
El sábado 12 de abril, el Ballet Estable del Teatro Colón, en la sala principal, representó Carmen. Se trata de un ballet en dos actos basado en la ópera homónima de Georges Bizet, con libreto de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, inspirado en la novela de Prosper Mérimée, con arreglos musicales de Albena Dobreva, coreografía de Marcia Haydée, diseño de escenografía y vestuario a cargo de Pablo Núñez, y diseño de iluminación por Ricardo Castro. La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, bajo la conducción de Diego Censabella, acompañó la función.
Carmen es la primera obra que presenta el Director Julio Bocca en su gestión, coincidente con la celebración del centenario de otro de los cuerpos estables, el Ballet, y demostró un gran nivel en todos los aspectos de su producción.
Georges Bizet (1838-1875) seguramente no imaginó que sus melodías serían inmortales, permaneciendo en el oído de tanta gente en todo el mundo, incluso de aquellos que no cultivan el género. Graduado en el Conservatorio de París y habiendo recibido premios, fue profesor y realizó muchas adaptaciones de obras para piano y canto. El Pescador de Perlas es otra de sus obras, aunque Carmen es sin duda su composición estrella. Fue estrenada el mismo año de su muerte, y la crítica fue muy dura. El tiempo, que suele ser el mejor juez en muchas circunstancias, la coronó con todos los galardones. La trama es muy conocida: sintéticamente, trata de un triángulo de pasión con trágico final.
En la piel de Don José estuvo Federico Fernández, primer bailarín de la Compañía e integrante del Ballet Estable desde 2004. Fue discípulo de Raúl Candal. El torero Escamillo fue representado por Juan Pablo Ledo, quien integra el Ballet Estable también desde 2004, es primer bailarín de la Compañía y se formó con Lucía Wurst y en el ISATC. Tanto el desempeño de Fernández como el de Ledo estuvo a la altura de las exigencias de ambos personajes. La prestancia, la seducción, capote y espada en el caso del torero, y los distintos momentos por los que se ve afectada la personalidad de Don José. La expresividad en el desplazamiento. Excelentes ambos.

Camila Bocca tuvo la responsabilidad de ser Carmen en el escenario. Debe su formación a Beatriz Torres y Leorkis Cala Durand e integra el Ballet Estable desde 2015. Carmen es bella, posee una personalidad arrolladora y extrovertida. Integra un pueblo nómade que camina en procura del sustento; cada día puede venir con dolor o prodigar oportunidad. La vida la llevó a ser habanera. Conoce el arte de la seducción tanto como la violencia más cruel e ignora el temor. Se tutea con la osadía. No responde a las normas de la burguesía. Pues bien, Camila Bocca puso en escena a esa misma Carmen. Lo hizo con destreza, convicción y una gran expresividad hasta el final.
Por recordar solo una parte, el prolegómeno de la tragedia es espléndidamente actuado y sucede en la escena III del segundo acto, en Sevilla, frente a la Plaza de Toros, cuando Don José observa pasar a Carmen elegantemente vestida, del brazo de Escamillo (se escucha la aragonesa del inicio del cuarto acto de la ópera). El público vitorea al torero. Y le sigue el desenlace del drama, que es actuado y danzado a la perfección por la pareja protagonista. Don José aparta a Carmen e intenta por todos los medios que regrese con él, recobrar el fuego, pero ella lo rechaza insistente y categóricamente. Así, la tensión va escalando; discuten acaloradamente. Don José saca un cuchillo, que Carmen observa, pero no se amedrenta. Él la mata. El rojo del telón de fondo de la escenografía opera como marco perfecto en todo el desarrollo de esta última parte. La plasticidad y armonía que guardan aún en el desencuentro es destacable.
Tanto la dueña de la fábrica, en escena por Amalia Sosa Guerrero, el primer oficial por Alejo Cano Maldonado y Antonio Leborans en el segundo oficial, estuvieron a la altura de las circunstancias, con excelente desempeño. El conjunto de la Compañía luce todo su talento en la escena de la taberna.
La coreografía fue de altísima calificación, habiendo observado hasta el detalle en cada momento de la obra, y se debe a una de las más destacadas bailarinas de su generación, la brasileña Marcia Haydée. Formada en la Sandler’s Wells School de Londres (actual Royal Ballet School), trabajó con las más importantes compañías de danza del mundo. No es eso todo, dado que ha bailado junto a partenaires como Rudolf Nureyev, Baryshnikov y Jorge Donn, entre otros. Durante dos décadas fue directora del Ballet de Stuttgart, también del de Santiago. Realizó coreografías propias no solo para Carmen, sino también sobre El Lago de los Cisnes, La Bella Durmiente y otras. En 1961, John Cranko la incorporó al Ballet de Stuttgart como Primera Bailarina. No solo eso, sino que fue su musa, dado que creó para ella los roles femeninos principales de varias obras, entre ellas Romeo y Julieta (1962), que fueron llevadas a los principales teatros del mundo. Homenajeada en el Teatro Bolshoi de Moscú con el premio Benois, entre muchas otras distinciones, se encuentran el Premio Nijinsky (2003) y la Cruz Federal de Mérito de Alemania (2009).
En suma, un espectáculo que pone a las claras el alto nivel del Ballet Estable, la orquesta, su director y el resto de los equipos imprescindibles para obtener el resultado de excelencia.
Para cerrar, ponemos de relieve algo que aparece muy acertado: el Director General, Gerardo Grieco, desde la primera función del Ballet, comenzó una etapa de conversatorios en el espacio que está en el lateral derecho del ingreso al teatro, sobre la calle Tucumán del Foyer. Esto se desarrolla una hora antes de cada función. El compositor y docente Félix Adrogué dialoga con miembros del equipo creativo y artístico, para suministrar a los asistentes más elementos de valoración sobre la creación original, la versión en escena y la producción del Teatro Fábrica.
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