
Se ha reavivado el debate sobre la reforma laboral a partir de su inclusión en los términos del reciente Acuerdo firmado con el FMI. No obstante, es un asunto que está presente en la agenda desde hace tiempo y, además, el gobierno actual delineó varios aspectos vinculados a esta materia en el proyecto de Ley de Bases; algunos de los cuales se aprobaron y otros quedaron, por ahora, estacionados, veremos con qué destino.
Es preferible hablar de modernización de las relaciones laborales. La palabra ‘reforma’ carga desde hace tiempo con una connotación negativa, producto de sesgos que conectan con potenciales pérdidas de derechos, más allá de las intenciones de los actores involucrados. Por lo tanto, se aborda como una amenaza que, obviamente, bloquea la posibilidad de arribar a decisiones que permitan avanzar.
La situación actual es compleja, pues combina cierta rigidez en las modalidades de contratación con altos costos impositivos y previsionales que, entre otros aspectos, influyen en la persistencia de un escenario de informalidad laboral que representa, aproximadamente, el 40% de la fuerza laboral del país.
Por otra parte, más del 70% del empleo es brindado por las PyMES para las cuales es muy dificultoso afrontar los costos que exige el trabajo registrado; aunque se ha avanzado otorgando facilidades para promocionar el empleo formal como incentivos fiscales para quienes registren a sus empleados y exenciones de aportes patronales durante los primeros dos años de contratación.
Ante este panorama, sumado al nivel exponencial con que se producen los cambios tecnológicos y el aporte que significa la inteligencia artificial aplicada a las herramientas y a la automatización de los procesos de trabajo, parece imprescindible que la modernización de las relaciones laborales sea un objetivo presente para el diálogo entre los actores clave: gobierno, sindicatos y empleadores.
Hay puntos prioritarios para abordar:
La carga impositiva y previsional
Creo que se debería explorar una modalidad que apueste a generar volumen de contribuyentes a través de la reducción de la carga fiscal y la facilidad para la registración del trabajo. Apostaría a que ofrecer un costo por empleado menor haría crecer la cantidad de empleadores dispuestos a formalizar a sus colaboradores versus el riesgo de asumir penalidades, juicios e indemnizaciones.
El cese laboral
Es uno de los puntos de mayor debate pues el sistema de desvinculación y sus consecuentes indemnizaciones representan un costo relevante para el empleador, y su potencial modificación genera preocupación en los gremios y sus representados, lo perciben como una posible precarización y pérdida de derechos adquiridos.
Estimo que en este tema se debería prever un período de transición y de abordaje diferencial para quienes han trabajado la mayoría de su trayectoria laboral con el esquema actual, y acordar un nuevo escenario de compensación a través de un fondo de cese laboral financiado mensualmente para quienes se incorporan al empleo formal. Es clave encontrar mecanismos que apalanquen la creación de trabajo registrado, especialmente en el mundo de las PyMES, para que los colaboradores tengan la protección social correspondiente y los empleadores una estructura de costos laborales razonable para minimizar los riesgos y promover la generación de empleo.
Nuevas y flexibles modalidades de contratación
Aquí hay oportunidades, por ejemplo, impulsando la inclusión de condiciones para las contrataciones a tiempo parcial o por proyecto. La alternancia entre el trabajo presencial o vía remoto, basada en el acuerdo de las partes. Mayor flexibilidad en la segmentación de beneficios que le permitan optar al empleado en distintos tiempos de su trayectoria laboral sin que esto signifique un riesgo de conflicto legal para el empleador por la variación de las condiciones del “paquete” de compensaciones del colaborador.
Estamos ante un desafío crucial que exige mantener conversaciones efectivas y acuerdos ejecutables para los actores mencionados: gobierno, sindicatos y empleadores.
El mercado laboral está interpelado por la velocidad de los cambios, la convivencia intergeneracional y el propósito de inclusión, el impacto de las nuevas herramientas y las automatizaciones que requieren de una formación más ágil para su adopción.
Es clave que estemos a la altura de este objetivo.
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