La Reserva Comunal Asháninka, ubicada en la región amazónica del Perú, es mucho más que un área protegida. Este territorio salvaguarda el hábitat de diversas especies y constituye un bastión para las comunidades indígenas asháninkas, que mantienen un fuerte vínculo con su entorno natural.
Creada en 2003, abarca más de 184 mil hectáreas en las regiones de Junín y Cusco, siendo reconocida en 2021 como parte de la Reserva de Biosfera Avireri-Vraem por la UNESCO.
Este espacio no solo protege la biodiversidad, sino también la identidad de los pueblos originarios que lo habitan.
Herederos de un legado cultural milenario
Los asháninkas forman parte de la familia lingüística arawak y son considerados uno de los grupos indígenas más numerosos de la Amazonía peruana. Habitan en zonas de difícil acceso, como las cuencas de los ríos Ene, Tambo y Apurímac.
Su cosmovisión se basa en una relación espiritual con la naturaleza, que consideran sagrada. Este vínculo se refleja en su conocimiento profundo de la flora y fauna, así como en sus prácticas sostenibles de uso de recursos naturales. Tradicionalmente, la pesca, la caza y la agricultura son actividades esenciales, realizadas en equilibrio con el entorno.
Además de su riqueza cultural, los asháninkas han enfrentado desafíos históricos, desde conflictos territoriales hasta amenazas ambientales. A pesar de ello, han logrado preservar sus tradiciones, adaptándose a un mundo cambiante sin renunciar a sus raíces.
Un santuario para la biodiversidad
Establecida el 14 de enero de 2003 mediante decreto supremo, la Reserva Comunal Asháninka se extiende por 184,468 hectáreas en el flanco occidental de la Cordillera de Vilcabamba. La reserva limita al norte y oeste con el Parque Nacional Otishi, formando un corredor natural clave para la conservación.
La flora y fauna de la reserva representan la biodiversidad de los ecosistemas de colinas y montañas bajas amazónicas. En cuanto a mamíferos, se encuentran especies emblemáticas como el jaguar, el oso de anteojos y el armadillo.
Las aves, como el gallito de las rocas y los guacamayos azul y rojo, destacan por su importancia ecológica. La vegetación incluye árboles maderables como la caoba y el cedro, además de especies tradicionales como el aguaje y la shapaja, fundamentales para los pobladores locales.
La reserva no solo es un refugio para la vida silvestre, sino también un laboratorio natural donde se puede estudiar la interacción entre la naturaleza y las comunidades humanas.
Reconocimiento internacional
En 2021, la Reserva Comunal Asháninka fue declarada Zona Núcleo de la Reserva de Biosfera Avireri-Vraem por la UNESCO. Este reconocimiento subraya su importancia para la conservación global.
Las reservas de biosfera buscan equilibrar la protección del medioambiente con el desarrollo humano sostenible, un objetivo que los asháninkas encarnan a través de sus prácticas tradicionales y su manejo comunitario del territorio.
La designación de la UNESCO refuerza el papel de la reserva como un modelo de coexistencia armónica entre las comunidades indígenas y el ecosistema. Este enfoque es crucial en un contexto de creciente presión por la expansión agrícola, la minería ilegal y la tala indiscriminada, que amenazan el equilibrio de los territorios amazónicos.
Entre la tradición y la modernidad
Las comunidades asháninkas de la reserva no solo protegen su territorio, sino que también desempeñan un rol activo en su manejo. Organizaciones locales colaboran con el Estado para asegurar que los recursos naturales se utilicen de forma sostenible.
Este modelo de gestión participativa refleja la visión de los asháninkas: un desarrollo que respete tanto su identidad cultural como el entorno natural que los define.
Además, iniciativas como el ecoturismo y la producción sostenible de bienes tradicionales buscan generar ingresos sin comprometer la integridad del ecosistema. Estos esfuerzos han permitido que los asháninkas fortalezcan su autonomía mientras comparten con el mundo su invaluable herencia cultural.