El multipolarismo es uno de los rasgos de la política internacional actual. Ello significa que hoy resulta prácticamente imposible un mundo en clave monopolar, es decir, un escenario internacional y mundial en el que una sola potencia o poder mayor se encuentre por encima de otros actores y, por tanto, sea el que establezca y controle las pautas de convivencia.
Es cierto que Estados Unidos es por ahora la única potencia grande, rica y estratégica del mundo, siendo esta última cualidad la que desmarca a ese país de los demás poderes, pues, en efecto, continúa siendo el actor que cumple un papel de escala en todos los segmentos del poder internacional y mundial. China lo sigue cada vez más de cerca, pero todavía no cumple ese papel integral de poder, si bien ha logrado notables pasos, particularmente en aquello que hasta hace unos años era una importante insuficiencia del país asiático: el denominado “poder sutil” internacional.
Hay datos interesantes en relación con la supremacía y jerarquía de estos dos poderes, por ejemplo, en aquello que podemos llamar “calidad de potencia”, esto es, el porcentaje del PBI destinado al rubro de defensa: ambos actores invierten sumas muy altas en dicho rubro, particularmente Estados Unidos, pero dicho porcentaje es bajo en relación con sus enormes economías; en el caso de Estados Unidos es menos del cuatro por ciento, y en el de China se encuentra apenas por debajo del dos por ciento (datos de 2024).
En otros segmentos, ambos poderes mayores se desmarcan de otros, sobre todo en relación con el desarrollo de tecnologías profundas o críticas, desde nanotecnología hasta inteligencia artificial, pasando por biología sintética, robótica, neurociencia, semiconductores, vehículos eléctricos, telefonía, equipamiento aeroespacial, etc., es decir, las nuevas “territorialidades de poder” en las que los dos actores lideran y se proyectan a través de planes como Stargate en el caso de Estados Unidos, o la “Directriz de Inteligencia Artificial de Próxima Generación” en el caso de China.
Hace dos décadas resultaba imposible esta comparación. A principios del siglo XXI, los expertos estadounidenses Stephen Brooks y William Wohlforth estimaban que en cualquier medida de poder que se tomara entre Estados Unidos y China, por ejemplo, la economía o la investigación y desarrollo militar, el poder estadounidense se hallaba muy por delante de China y de otros (Alemania, Japón, Rusia). Ni siquiera uniendo recursos y capacidades entre ellos podían sobrepasar a Estados Unidos, dato por demás relevante, porque tras las guerras napoleónicas, el Reino Unido era claramente el líder mundial en materia de poder naval y comercial. “Pero aún en las alturas de la Pax Británica, el Reino Unido era superado en recursos humanos, naturales y armas por Rusia y Francia juntas. Y su porción del 24 por ciento del PBI entre las seis potencias líderes, al comienzo de la década de 1870, era igualada por los Estados Unidos, con Rusia y Alemania siguiéndolo de cerca. En forma similar, en el amanecer de la Guerra Fría los Estados Unidos eran claramente dominantes con su economía, así como en capacidades navales y aéreas. Pero la Unión Soviética retenía una paridad militar en conjunto y, gracias a la geografía y a su inversión en poder terrestre, tuvo una capacidad superior para capturar territorio en Eurasia”, explicaban los citados especialistas.
Hoy, de acuerdo a los escenarios que se plantean, Estados Unidos y China están configurando un nuevo bipolarismo (aunque no por ahora un orden bipolar). Sin embargo, si bien los dos poderes son predominantes, hay otros actores de rango alto e intermedio que continúan construyendo poder nacional y aspiran a poseer un lugar “bajo el sol” en la arena internacional. Por citar algunos de ellos: India, Indonesia, Turquía, Brasil, Arabia Saudita…
Se trata de un fenómeno inédito en la política internacional, pues ello no sólo refleja que por primera vez el mundo es un grabado completo en cuanto a países incorporados y nuevos jugadores de todas partes del globo, sino que posiblemente por vez primera la lista de poderes de escala estará encabezada durante la próxima década por actores extra occidentales.
Además, hay actores mayores que en algunos segmentos de poder pueden hallarse distantes de los primeros, pero ostentan la condición de “actores estratégicos de orden mundial”, es decir, actores que por sus condiciones relativas con geografía, geopolítica, capacidades, recursos, historia, capacidad de crear problemas, alianzas, etc., resulta prácticamente impensable lateralizarlos en cualquier construcción de orden o configuración internacional. Concretamente, Rusia, más allá de las dificultades que afronta para convertirse en una potencia completa, sin duda, el gran reto de sus gobernantes en el siglo XXI.
Por su parte, tras la guerra en Ucrania, la Unión Europea seguramente hará el imperioso esfuerzo para dirigirse más allá de su estatus de “potencia institucional” (algo prácticamente desconocido en la experiencia internacional) y desempeñar no solo un papel más estratégico, sino más propiamente europeo, es decir, sin la protección y tutela del “pacificador” estadounidense.
Hay algunas señales que indican que Europa está tomando conciencia de ello, por ejemplo, como consecuencia del reciente episodio en el que drones rusos ingresaron en el espacio aéreo de Polonia y fueron derribados por capacidades de la OTAN, un hecho que suma un peligroso riesgo dentro de la ya comprometida situación militar en Europa del este, la presidente de la Comisión Europea advirtió que “Las líneas de batalla para un nuevo orden basado en el poder se están trazando ahora mismo. Por eso, Europa debe luchar. Este debe ser el momento de la independencia de Europa”.
