
La designación de un nuevo ministro de Defensa es oportuna para reflexionar sobre nuestro instrumento militar. Nos hemos convertido en un país pobre. Un gran país, pobre. Desde ahí es que tenemos que salir, para convertirnos en un gran país de ingresos medios y después en un gran país rico. Los grandes países, pobres o ricos, tienen deberes de protección y tienen deberes estratégicos que cumplir. Tenemos que estar preparados para ello.
Las fuerzas armadas argentinas han iniciado el camino de volver a ser lo que fueron en su nacimiento. Su doctrina debe ser la del general San Martín: orgullo, excelencia y ser parte de un dispositivo estratégico fuertemente vinculado a la región. Al despliegue en el terreno es necesario sumar una gran política del Atlántico Sur, que haga honor al espíritu del almirante Brown y una presencia aérea destacada, que mantenga en alto el honor de nuestros héroes de Malvinas.
Las fuerzas armadas argentinas debieran ser chicas, profesionales, operativas y del siglo XXI. Las fuerzas militares de la defensa argentina siempre serán un instrumento querido de nuestra política exterior. El objetivo que nos debemos trazar como nación, como patria, es el producto de una fuerte interacción estratégica con nuestra Cancillería y, desde ahí, con nuestros aliados, para estar a la vanguardia tecnológica y ser interoperativos con nuestros hermanos de las Américas y de las organizaciones internacionales y tratados de los que formemos parte. Así, seremos una fuerza de paz en la región y en el mundo, preparada para la acción.
En mi mirada, para que esto sea realidad, no es posible estar dedicado ni a la burocracia, ni a la medicina, ni a la previsión social, temas de los que otras áreas del Estado se podrían ocupar, sin afectar derechos. Habría que estar enfocados ciento por ciento en lo propio de la profesión militar y de su empeñamiento en la acción operativa. Por eso, me parece importante discutir y hacer nuestra una visión con la Armada comandada desde la Patagonia, el ejército desde el norte grande y la fuerza aérea desde la zona Centro, junto a los comandos tecnológicos de acción conjunta. Nuestras fronteras deberían estar custodiadas 24x7 por radares, sistemas satelitales y sistemas no tripulados.
Sería importante para una visión puramente operativa, que se pudiera remunerar el ejercicio efectivo del comando -sea de personal activo o retirado reconvocado-, sin que ello impacte en el personal retirado. Del mismo modo, al personal técnico y de alto nivel tecnológico habría que remunerarlo con ingresos de mercado, para retener a los mejores. Una fuerte política formativa es necesaria, hasta el nivel de posgrados, aquí y en el exterior.
El comandante en jefe es el Presidente de la Nación. No debería haber espacio para el conventillo, ni para la interna, para el cuestionamiento de los jefes o la indisciplina, como pasó durante la campaña electoral. Lo político corresponde al poder civil, lo militar a la operación en el terreno. Eso es lo que requieren y merecen las mujeres y hombres que quieren tener el orgullo de llevar el uniforme de la nación y estén dispuestos a dar la vida por ella.
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