
Por esas vueltas de la historia y el destino, la geopolítica puede ser un ancla o una embarcación de rescate para los países de segundo y tercer orden en la jerarquía del poder global. Asistimos a un mundo que, por primera vez en 500 años, no presenta consensos académicos ni a nivel de tomadores de decisión acerca de algo tan básico como en qué polaridad o estructura de poder vivimos.
Si partimos de fechas simbólicas como la caída de Constantinopla en 1452 hasta 1945, a nadie le cabía duda de que había una sucesión de multipolarismos. O sea, más de dos o tres grandes potencias. Entre 1945 y 1989, todos acordes de estar en un formato bipolar entre los EEUU y la URSS.
La famosa tercera posición peronista no era precisamente una guía para el propio Perón. El tres veces Presidente argentino no dudó en exiliarse en cuatro dictaduras aliadas de los EEUU y una democracia y protectorado de Washington como era Panamá. Ni qué decir de la confrontación frontal de Perón con el marxista-leninista ERP y luego con Montoneros.
Desde 1989, con la caída del Muro de Berlín y el colapso del imperio soviético, hasta bien entrado el siglo XXI, el consenso era estar condicionados por el unipolarismo de los EEUU.
Solamente en los últimos 10 años, poco más o poco menos, aflora el disenso entre los que decimos que estamos en una bipolaridad EEUU vs. China y aquellos que están persuadidos del ascenso de una multipolaridad.
Los partidarios de ideas como el Sur Global y de la relevancia y solidez de esquemas como los BRICS y su ampliación a otra decenas de Estados, están claramente en esta postura. El gobierno de Lula III y Putin son dos de los más claros exponentes políticos de esa posición. China, en cambio, actúa como si el mundo fuese bipolar, pero con retórica Sur Sur y multipolar.
Los gobiernos de Obama, Trump I, Biden y Trump II, han puesto a China como el único polo relevante a confrontar. La dependencia económica y comercial de Rusia a partir de la guerra con Ucrania no hace más que consolidar la idea de la bipolaridad Washington y Beijing más que un supuestos multipolarismo.
En nuestra región, el gobierno de Milei ve al mundo como bipolar en el plano estratégico. Marcando una clara diferencia con Lula III, Petro, Boric, etc. Esta apuesta política e ideológica del Presidente argentino por los EEUU, y más precisamente por Trump a lo largo del 2023 y 2024, es uno de los factores explicativos de la decidida ayuda que Washington ha canalizado por medio de su importante peso decisorio en el FMI, Banco Mundial y BID. Así como la anunciada y muy poco usual llegada a la Argentina (más aun no estando prevista una gira entre varios países, y ni qué decir del escenario de turbulencia económica que vivimos a partir de la guerra de tarifas) del poderoso Secretario del Tesoro de los EEUU.

Las próximas horas, días y meses dirán si habrá algún mecanismo de asistencia bilateral EEUU tal como hizo ese país en 1994 y 1995 para respaldar a México durante el Tequila y a nuestro país, en muchas menor escala, en la misma época.
Hay que remontarse al 2001 y al 2016 para registrar la presencia de secretarios del Tesoro en Buenos Aires. En el primer caso, el ataque terrorista del 11 de septiembre 2001 borro a América Latina en general y a la Argentina en particular de mapa geopolítico de los EEUU. La crisis de diciembre 2001 fue vista a la distancia e indiferencia en Washington. En 2016, se trataba de un funcionario de un gobierno que estaba por terminar a partir de la salida de Obama del poder.
La visita de esta lunes 14 de abril no podría ser más diferente. Trump II ha puesto un fuerte foco en el hemisferio americano. Desde sus dichos sobre Panamá, Groenlandia, Golfo de México, los Polos, las rutas marítimas estratégicas, el tema explotación de las vitales tierras raras para la industria tecnología de uso civil y militar y la necesidad de contener el avance económico comercial, político y estratégico de China en la región. Otra gran diferencia es que el actual gobierno estadounidense recién comienza. Hagamos una pausa en el plano internacional y bajemos al melodrama de versiones y operaciones políticas, mediática y económica que hemos tenido en nuestro país en los últimos meses. O sea la trastienda que antecede los anuncios del ministro Caputo y del Presidente Milei el pasado viernes 11 de Abril.
Un problema clave con los consejos que diversos economistas y opinólogos venían esparciendo a lo largo de estos meses era que la propuesta de devaluación solo se podía dar de manera ordenada, o mucho más ordenada, con una ayuda masiva del FMI y otros organismos bajo presión de los EEUU. Hacerlo sin eso era pegarse un tiro en la cabeza, a la vez que seguir con la estrategia del gobierno era ir a hacia el precipicio día a día. Más aun en plena convulsión global. Ese era el dilema. La diferencia entre estar en una oficina privada con computador y pantallas con índices y números y el estar sentado en puestos de decisión del Estado. En términos del gran sociólogo M. Weber, la diferencia entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.
Como dice el dicho, uno está parado donde uno está sentado. Los mismos economistas, muchos de ellos bien intencionados, decían que había que sincerar el precio del dólar y, al mismo tiempo, que no llegaría más de 4000 o 6000 o 8000 millones de dólares de libre disponibilidad. Así como que había mucho de humo y exageración en la relación Trump Milei y el supuesto interés de Washington en ayudar. O sea, sin el respaldo para hacer lo que sugería.

Por eso, hace meses que el debate de Caputo con el FMI y otros fue seguramente pasar de esa cifra a 15.000 millones de dólares y sumando todo, a 23 mil millones de dólares en 2025. Hubo que esperar a que el equipo de Trump se sentara el 20 de enero y que se acomodaran en sus asientos y botoneras. Eso llevo lógicamente tiempo. Mas aun en la declarada guerra geopolítica comercial con China.
De los mal intencionados por razones políticas con sueños húmedos de diciembre 2001 y o de timba financiera ligadas a devaluación no vale la pena hablar ya que eso no se guía por criterios propios de un debate académico y político sano. La masiva e inédita libre disponibilidad del 75% tiene un título y un subtitulo: Trump y contener a China. No casualmente, horas antes del anuncio del acuerdo formal con el FMI, Beijing comunicó una más que rápida renovación del swap por 4800 millones de dólares por 12 meses más.
Volviendo al comienzo de este artículo, si en el 2001 la geopolítica nos saco de la cancha, en el 2025 nos da una nueva oportunidad. Estará en la manos de los decisores argentino y en la oposición no radicalizada saber aprovechar esta inmensa oportunidad.
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