En cuanto a Japón, es pertinente considerar que el creciente poder (particularmente naval) de China, que hace tiempo llevó a que Tokio modificara la orientación de sus hipótesis de conflictos, ha incrementado significativamente el nivel de acumulación militar japonés. Sin duda que las capacidades y el despliegue de China obligan a Japón a ello, pero también, como en Europa, lo hace porque la “doctrina Trump” demanda que su “tutelado” del noreste de Asia asuma la carga de su seguridad. Ello no implica desacople estratégico, pues China y su proyección hacen necesaria la aplicación de contenciones sobre ella, y aquí Japón cumple un papel clave en todas ellas: la militar, la económica y la tecnológica.
Por otra parte, si consideramos lo que significa la condición de países con armas nucleares, hay actores de rango intermedio (Pakistán, Israel e incluso Corea del Norte) que ya ocupan un lugar bajo el sol, pues poseen una capacidad de disuasión y persuasión que les proporciona una condición de seguridad nacional casi absoluta.
En este segmento de poderío mayor en la política internacional, la estructura continúa siendo bipolar, es decir, concentrada en Estados Unidos y Rusia, pues el número de armas nucleares de ambos está muy por encima del de China. Pero, más allá de esta predominancia, el hecho es que hoy en el mundo existe casi una decena de países que poseen armas de exterminio masivo, y nadie puede aseverar que el deterioro de la situación internacional y la primacía del “interés nacional primero” no terminarán avivando a otros a desarrollar programas nucleares con fines militares.
De manera que si bien Estados Unidos y China son los actores centrales, hay otros centros en ascenso, además de realidades que nos hacen pensar si realmente estamos ante un escenario internacional de estructura bipolar.
Aparte de lo expuesto, las alianzas que tienen lugar en el mundo se forjan en función de los conflictos e intereses más que en función de las ideologías, por caso, la misma relación ruso-china. Asimismo, no estamos frente a una puja (chino-estadounidense) rígida, es decir, de lucha entre “ellos y nosotros” como fue la Guerra Fría (una rivalidad prácticamente irrepetible). Ello explica que no exista un mundo de cerrados bloques geoestratégicos, si bien podrían formarse bloques geo-tecnológicos. Por último, el comercio es global, es decir, el mercado es el mundo y el mundo es el mercado, al punto que su ruptura sería tremendamente costosa para todos.
Ahora bien, este mundo de estructura bi-multipolar se desenvuelve sin orden internacional alguno, situación que vuelve altamente incierta su evolución.
La predominancia del modelo multipolar no es en sí algo que debería preocupar, si bien hay autores como Raymond Aron que consideran que los regímenes bipolares son más estables. Lo preocupante es el contexto en el que tiene lugar ese modelo, un contexto de rivalidades entre grandes poderes, intenciones interestatales dudosas, baja cultura estratégica, alta acumulación militar, precariedad institucional, guerras en casi todas las placas geopolíticas selectivas, confrontación comercial, cooperación o “democracia” internacional estrecha en cuestiones como tecnologías críticas y amenazas biogénicas, etc.
Hace ya tiempo que el mundo discurre sin un orden que lo ampare, es decir, una configuración internacional basada en el consuno estratégico de “los que cuentan”, que lo haga más previsible y amortigüe los conflictos. Quizá el ascenso de nuevos actores dificulta la construcción de un orden, pues ya no alcanzarían las pautas de orden conocidas si no van acompañadas de la inclusión de enfoques diferentes, situación que implicaría contrariedades, pues las concepciones de orden internacional entre las potencias, por caso, entre China y Estados Unidos son diferentes, incluso lo son entre Rusia y China.
Dado que no pueden apreciarse por ahora esbozos de orden internacional, el mundo continuará en los términos actuales, pero la prima de riesgo continuará siendo media-alta. En este contexto, el comercio o globalización permanecerá como sustituto de un orden, algo así como un “mecanismo de estabilidad internacional asistida” que sin duda nunca será suficiente como proveedor de seguridad.
Últimas Noticias
Diez claves para acceder a la vivienda propia en Argentina
Incluso en un mercado desafiante, el acceso a la propiedad no es un privilegio imposible, sino una estrategia que se construye con información, planificación y disciplina

Agua y plástico: una responsabilidad empresarial ineludible
Las compañías que incorporan prácticas sostenibles logran optimizar costos, mejorar la eficiencia operativa y posicionarse como líderes en un mercado que valora la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace

El desafío de comunicar en un entorno de competencia feroz por la atención
Comunicar bien también es saber medir, interpretar señales, detectar oportunidades y ponerle número a lo intangible

Ética, control y militarización de la tecnología
ChatGPT ha llegado a dar instrucciones para armar una bomba casera o autolesionarse, mientras algunos modelos de IA están siendo utilizados en intentos de operaciones de extorsión y estafas a gran escala, ciberataques sofisticados e intrusiones de inteligencia

El cielo en disputa: soberanía aérea y los nuevos desafíos de seguridad internacional
Drones de bajo costo, aeronaves de combate, misiles de largo alcance y operaciones preventivas están transformando la función del espacio aéreo: de límite jurídico y marco regulatorio, a un escenario de confrontación estratégica. Del Medio Oriente al flanco oriental de la OTAN, las incursiones aéreas revelan una tensión creciente entre seguridad, derecho internacional y capacidad real de control
