
En diciembre pasado, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reunió a empresarios de todo el mundo para debatir el financiamiento de proyectos sostenibles, un eje clave en la agenda global. A través de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual - WIPO por sus siglas en inglés- el organismo impulsa la seguridad alimentaria mediante innovaciones sustentables en el sector privado, alineando inversión y desarrollo con criterios de sostenibilidad.
Los países y sus empresas toman nota de este rumbo e invierten a gran escala para un futuro sustentable. Un ejemplo concreto es Europa. Sus proyectos científicos logran integrarse a la economía circular sin comprometer o alterar los modelos productivos actuales. En esencia, se trata de una apuesta a largo plazo- como cualquier inversión- pero con un enfoque estratégico en la sostenibilidad ambiental.
La Unión Europea viene aplicando consecuentemente esta política con programas de financiamiento a investigaciones y emprendimientos, y hoy en día se ven los resultados. En 2023, el continente experimentó la mayor caída anual de efecto invernadero de los últimos 20 años. En comparación con 2022, las emisiones fueron 8,3% inferiores y el Informe de la Comisión Europea estima que las mismas son ahora 37% menores a los niveles registrados en 1990.
En el mismo período, el PBI de la UE creció un 68%, lo cual indica que la reducción de emisiones y el crecimiento no solo son compatibles, sino que generan una sinergia que beneficia a ambos. Para 2030, Europa tiene planeado reducir las emisiones en un 55%.
Parte de ese éxito se debe al camino que Europa trazó hace tiempo. En 2024 invirtió cerca de 648 millones de euros, en investigaciones que se basaban en la restauración de ríos de flujo libre, en contratos por el clima con más de 100 ciudades, en el apoyo a laboratorios que lideren la transición hacia suelos sanos, en una mejor preparación para hacer frente a los fenómenos climáticos y en un mejor diagnóstico del cáncer, entre otros.
¿En qué proyectos invierte la Unión Europea?
El compromiso de la UE con la sostenibilidad se traduce en financiamiento concreto. A través del Programa LIFE de Medio Ambiente y Acción por el Clima, se destinó 380 millones de euros a 133 proyectos en toda Europa. Entre los proyectos impulsados se destaca Life Politex: una iniciativa española que busca revolucionar la industria de la moda al transformar residuos textiles en nuevos tejidos, reduciendo así su impacto ambiental y promoviendo la economía circular.
En España, otro proyecto innovador busca optimizar la producción de agua dulce en el océano Atlántico. DESALIFE, desarrollado en las Islas Canarias, explora soluciones científicas para la desalinización a gran escala. Su tecnología aprovecha la fuerza de las olas para impulsar boyas marinas capaces de bombear 1.700 millones de litros de agua dulce desalinizada hacia la costa, reduciendo el impacto ambiental del proceso.
Más allá del programa LIFE, la UE también financia investigaciones clave en agricultura sostenible. Una de ellas apunta a desarrollar un sustituto natural para los fertilizantes químicos como el glifosato, clasificado en 2015 por la OMS como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.
En esta línea, el proyecto CARINA aprovecha las propiedades de la carinata y la camelina, dos plantas de crecimiento rápido en Europa y el norte de África, para producir un bioherbicida eficiente y sostenible. Con una hoja de ruta clara, para octubre de 2026 se habrán instalado nueve observatorios, cinco laboratorios vivientes y nueve centros de innovación política para evaluar y optimizar su impacto en la producción agrícola.
En el área tecnológica, los apoyos a este tipo de proyectos se multiplican. La iniciativa TOVA ya desarrolló una técnica de impresión 3D con tierra para proporcionar soluciones arquitectónicas que edifiquen una vivienda sostenible y de base comunitaria. En el caso de la resiliencia hídrica, se encuentra por ejemplo WATSUPS de Bélgica, que crea un espacio público junto al río Dyle para mitigar el riesgo de gentrificación.
Todas estas soluciones están arraigadas en la investigación y la innovación que sitúan a los europeos en el centro del desarrollo sustentable. No es solo Europa, también lo hace China y Estados Unidos, por poner ejemplos relevantes, pero ninguno de los dos ha obtenido aún los resultados que el Viejo Mundo hasta el momento está logrando, demostrando que es posible satisfacer las necesidades del presente sin comprometer a las generaciones futuras.
Con estos casos, queda demostrado que cuando una sociedad se decide a apostar por una estrategia inteligente, a largo plazo y amigable con el planeta y la productividad a la vez, lo que resulta es que este compromiso colectivo logra alcanzar grandes objetivos. Se vuelve mucho más viable.
El contexto nos exige enfocarnos en la sostenibilidad, que ya no es una opción, sino una necesidad. Y lo mejor, es que transformar las cadenas de valor en modelos productivos responsables es un desafío realista. Argentina y Latinoamérica tienen un enorme potencial en tecnologías verdes, y el futuro sustentable de la región dependerá de su capacidad para convertir la innovación científica y el ingenio empresarial en motores de cambio.
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