo efectivo, comenzaron a dispersarse.
En ese preciso momento, las tropas chilenas lograron tomar el control de los reductos y avanzaron sin oposición. La ciudad de Miraflores fue saqueada y quemada, al igual que ocurrió en los días anteriores en Chorrillos y Barranco.
El ejército chileno, liderado por el general Baquedano, no solo había logrado tomar la ciudad, sino que también había impuesto su dominio total sobre la capital peruana.
La ocupación de Lima: el fin de la resistencia
Tras la caída de Miraflores, el ejército chileno marchó hacia el corazón de Lima. El 17 de enero de 1881, las tropas de Baquedano finalmente tomaron la ciudad, marcando el final de la resistencia peruana en la Guerra del Pacífico.
La caída de la capital fue un golpe devastador para el ejército peruano y para la moral de la población, que presenció el saqueo y la destrucción de sus bienes.
Aunque la batalla de Miraflores representó la última defensa de la ciudad, la guerra aún continuó durante varios meses. La invasión chilena dejó una huella profunda en la historia de Perú, y la valentía de los soldados que participaron en la batalla pasó a ser una de las páginas más destacadas de la memoria nacional.