
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que, por un lado, Argentina es un verdadero supermercado de recursos: renovables y no renovables, alimentos, energías, entre otros. Sus góndolas están repletas de oportunidades, aunque con pocos repositores con ideas o tareas concretas, ya que casi no requieren ser reabastecidas debido a la escasa demanda.
¿Y por qué la demanda es tan baja? La respuesta no es única ni sencilla, pero puede resumirse en varios factores: una notable falta de infraestructura logística; una macroeconomía aún en proceso de consolidación y con no pocos interrogantes; reformas estructurales todavía pendientes; un sistema impositivo complejo y difícil de desmontar; un alto grado de aislamiento económico, que apenas intenta avanzar con algún tratado de libre comercio, aunque sea de mínima relevancia. A eso se suma una parte considerable de la dirigencia política a la que no le interesa el desarrollo del país, o directamente no le interesa innovar en absoluto; un sector empresarial cómodo con la histórica protección arancelaria; un sindicalismo estático, atrincherado en sus privilegios; y varias otras yerbas.
Por otro lado, el mundo se enfrenta a crecientes complicaciones en las cadenas de suministro, lo que se conoce como disrupciones en la supply chain. La región Asia-Indo Pacífico sigue desconectada de Europa, mientras que China y Estados Unidos continúan en su tira y afloje comercial, forzando a sus cadenas de valor a buscar nuevos horizontes, con impacto negativo tanto en sus propias economías como en las de sus aliados. Estados Unidos acaba de anunciar una caída del 0,3% en su economía durante el primer trimestre de 2025, lo que, anualizado, proyecta una contracción del 1,2% en la primera economía del mundo. Además, registró un déficit comercial de 141 mil millones de dólares en 2024, frente a una proyección inferior a los 70 mil millones para 2025, lo que en parte explica la caída del PBI estadounidense y la de sus socios: Canadá y México, cuyas economías dependen fuertemente de ese país.
Los gobernadores deben planificar giras al exterior, definir objetivos, profesionalizar presentaciones y proyectar una imagen firme de cambio
Aun así, surgen algunas perlitas que vale la pena observar: según la OCDE, tanto Argentina como China figuran en el top ten de países con mayor crecimiento económico proyectado para 2026. Sí, leyó bien, estimado lector. China aparece en el cuarto puesto con un 4,34% (lo cual no sorprende), y Argentina en el quinto, con un 4,30% (lo cual no sorprende, sino que ¡asombra!).
Otro dato interesante: entre los diez primeros no figuran ni Estados Unidos, ni Canadá, ni México. A primera vista, podría decirse que China tiene hoy cadenas de valor mucho más atomizadas que las estadounidenses, mientras que Argentina -salvando las enormes diferencias- empieza a recoger los frutos de lo poco que ha avanzado (en términos relativos) en reformas de fondo. No es que no haya avances, pero convengamos que lo verdaderamente estructural, lo que posicionaría al país en una senda sostenida de crecimiento y desarrollo económico, todavía está por hacerse.
Y aquí entra en juego el rol de las provincias, junto con una humilde sugerencia: no esperen asistencia económica de la Nación, porque no va a llegar. Salgan al mundo a buscar inversiones, de forma conjunta o individual, con presentaciones profesionales, transmitiendo una imagen seria y honesta, mostrando tanto las limitaciones como las oportunidades que pueden generarse desde los recursos, la generación de valor y la infraestructura.
Las provincias deben ser proactivas. No hay que esperar a que los llamen, porque eso no va a pasar
En este último punto, la demanda supera ampliamente a la oferta. Tomemos el caso de Vaca Muerta, la minería, el litio, la agroindustria, las energías renovables, el hidrógeno verde, la exploración offshore. El rubro que se tome, está lleno de oportunidades vinculadas al transporte fluvial y marítimo, ferrocarriles, terminales portuarias, rutas, pasos fronterizos, plataformas logísticas, corredores bioceánicos, transporte aéreo de cargas y pasajeros, construcción y reparación naval, energías marinas, integración física con Brasil y Chile, tecnologías de transferencia, y mucho más.
Los gobernadores deben planificar cuidadosamente una serie de giras al exterior, definir con claridad los objetivos, profesionalizar sus presentaciones en inglés correcto, con interlocutores de peso, y proyectar una imagen firme de cambio. México y Canadá llevan años intentando reducir su dependencia comercial con Estados Unidos, relación que ciertamente les fue muy beneficiosa hasta ahora, pero que hoy los expone a los vaivenes de una excesiva concentración.
Este es, justamente, el momento en que Argentina y el Mercosur deben tomar el toro por las astas e iniciar gestiones decididas para acercarse a estos países, que —vale recordarlo— fueron duramente maltratados por el presidente Trump, fiel a su estilo.
Otro camino prometedor es el acuerdo Mercosur-EFTA y el aún pendiente Mercosur-Unión Europea, desde la lógica de las economías de carbono: una prioridad para Europa y una oportunidad para nosotros, si sabemos atraer inversiones productivas respetuosas del ambiente.
Las provincias deben ser proactivas. No hay que esperar a que los llamen, porque eso no va a pasar. El mundo está lleno de oportunidades, pero también de una competencia cada vez más intensa. Quedarse inmóviles es perder terreno. Es momento de pasar de la expectativa a la acción, con decisión, estrategia y visión de futuro.
El autor es Director de la Especialización en Comercio Internacional y en Economías Regionales de la Universidad Austral
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