
¿Es la incertidumbre política y económica observada en las últimas semanas un fenómeno pasajero o una situación permanente? Responder correctamente esta pregunta es central. La primera alternativa no debería demandar más acciones, por parte de las empresas, que protegerse y aguardar por tiempos más tranquilos. En el segundo caso, si consideramos que las tensiones comerciales y geopolíticas son estructurales, debemos reflexionar qué herramientas necesitamos para navegar estas aguas inciertas. Las implicancias para las empresas de uno u otro enfoque no son menores.
La incertidumbre global y local
La política de aranceles recíprocos del presidente de EEUU, Donald Trump, desató, en abril de este año, un shock sin precedentes en los mercados, ajustando a la baja las perspectivas de crecimiento global y elevando el riesgo sistémico. Este golpe en la mesa, que obligó a más decenas de países a renegociar sus aranceles bilaterales, refleja no solo el liderazgo disruptivo y personalista de Trump, quien modera tras golpear, sino también un conflicto más profundo entre Estados Unidos y China. Se trata de un conflicto estructural entre las dos superpotencias con aspiraciones hegemónicas. Es decir, son como placas tectónicas que cuando se mueven, el mundo cruje.
La volatilidad política y económica en Argentina no es nueva. La irrupción de un partido político liberal con pocos años de historia que llega al poder es, por supuesto, un evento novedoso. Poco tiempo después, luego de un duro ajuste, la economía comienza a crecer, la inflación cede y las empresas descubren que deben redefinir sus modelos productivos para un ciclo expansivo, dejando atrás el modo defensivo. La normalidad económica parece instalarse y se sientan las bases de un crecimiento sostenido en el tiempo.
Sin embargo, los consensos políticos, garantes indispensables de la continuidad en el mediano y largo plazo, aún no florecen. Sin lugar a dudas, esto constituye una gran fuente de incertidumbre en el corto y mediano plazo. La ciencia económica ha probado acabadamente la necesidad de marcos institucionales sólidos y estables como condición necesaria, aunque no suficiente, del desarrollo económico.
Entonces, la incertidumbre y la volatilidad parecen ser eventos cíclicos que presentan picos y valles más que sucesos espontáneos y transitorios. En esta línea, si miramos los últimos cinco años, observaremos múltiples sucesos supuestamente extraordinarios como la pandemia, la guerra en Europa, la inflación global, la desaceleración de la economía de China, los conflictos en Medio Oriente y los cambios de signo político en Brasil y en Argentina. Es decir, un continuo devenir de eventos impactantes. Tomando las ideas Heráclito, lo único constante es el cambio.
Estar preparado para la volatilidad
En un entorno de alta incertidumbre, las empresas deben emplear herramientas de gestión de riesgos para evitar ser continuamente sorprendidas. Primero, es crucial identificar la naturaleza de los acontecimientos y sus determinantes. Luego, deben definirse escenarios alternativos mediante análisis prospectivos, modelando los impactos de los eventos futuros y preparando planes de contingencia para los principales escenarios. Para esto, es necesario identificar sus principales exposiciones y evaluarlas cuantitativamente, ajustando su exposición al riesgo.
Como respuesta, es posible establecer estrategias de coberturas financieras, como contratos futuros para protegerse de las fluctuaciones de los precios de las materias primas o de las monedas, y operativas, como diversificar los proveedores ante disrupciones en las cadenas de suministros. Estas herramientas, aplicadas organizadamente, permiten a las empresas continuar sus planes de negocios aún en escenarios inciertos.
Si las empresas no agudizan su capacidad de anticipación y construyen estrategias de protección, siempre estarán sorprendidos por la volatilidad y la incertidumbre.
El autor es profesor de Gestión de Riesgo en IAE Business School
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