Francisco y la enfermedad

En medio del dolor físico, el papa Francisco ofrece un testimonio vivo de esperanza y humildad que conmueve a millones de fieles unidos por la plegaria silenciosa y solidaria

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El llamado de Mateo, pintura
El llamado de Mateo, pintura de Caravaggio

“Miserando atque eligendo” (trad. “lo miró con misericordia y lo eligió” - San Mateo, 9:9-13): lema que Jorge Mario Bergoglio adoptó para su consagración episcopal cuando fue ungido obispo, cardenal y pontífice.

“Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo” (papa Francisco, homilía en La Habana, 20/9/2015)

Somos millones los fieles que, desde la manifestación de la enfermedad de nuestro santo Padre Francisco, estamos conmovidos, rezamos, caminamos juntos, celebramos y pedimos a Dios por él. El más grande de los cristianos del mundo actual, decimos nosotros. Como él dice, se abajó, se hizo pequeño, débil, frágil, doliente. “Pulmonía bilateral”, dijeron los médicos del Hospital Gemelli de Roma. Claro que, en el interior del cuerpo grueso por demás, cercado por la falta de oxígeno, el alma encendida siguió iluminando como si nada. El deseo de transfigurar los males de esta tierra y ahora, entre ellos, recuperar su cuerpo enfermo. Ahí estaban vivas sus aspiraciones y las nuestras. Y tras 38 días de internación, Jesús puede decirle: “Tu fe te ha salvado”.

En las primeras horas del 14 de febrero, cuando podíamos representarnos a un Jorge Mario postrado en la cama del hospital, rodeado de cánulas y cables, pantallas y enfermeros, recurrimos a la oración, y en medio de la oración apareció la imagen de la parábola del buen samaritano que constituye el eje central de su magistral Enc. pontificia Fratelli Tutti.

Haciendo una traslación de lo que ahí se relata a los sucesos recientes, vemos en el lugar del samaritano a un moderno equipo de profesionales de la salud pública italiana, médicos y enfermeros. Recordemos que el samaritano, conmovido al advertir a un hombre malherido tirado a un costado del camino que une Jerusalén y Jericó, lo ve, se conmueve, saca de sus alforjas el vino y el aceite, lava sus heridas, lo cuida y lo pone al cuidado de un posadero, pagando por él para que esté salvo. Ahora los médicos asisten al enfermo. Un grupo de médicos y asistentes que, con amor fraternal, vocación de curar y vasta experiencia, más el auxilio de la ciencia, cuidaron y sanaron al Papa. De no haber sido por cómo sucedieron los hechos, en la analogía hubiéramos querido poner en el lugar del natural de Samaría al papa Francisco, pero la realidad nos indica que ocupa el lugar del herido. Atacado y agredido por los que internamente y desde afuera no soportan que haya una cabeza universal que imita a Cristo. No fue agredido por ladrones comunes ni abandonado. Sí sabemos que fue afectado por una bronquitis que derivó en una pulmonía, no obstante ser el jefe de la Iglesia católica universal. Tal vez para demostrar que Bergoglio fue y sigue siendo un “hombre común y corriente” que, más allá del cargo, más allá de su extraordinario talento, sigue viviendo sin privilegios, como un hombre del pueblo. Un hombre del pueblo de Dios que hoy pide, con toda la fuerza de la fe, por todos y, además, por su salud. Y nosotros con él depositamos toda la confianza en el Señor. Con esperanza y fe en quien no defrauda, anhelamos la presencia de Dios en este asunto, en su gracia, en su Providencia. Esforzándonos por hacer todo lo que podamos. Como el mismo Bergoglio enseña: “Tener confianza en Dios de suerte que el éxito de las cosas dependa de ti y no de Dios; pero esforzarse como si tú no hicieras nada, sino que solo Dios lo hiciera todo” (Gabriel Henevesi S.J.)

La enfermedad, los otros y el encuentro supremo

El papa Francisco nos dice que “la enfermedad nos hace más conscientes de que no estamos solos, sino que ante todo es una oportunidad para encontrarnos con Dios… En el tiempo de la enfermedad, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios”.

El papa Francisco, en su Mensaje para la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo, 11 de febrero de 2025 –día de la Virgen de Lourdes–, poco antes de su internación en el Gemelli, recordó que cuando Jesús envió en misión a los 72 discípulos, los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes». Y les pidió concretamente que ayudaran a los enfermos “a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor”.

