
Científicos de Canadá plantearon que podría haber una relación entre la composición de la microbiota intestinal y los niveles de ansiedad y agresividad en perros.
El estudio fue publicado en la revista Scientific Reports. El equipo estuvo liderado por Sarita Pellowe, consultora certificada en comportamiento canino, junto con Dawn Bignell, Carolyn Walsh, Lourdes Peña-Castillo y Allan Zhang, de la Universidad Memorial de Newfoundland.
Integraron saberes de psicología, biología, microbiología y análisis informático con un objetivo en común: comprender mejor la influencia de las bacterias intestinales en la conducta animal.

“Cada vez hay más pruebas que demuestran la relación entre el comportamiento y el microbioma intestinal en la salud animal y humana. Sin embargo, aún no se comprende del todo el papel del microbioma intestinal en el desarrollo y la gravedad de los problemas de comportamiento en perros de compañía“, escribieron los autores.
Este avance representa un aporte relevante si se considera que más del 70% de los perros de compañía exhiben algún síntoma de ansiedad, según los expertos.
El trabajo recogió información de perros que vivían en hogares estables de St. John’s, Canadá, a partir de una convocatoria en redes sociales, clínicas veterinarias y comercios del sector.
Los responsables de los animales completaron primero un cuestionario sobre salud y hábitos de sus mascotas. Se usó también un instrumento que permite evaluar el comportamiento canino.

Al aplicar criterios estrictos, los investigadores seleccionaron animales de entre dos y siete años que mantuvieran la misma dieta por lo menos durante tres meses y que no hubieran cambiado de entorno en seis meses o más.
De los 494 cuestionarios originales, solo 72 perros entraron en el análisis final. Se conformaron dos grupos (alta y baja ansiedad o agresión) y se igualaron características como edad, raza, dieta y consumo de probióticos.
Los responsables de los animales recolectaron muestras fecales en un sistema que preserva el ADN, las cuales se almacenaron a 20 grados bajo cero hasta su análisis.
El ADN bacteriano permitió identificar la composición microbiana del intestino de cada perro. Se centraron en el gen 16S rRNA.
El análisis bioinformático incorporó herramientas como DADA2 para distinguir las diferentes bacterias, además de modelos de aprendizaje automático como Random Forest y Selbal para predecir a qué grupo de comportamiento pertenecía cada perro.

Estas técnicas ayudaron a identificar patrones aunque las diferencias generales en la abundancia de bacterias no fueran extremas.
Uno de los hallazgos centrales fue que el género bacteriano Blautia resultó estar constantemente asociado con perros de mayor ansiedad. Se identificó en casi todas las variantes del análisis.
La científica Pellowe dijo: “Encontramos de forma consistente que el género bacteriano Blautia se asociaba con perros que obtenían puntuaciones más altas de ansiedad en el C-BARQ”.
Los perros más ansiosos mostraron una mayor proporción de Blautia respecto de otras familias bacterianas como Oscillospiraceae y Negativicutes.
El modelo Selbal permitió clasificar a los perros con una alta precisión (AUC-ROC de 0,856), una cifra relevante que destaca la posibilidad de predecir la conducta a través del perfil bacteriano.
Los investigadores reconocieron límites importantes: aún no se puede afirmar que cambiar la microbiota cause mejoras en el comportamiento, ya que se trata de un estudio observacional.
Además, factores como estilos de vida, dieta o percepciones individuales pueden influir en los resultados.

Remarcaron que se necesitan experimentos clínicos más amplios, incluidas pruebas controladas y análisis detallados a nivel de especie bacteriana, para confirmar si la manipulación de la microbiota, por ejemplo con dietas o probióticos, podría convertirse en una vía eficaz para tratar ansiedad y agresividad en perros.
Por ahora, las conclusiones marcan un cambio de paradigma y abren el campo para tratamientos complementarios basados en la salud intestinal.
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