En una de las zonas más remotas de Cajamarca nació un hombre cuya voz y presencia marcarían la historia musical del Perú. De familia humilde, su vida estuvo marcada por desafíos desde su infancia.
A tan solo diez años, Miguel Ángel Silva Rubio abandonó Celendín junto a su madre, buscando nuevas oportunidades en Trujillo. Allí se dedicó a trabajos como lustrador de zapatos y vendedor de tamales, siempre con el sueño de forjarse un destino en la música.
Su capacidad para mantener viva su pasión en medio de las adversidades, se convertiría en una de las principales características de quien pasaría a la posteridad como el ‘Indio Mayta’.
La llegada del “Indio Mayta”
Fue en el ejército donde Miguel Ángel adoptó el nombre con el que sería conocido para siempre. A los 20 años, en el cuartel de Talara, el joven soldado comenzó a cantar canciones de su autoría y a llamar la atención por su estilo único.
“Indio Mayta”, una combinación de su origen y el apellido materno de su madre, no solo reflejaba su identidad, sino también un símbolo de lucha y reivindicación por los más desfavorecidos.
La elección del “Indio” respondía a su admiración por figuras populares como el “Indio Fernández”, con quien sentía una conexión.
Ascenso a la fama
Tras su paso por el servicio militar, la vida de Indio Mayta dio un giro radical. Ingresó al mundo de la música con sus primeras grabaciones en 1957, logrando captar la atención del público con canciones como “Campanitas de Quiruvilca”.
En los años posteriores, sus actuaciones fueron creciendo en importancia, y en los setenta, se consolidó como un referente del folklore peruano. Fue contratado por el gobierno de Velasco Alvarado para promover la Reforma Agraria, lo que le permitió viajar por todo el país.
Durante este período conoció al promotor Pepe Ludmir, quien sería clave en su carrera. Ludmir le ofreció un viaje a México, donde Indio Mayta no solo destacó como músico, sino también como actor en diversas películas.
Un legado musical trascendental
La voz de Indio Mayta, acompañado por su grupo “Los Huiracochas”, se convirtió en una de las más emblemáticas de la música folklórica peruana. Canciones como “El Serranito” y “La Matarina” se convirtieron en himnos de las comunidades migrantes que llegaban a Lima en busca de una vida mejor.
La autenticidad de su estilo, que combinaba la copla cajamarquina con influencias modernas, permitió que su música cruzara fronteras, dejando una huella profunda tanto en el Perú como en otros países latinoamericanos. A lo largo de su carrera, grabó más de 350 canciones, muchas de las cuales fueron de su propia autoría.
A pesar de su éxito, las dificultades no dejaron de acompañarlo. La vida de Indio Mayta estuvo marcada por momentos de lucha personal y financiera, pero nunca abandonó su pasión por la música. Aunque su salud se vio deteriorada por los años, su presencia en los escenarios seguía siendo un reflejo de su amor por el arte y por su tierra natal.
Últimos años y reconocimiento
En sus últimos años, ya con la salud deteriorada por el cáncer, Indio Mayta se mantuvo activo en la música, realizando algunas presentaciones y participando en eventos folclóricos. Abrió un restaurante en Lima, donde compartía con sus seguidores su amor por la gastronomía cajamarquina.
El reconocimiento a su legado no tardó en llegar. La Municipalidad de San Juan de Lurigancho lo distinguió como uno de sus vecinos más ilustres, reconociendo su incalculable aporte a la cultura peruana.
Sin embargo, el verdadero tributo a su vida y carrera no solo llegó en forma de premios, sino en el cariño de miles de personas que crecieron con su música y que nunca olvidaron el mensaje de lucha y esperanza que transmitió con cada una de sus canciones.
Su partida, el 19 de junio de 2010, dejó un vacío en el mundo de la música, pero su influencia sigue viva en las nuevas generaciones que continúan cantando sus melodías.