El cardenal Bergoglio en el
El cardenal Bergoglio en el Hospital Garrahan en 2009

“Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos”.

“La enfermedad”, asegura, “se convierte en ocasión de un encuentro transformador, en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida… una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos”. El dolor –añade el Papa– lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real.

La enfermedad, el cuidado y la sinodalidad

En el Mensaje del papa Francisco del 11 de febrero de 2023 expresaba: “La enfermedad forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana. Cuando caminamos juntos, es normal que alguien se sienta mal, que tenga que detenerse debido al cansancio o por algún contratiempo. Es ahí, en esos momentos, cuando podemos ver cómo estamos caminando: si realmente caminamos juntos, o si vamos por el mismo camino, pero cada uno lo hace por su cuenta, velando por sus propios intereses y dejando que los demás ‘se las arreglen’. Por eso… los invito a reflexionar sobre el hecho de que es precisamente a través de la experiencia de la fragilidad y de la enfermedad como podemos aprender a caminar juntos según el estilo de Dios, que es cercanía, compasión y ternura”. Y prosigue diciendo: “En el libro del profeta Ezequiel, en un gran oráculo que constituye uno de los puntos culminantes de toda la Revelación, el Señor dice así: ‘Yo mismo apacentaré mis ovejas y las llevaré a descansar —oráculo del Señor—. Buscaré a la oveja perdida, haré volver a la descarriada, vendaré a la herida y curaré a la enferma […]. Yo las apacentaré con justicia’ (34,15-16). La experiencia del extravío, de la enfermedad y de la debilidad forman parte de nuestro camino de un modo natural, no nos excluyen del pueblo de Dios; al contrario, nos llevan al centro de la atención del Señor, que es Padre y no quiere perder a ninguno de sus hijos por el camino. Se trata, por tanto, de aprender de Él, para ser verdaderamente una comunidad que camina unida, capaz de no dejarse contagiar por la cultura del descarte.”

El cardenal Bergoglio en el
El cardenal Bergoglio en el Hospital Garrahan

La enfermedad o dolencia de los que sufren y la indiferencia de los que gobiernan

“La Jornada Mundial del Enfermo, en efecto, no sólo invita a la oración y a la cercanía con los que sufren. También tiene como objetivo sensibilizar al pueblo de Dios, a las instituciones sanitarias y a la sociedad civil sobre una nueva forma de avanzar juntos. La profecía de Ezequiel, citada al principio, contiene un juicio muy duro acerca de las prioridades de quienes ejercen el poder económico, cultural y de gobierno sobre el pueblo: ‘Ustedes se alimentan con la leche, se visten con la lana, sacrifican a las ovejas más gordas, y no apacientan el rebaño. No han fortalecido a la oveja débil, no han curado a la enferma, no han vendado a la herida, no han hecho volver a la descarriada, ni han buscado a la que estaba perdida. Al contrario, las han dominado con rigor y crueldad’ (34,3-4). La Palabra de Dios es siempre iluminadora y actual. No sólo en su denuncia, sino también en su propuesta. De hecho, la conclusión de la parábola del buen samaritano nos sugiere cómo el ejercicio de la fraternidad, iniciado por un encuentro de tú a tú, puede extenderse a un cuidado organizado. La posada, el posadero, el dinero, la promesa de mantenerse mutuamente informados (cf. Lc 10,34-35): todo esto nos hace pensar en el ministerio de los sacerdotes; en la labor de los agentes sanitarios y sociales; en el compromiso de los familiares y de los voluntarios, gracias a los cuales, cada día, en todas las partes del mundo, el bien se opone al mal.”

A propósito de la responsabilidad de los que gobiernan hoy la Argentina: “Hay un maltrato de los ancianos”, dijo el cardenal jesuita cordobés Ángel Rossi. Ante las actuales medidas restrictivas de la cobertura de medicamentos, “la mayoría de los jubilados tienen que optar entre comer y medicarse, y entre estas dos cosas optan por comer. A la larga, lógicamente, los espera la muerte… es un genocidio encubierto”.

