En una ceremonia solemne celebrada este sábado en el Vaticano, el Papa Francisco otorgó al arzobispo de Lima, Carlos Castillo, el distintivo título de cardenal, con lo cual devino en el sexto purpurado en la historia de la Iglesia católica peruana. Durante el consistorio público, Castillo recibió el capelo rojo y el anillo cardenalicio.
Asimismo, se le asignó la iglesia titular de Santa María de las Gracias en Casal Boccone (Roma). “Recibe el anillo de la mano de Pedro y sabe que tu amor por la Iglesia se ve reforzada por el amor del príncipe de los apóstoles”, leyó el pontífice al momento de la ceremonia, en la que se crearon otros 20 cardenales.
Con la reciente investidura de Castillo, conocido por sus severas críticas hacia la clase política, Perú cuenta simultáneamente con tres cardenales. Se une a Juan Luis Cipriani, arzobispo emérito de Lima, y a Pedro Barreto, arzobispo emérito de Huancayo.
El primer cardenal peruano fue Juan Gualberto Guevara, nombrado en 1946 por el Papa Pío XII. Su legado fue continuado en 1962 por Juan Landázuri, quien recibió el cardinalato de manos del Papa Juan XXIII y desempeñó un papel crucial en el Concilio Vaticano II.
Más tarde, en 1994, Augusto Vargas fue elevado al cardinalato por el Papa Juan Pablo II. Posteriormente, Juan Luis Cipriani asumió el título de cardenal en 2001. En 2018, Pedro Barreto, centrado en la protección del medio ambiente y en los derechos de las comunidades indígenas, fue nombrado cardenal también por Francisco.
Biografía y críticas políticas
Nacido el 28 de febrero de 1950 en Lima, Castillo cursó estudios en la Universidad San Marcos, donde obtuvo un bachillerato en Ciencias Sociales con especialización en Sociología. En 1979, ingresó al Pontificio Colegio Español de San José en Roma, donde obtuvo licenciaturas en Filosofía y Teología, y un doctorado en Teología Dogmática en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Fue ordenado diácono en 1983 y sacerdote en 1984 por el cardenal Juan Landázuri. En 2019, el Papa Francisco lo nombró arzobispo de Lima. En octubre pasado, se anunció su creación como cardenal y, tras su nombramiento, solicitó al Congreso que derogue la controvertida ley sobre el crimen organizado.
Durante la misa y el Te Deum por las Fiestas Patrias, criticó al gobierno de la presidenta Dina Boluarte por “deslealtad constitucional” y el predominio de intereses personales. “Cómo es posible que tengamos megaproyectos de inversión y nuestro pueblo siga necesitando urgentemente alimentación, 43% de los niños con anemia, 51% con amenaza de hambre o ya con hambre, 10 millones de peruanos pobres sin agua ni desagüe, 18% de jóvenes estudian y trabajan, 60% de los negocios pequeños sufren extorsión”, dijo.
Utilizó su ponencia durante una ceremonia por el Señor de los Milagros para referirse a los actores políticos, al acusarlos de ser cómplices de organizaciones mafiosas. “Dinero y ambición son locura y muerte. El tipo de unidad que la sostiene está representada por las organizaciones mafiosas, inhumanas, frívolas y absurdas. Son moralmente cómplices de ellas todos los que, directa o indirectamente, las favorecen; sea con su silencio, sea con leyes directas o indirectas, sea con su indolencia y desprecio”, apuntó entonces.
Posteriormente, en una columna publicada en el diario El País, Castillo calificó al Sodalicio de Vida Cristiana (SVC) como un “experimento fallido” que debería ser suprimido por la Iglesia por los serios abusos de poder, autoridad y manipulación espiritual dentro de la organización religiosa. Trece miembros del SVC, incluido el fundador Luis Fernando Figari, ya fueron expulsados por el pontífice.