
En su primer discurso ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa León trazó las líneas fundamentales de su pontificado, marcado por una fuerte continuidad con el legado de Francisco, pero con sello propio. Paz, justicia y verdad fueron las tres palabras clave que organizaron su mensaje, en un contexto global atravesado por conflictos armados, desigualdades crecientes y una desorientación moral que se cuela en el entramado social y cultural.
Con un tono sereno y pastoral, León agradeció los mensajes de apoyo recibidos tras su elección, y las condolencias por la muerte de Francisco, “incluso de países con los que la Santa Sede no mantiene relaciones diplomáticas”. Fue un gesto que interpretó como signo de estima y una invitación a profundizar vínculos.
La diplomacia pontificia, dijo: “no persigue privilegios, sino que nace de la vocación pastoral de la Iglesia: una urgencia evangélica que se pone al servicio de la humanidad”, siguiendo el ejemplo de su predecesor, que supo estar atento “al clamor de los pobres y los marginados, y a los desafíos de nuestro tiempo, desde la protección de la creación hasta la inteligencia artificial”.
La paz como tarea del corazón
En tiempos donde los conflictos armados proliferan —y no sólo los bélicos, sino los cotidianos, “en casa, en el trabajo, en la sociedad”—, el Papa invitó a pensar la paz no como una pausa frágil, sino como un don que compromete y transforma. “La paz se construye en el corazón”, afirmó, y alertó sobre el poder destructivo de las palabras, tanto como de las armas.
Desde esta mirada, propuso revitalizar la diplomacia multilateral, frenar la carrera armamentista y volver a las raíces del diálogo interreligioso, que solo es posible donde se respeta la libertad religiosa.
En su mensaje, el Papa León subrayó con firmeza la importancia del diálogo como herramienta clave para la construcción de la paz. No se trata, explicó, de una estrategia diplomática, sino de una actitud del corazón, que prefiere el encuentro antes que la confrontación. En este sentido, destacó el valor del diálogo interreligioso como camino para favorecer contextos de paz y purificar el corazón de toda tentación de violencia. Esta línea pastoral lo emparenta directamente con su predecesor, el Papa Francisco, quien en Fratelli tutti escribió: “El diálogo perseverante y valiente no cancela las diferencias, pero puede ayudar a encontrar puntos comunes para construir juntos el bien común” (Fratelli Tutti 203). León retomó este espíritu de apertura al otro, reafirmando que la libertad religiosa es condición indispensable para que ese diálogo sea auténtico y fecundo.
Justicia con rostro humano
Al mencionar su elección del nombre “León” en referencia a León XIII —autor de la encíclica social Rerum novarum—, el Papa actualizó el llamado a una justicia que mire a los más vulnerables. Advirtió sobre las crecientes desigualdades, tanto entre países como dentro de las propias sociedades, y pidió un compromiso real por parte de los gobernantes para construir “sociedades armónicas y pacíficas”.
Lo hizo subrayando valores clásicos de la doctrina social de la Iglesia: el cuidado de la familia como célula fundamental, la defensa del niño por nacer, del enfermo, del migrante y del anciano. León, hijo de inmigrantes y él mismo migrante, se reconoció en esas trayectorias: “La dignidad es siempre la misma, la de una criatura querida por Dios”.
Verdad con caridad
Por último, el Papa abordó el tema de la verdad en tiempos de confusión informativa y discursos ambiguos. Llamó a superar las “percepciones distorsionadas de la realidad” y a recuperar un lenguaje claro, aunque incómodo. “La Iglesia no puede eximirse de decir la verdad sobre el hombre y el mundo”, afirmó, aunque matizó que esa verdad “nunca está separada de la caridad”.
En tiempos de inteligencia artificial, migraciones masivas y crisis ecológica, León propuso una verdad encarnada, capaz de unir más que dividir, porque “nadie puede afrontar solo los desafíos que tenemos por delante”.
Con este primer mensaje al cuerpo diplomático, el Papa León dejó claro que su pontificado no esquivará los temas complejos ni las tensiones del presente, pero los abordará desde una mirada evangélica que no se resigna a la indiferencia.
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