
Cada año, la Semana Mundial de la Lactancia Materna nos invita a reflexionar sobre el valor de esta práctica para la salud de niños/as, madres y la sociedad en general. La lactancia materna se celebra en los discursos, pero se dificulta en la práctica. ¿Cómo sostenerla cuando el tiempo falta, el trabajo apremia y el entorno no acompaña? Amamantar no debería ser una tarea solitaria ni un privilegio reservado a quienes logran sortear obstáculos. Requiere apoyos concretos, políticas públicas efectivas y un compromiso social real que acompañe esa decisión desde el comienzo.
La lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y complementaria hasta los dos años o más, según recomienda la OMS, es una de las estrategias más efectivas para promover la salud y reducir la mortalidad infantil. Además, mejora el bienestar físico y emocional de las madres y fortalece el vínculo temprano, favoreciendo un desarrollo infantil más saludable. Esto incide en la construcción de capital humano y convierte a la lactancia en una práctica clave para el desarrollo sostenible.
En Argentina, 9 de cada 10 niños/as de hasta seis meses reciben leche materna, aunque solo el 53% lo hace de manera exclusiva durante ese período, según la última Encuesta Nacional de Lactancia. Esta práctica se vuelve más difícil de sostener con el tiempo: entre los 2 y 6 meses, la lactancia exclusiva cae del 54% al 45%. Si bien estos niveles superan el promedio regional, persisten importantes desigualdades según nivel educativo, región y tipo de cobertura de salud.
Desde CIPPEC consideramos que se requieren esfuerzos sostenidos para garantizar que todas las familias tengan las mismas oportunidades de iniciar y sostener la lactancia. No se trata solo de una decisión individual, sino de una responsabilidad colectiva que demanda entornos sociales, laborales y sanitarios que la apoyen. Y, para ello, necesitamos políticas públicas más robustas y equitativas.
Una de las condiciones clave para sostener la lactancia es contar con tiempo disponible. En Argentina, las licencias por maternidad no cubren los seis meses recomendados de lactancia exclusiva y, casi el 40% de las mujeres ocupadas no accede a este derecho al no tener un empleo registrado. Por otro lado, las licencias por paternidad son las más cortas de Sudamérica, de tan solo dos días para el sector formal. Esta asimetría recarga a las madres y limita la construcción de entornos de apoyo. Avanzar hacia un régimen de licencias más inclusivo y corresponsable es clave para promover la salud pública, la equidad de género y los primeros cuidados.
Uno de los principales motivos de abandono de la lactancia es la vuelta al trabajo, que muchas veces implica una interrupción no deseada. En ese sentido, se requieren condiciones que hagan compatible la lactancia con el espacio laboral: horarios adaptados, teletrabajo, espacios para amamantar o extraer leche, y una cultura organizacional que lo permita. Sin embargo, sólo el 10% de las empresas en Argentina dispone de salas de lactancia, y apenas el 31% ofrece teletrabajo como opción, según datos del Ministerio de Trabajo (2023). Asimismo, menos de la mitad de las empresas declara implementar alguna medida para facilitar la lactancia, lo que revela que aún hay un amplio margen de mejora.
Además de estos obstáculos, muchas madres enfrentan barreras invisibles y menos reconocidas: dolor físico (grietas, mastitis), impacto emocional (ansiedad, tristeza, depresión posparto), percepción errónea sobre la cantidad y calidad de la leche, presiones familiares y barreras dentro del sistema de salud. A su vez, persiste un alto desconocimiento de los derechos laborales vinculados a la crianza: licencias por enfermedad de hijos/as, reducciones horarias por lactancia, reintegros por gastos de espacios de cuidados, entre otros. Combatir la desinformación es urgente: contar con información clara y oportuna permite a las familias decidir lo que mejor se adapta a sus necesidades.
Amamantar no debería ser una tarea solitaria. Requiere preparación, contención y un entramado de apoyos que respalden esa decisión. Sostener la lactancia, especialmente en contextos de vulnerabilidad, exige voluntad política, inversión pública y compromiso social. La lactancia materna es una responsabilidad compartida. Acompañarla con políticas adecuadas es cuidar el presente y el futuro de nuestras infancias.
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