La enfermedad del Santo Padre Francisco y la maledicencia de algunos medios de prensa

En medio de la síntesis de algunos discursos de Francisco sobre la enfermedad, no podemos dejar de decir que, alrededor del Hospital Gemelli, a propósito de la reciente internación del Santo Padre, se ha podido ver a Satanás. Siempre hipócrita, confabulando con las usinas demoníacas de ciertos medios de prensa. Distorsionando la verdad, suponiendo un agravamiento falso del estado de salud de Su Santidad, especulando con la muerte del mayor e incómodo defensor de los pobres del mundo y defensor incondicional de la paz. Una muestra reciente de ese mal la constituye la comparación de la situación actual con la agonía del papa Juan Pablo II en una nota horrenda, tortuosa, burda y demoníaca de la AFP. Cargada de negatividad, construye una representación falsa de la realidad concreta, procurando negar, tapar, ocultar la superación de la dolencia de nuestro pontífice, en una tentativa de asesinato mediático. Son lo malo actual, el catocapitalismo que sustituye la voluntad divina por el becerro de oro. Dios está proveyendo una realidad concreta, santa y sagrada que no admite que el mundo se desprenda del espíritu vivo y actuante del cristiano “común y corriente” —como gusta decir de sí— más importante de la Tierra. Y, carentes de veracidad, recurren a la “lógica del escándalo”, como con autoridad, claridad y solidez lo dice el sacerdote Máximo Jurcinovic, secretario de prensa de la C.E.A., en una nota publicada en Infobae el mismo viernes pasado, titulada “Las redes sociales y la Iglesia: entre la lógica del escándalo y el desafío de la respuesta”.

Parafraseando a Henevesi, en la batalla contra el mal también debemos tener confianza en Dios y jugarnos por el bien, la verdad y la belleza, asumiendo que el éxito depende de nosotros, aunque sólo Dios lo hace todo.

El Papa en el hospital
El Papa en el hospital Gemelli visitando niños con cáncer

La enfermedad y el don de la fidelidad de Dios

“Nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo fieles a la fidelidad de Dios”, precisa el Santo Padre. Y agrega: “Sólo en la resurrección de Cristo –añade– nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad”, dice Francisco.

La enfermedad y la belleza

Por último, los lugares donde se sufre son lugares de enriquecimiento mutuo, explica el Papa. “¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor!”

Francisco destaca la necesidad de saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; entre “un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable”.

La enfermedad y el jubileo

El Papa Francisco concluye su Mensaje dedicando palabras especiales a los enfermos y a los que sufren, recordándoles que tienen “más que nunca un rol especial” que desempeñar en el Jubileo. “Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza” (Jornada del Enfermo 2025).

La enfermedad y el sentido del humor

En una conversación reciente con un discípulo de Bergoglio –el padre Ariel Santarelli, párroco de la parroquia Santo Tomás Moro de Vicente López– me decía que, además de su talento y capacidad de trabajo, Bergoglio siempre se destacó por un gran sentido del humor y hoy recomienda a los enfermos, en especial, reírse de sus humoradas o de las de otros.

Cuando era profesor del secundario, en los exámenes podía decirle a un alumno cosas como esta: “–Ud. Villa, mañana cuando venga a dar examen no lo haga como la última vez que llegó más cagado que tero en una caja”. Cuando este cronista y su esposa, la periodista amiga de Jorge, hemos viajado en la comitiva de los vuelos papales y él hacía una de sus recorridas por el camino entre asientos saludando y dialogando con cada uno, Alicia solía estar en el fondo cuchicheando con Paloma, su entrañable amiga y colega. El papa, después de hablar conmigo, me preguntaba: “–¿Y la piel de Judas, dónde está?”. En otra ocasión me dijo: “¿Su media naranja está atrás?”. O cuando en la actualidad llama al convento de las Hermanas Carmelitas de Constitución y es atendido por la superiora, casi centenaria, y le dice: “–Hola Nelly, habla el papa, ¿todavía estás viva?”. O cuando cuenta su admiración por el enfermero de la Patagonia, a quien Bergoglio hizo santo, el salesiano Artémides Zatti, quien a las 6 a.m., al entrar a la sala de terapia intensiva de su hospitalito, en voz alta preguntaba: “–¿Todos respiran?”. Javier Cercas, el escritor ateo que acompañó al papa a Mongolia, autor de la novela El loco de Dios…, le hizo una larga entrevista y afirma que “el papa le da mucha importancia al sentido del humor, hay mucha carcajada en el Vaticano”.