
Ayer, en la Cena CIPPEC, propuse que hagamos el ejercicio colectivo de imaginar cómo podrá ser la Argentina en 2050. Y que soñemos con un futuro que nos entusiasme. En uno de los días previos, cuando practicaba el discurso en casa, mi hija me escuchaba (ya con cierto fastidio) y me interrumpió: “Mami, en vez de decir todo eso, ¿por qué no les decís que soñamos con una Argentina que sea toda de chocolate?”. Esas ocurrencias siempre me sacan una sonrisa, pero esta, además, me hizo reflexionar. ¿Es más probable que tengamos una Argentina de chocolate que una con crecimiento pujante e inclusivo?
Yo estoy convencida de que no. Creo que todavía estamos a tiempo de encontrar un rumbo que nos lleve a ser un país donde nuestros hijos y nietos puedan y quieran vivir. Pero, para que eso sea posible, es necesario actuar desde ahora. Porque, por acción o desidia, el futuro se va moldeando. Y para construir el país que soñamos, necesitamos activar tres llaves.
La llave de la estabilidad
El primer paso es garantizar que las transformaciones económicas sean sostenibles. En el último año, hemos visto avances en la estabilización, lo cual fue fundamentalmente producto del equilibrio en las finanzas públicas. Pero para consolidar esta estabilidad a largo plazo, es fundamental ordenar el principal componente del gasto público: el sistema previsional.
Hoy, solo el 24% de los trabajadores alcanza los 30 años de aportes exigidos. El resto, pese a haber contribuido en algún momento de su vida laboral, queda fuera del sistema, especialmente luego del cierre de la moratoria. En lugar de tener una nueva moratoria, se podría aprovechar para definir reglas claras que reconozcan cada año de aportes. También es necesario que reconozcamos que 40% de los empleos están en la informalidad y eso requiere una cobertura básica universal.
Además, el régimen general necesita ser reordenado antes de revisar las excepciones, que actualmente representan casi la mitad del gasto previsional. En un contexto donde el esfuerzo es grande, debemos priorizar la equidad y eliminar privilegios.
La propuesta que venimos trabajando hace años tiene el potencial tanto de mejorar la situación del 80% de los futuros jubilados como de hacer que el sistema sea más sostenible y, así, fortalecer la estabilidad macroeconómica.
La llave del desarrollo
Para acercarnos a la Argentina de 2050, necesitamos crecer. Y, para eso, es central que logremos mejorar la productividad, integrarnos mejor al mundo (especialmente, exportar más), y remover los obstáculos que pueden tener los sectores estratégicos como la agroindustria, la biotecnología, la minería y la economía del conocimiento.

Estos sectores son clave porque no solo generan riqueza, sino que también tienen el potencial de crear empleos de calidad, algo que el país necesita con urgencia. Sin esa creación de empleo, el modelo no será sostenible ni social ni políticamente.
Para aprovechar las oportunidades que hoy se abren por el escenario global, debemos enfocarnos en atraer inversiones, fomentar la investigación y el desarrollo tecnológico y, sobre todo, preparar a nuestro talento humano.
Es aquí donde la educación juega un rol crucial. Hoy, quienes se graduaron el año pasado tienen habilidades más parecidas a las que se necesitaban en 1975 que a las que se requerirán en 2050. Necesitamos transformar la educación desde la base: qué se enseña, cómo se enseña y cómo potenciamos a quienes enseñan.
Y esto nos lleva a una pregunta más amplia: ¿podemos lograr este desarrollo sin el Estado? La respuesta es clara: no. Necesitamos un Estado que contribuya en la definición de la estrategia, articule las acciones necesarias para su implementación y, especialmente, que genere bienes públicos esenciales como salud, educación e infraestructura y que coordine los esfuerzos necesarios para que la estrategia de desarrollo funcione.
La llave de la institucionalidad
La última clave es la calidad institucional. La evidencia es contundente: las instituciones sólidas son fundamentales para el desarrollo económico.
Para construir una Argentina próspera, es crucial que quienes se alternen en el poder compartan una visión común de país. También debemos fortalecer el cumplimiento de los procesos institucionales, usando instrumentos que contribuyan a esa sostenibilidad.
Tener instituciones legítimas implica que la gente confíe en ellas. Por ejemplo, podemos contribuir a una mayor legitimidad de la justicia. Para eso, necesitamos procesos transparentes y acuerdos entre los partidos políticos que garanticen la estabilidad en las designaciones. También es clave mejorar la diversidad de miradas en organismos como la Corte Suprema. En 2025, debería volver a haber mujeres en su conformación.
Si queremos un país predecible, que genere confianza para quienes invierten y trabajan en él, debemos insistir en la democracia y en instituciones fuertes.
Del chocolate a la realidad. El 2050 parece lejano, pero tenemos sólo 25 años para construir un futuro deseado. Si queremos construir una Argentina próspera, necesitamos estabilidad, desarrollo e institucionalidad. Podemos ir, desde hoy, implementando acciones concretas a partir de estas propuestas para construir un país donde nuestros hijos y nietos puedan proyectar su futuro. Y que sea un país real, no de chocolate.
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