
2024 fue el primer año con superávit fiscal desde 2010. Tuvieron que pasar 15 años para que Argentina presente un sector público equilibrado, en un hecho que sienta un auspicioso precedente de cara al futuro. Más aún, si se tiene en cuenta que 2023 cerró con un déficit de casi 6 puntos del producto bruto interno. Sólo superado en la historia reciente por el año de la pandemia (2020, cuando el negativo perforó los 8 puntos de PBI).
Más relevante todavía es destacar el superávit primario, el primero desde 2011, que alcanzó el 1,8% del PBI. Este balance es particularmente destacable cuando se mira el estado de las cuentas públicas en tiempo presente, eliminando intereses pagados y, con ellos, el efecto de la deuda tomada en el pasado (que si bien tiene consecuencias a partir del pago de servicios de deuda, no es una variable de control del gobierno de turno).
Más aún, en el caso argentino, el concepto de intereses complica la comparación intertemporal. Por un lado, se ha vuelto popular la discusión sobre los bonos cuyo interés es nulo a los fines de registro, pero que sí está implícito en el pago de mayores amortizaciones, disminuyendo los servicios “arriba de la línea”.
Se ha vuelto popular la discusión sobre los bonos cuyo interés es nulo a los fines de registro, pero que sí está implícito en el pago de mayores amortizaciones
Por el otro, en una economía inflacionaria, las emisiones con intereses suelen compensar la pérdida del valor de las amortizaciones, generando el efecto inverso. En este contexto, el resultado primario está eximido de los citados matices y su comparación intertemporal es más sencilla.
En cualquier caso, no debe perderse de vista que, a los fines de las necesidades de financiamiento del programa económico, los servicios todos (sean intereses o capital) son considerados.

Algunos interrogantes
En esta respuesta, inevitablemente, se plantean algunos interrogantes de cara al presente ejercicio. El resultado primario, a valores constantes de 2024, mejoró en casi $27 billones, pero el aporte fue heterogéneo entre las distintas líneas del Presupuesto.
De hecho, los ingresos jugaron en contra de la mejora fiscal, fuertemente afectados por la contracción de la actividad económica (especialmente marcada en la primera mitad del año). Por el contrario, los rubros de gasto más que compensaron a los primeros, permitiendo alcanzar el superávit primario citado.
En 2024 los ingresos jugaron en contra de la mejora fiscal, fuertemente afectados por la contracción de la actividad económica (especialmente marcada en la primera mitad del año)
En cuanto a los recursos tributarios y su comparación con el ejercicio 2023, en general fueron a la baja en términos reales. El aporte fue negativo en todos los componentes, con dos excepciones especialmente relevantes: los derechos de exportación y el Impuesto PAIS, los cuales generaron ingresos adicionales (con respecto a 2023) equivalentes al 3,7% y al 5,4% de la mejora fiscal primaria, respectivamente.
Por su parte, las partidas de gasto se contrajeron un 27% en términos reales. Las jubilaciones, la inversión pública y las transferencias a provincias (tanto para gastos corrientes como de capital) fueron los principales determinantes, con alrededor de un 20% del ajuste cada uno. También hizo un aporte a la consolidación fiscal la reducción de un conjunto de programas sociales variados.
En este sentido cabe destacar que la Asignación Universal para la Protección Social (antes “por hjjo” y conocida popularmente como ”AUH”) aumentó su monto en términos reales, siendo el único rubro de gasto que tuvo un impacto negativo sobre la corrección presupuestaria. Finalmente, el ajuste salarial aportó un 13% del ajuste, mientras que las universidades generaron un 4,7% del ahorro primario.

¿Motosierra o licuadora?
El ajuste fiscal de 2024 fue de una magnitud insospechada hacia finales de 2023, y el compromiso de Hacienda resulta evidente. En palabras del Gobierno (y ahora repetido incluso por el excéntrico Elon Musk): motosierra. Así, la prudencia del Tesoro se transformó en el pilar central del programa económico.
La experiencia sugiere que en una economía con una política fiscal lo suficientemente prudente, son poco probables las crisis macroeconómicas. No obstante, debe tenerse presente que gran parte de la corrección fiscal se generó durante la primera parte de 2024, cuando la inflación se elevó fuertemente.
La experiencia sugiere que en una economía con una política fiscal lo suficientemente prudente, son poco probables las crisis macroeconómicas
El siguiente principio de la ejecución presupuestaria se cumple siempre: los ingresos van al corriente, los gastos miran hacia atrás. Así, mientras la recaudación se actualiza de forma automática en base a los precios de la economía, los gastos ajustan con rezagos. Por ejemplo, las actualizaciones salariales suelen darse considerando el pasado reciente; de forma similar, las contrataciones usualmente se acuerdan primero y luego tienen un “delay” hasta que el gasto correspondiente se ejecuta.
En consecuencia, y a pesar de la menor actividad de principios de 2024, la aceleración inflacionaria generó parte del ahorro. En términos de la discusión de hace un año atrás: licuadora. Y aquí surge una nota de cautela: no debería sorprender entonces que el proceso de desinflación tenga el efecto opuesto, jugando en contra del balance global.

Entonces, ¿motosierra o licuadora? Posiblemente ambas. Y mucho. No obstante, con los números de 2025 se podrá tener más claridad aún de las participaciones. En la medida en que los números fiscales se sostengan, será señal de que los ajustes fueron de índole estructural.
¿Qué esperar para 2025?
Este año la actividad jugará a favor del equilibrio fiscal. Cada punto de crecimiento impacta directo en la recaudación, pero no así en el gasto. No obstante, debemos recordar que ya no estará la recaudación del impuesto PAIS. Tampoco parece razonable esperar que los derechos de exportación promuevan el superávit, sino que, por el contrario, entre el tipo de cambio y la reducción de la tasa, la caída de ingreso parece inevitable.
Sostener la dimensión clave del programa económico requerirá sostener la prudencia presupuestaria. Un desafío doble, por tratarse de un año electoral
En síntesis, 2024 fue un año en que Argentina tuvo un desempeño fiscal digno de destacar. Pero eso fue (debe ser) sólo el comienzo. Sostener la dimensión clave del programa económico requerirá sostener la prudencia presupuestaria. Un desafío doble, por tratarse de un año electoral.
El primer mes del nuevo año comenzó mostrando nuevamente superávit primario y financiero. De forma esperable, se observó una caída en términos reales cuando se compara con el primer mes del año pasado.

Los ingresos tributarios se mantuvieron constantes, aún con las reducciones impositivas dada la mejoría en la actividad económica. Los menores recursos se dieron por los rubros no tributarios. En cuanto al gasto, sólo los subsidios económicos mostraron una contracción. Esperablemente, las demás partidas muestran aumentos en términos reales, donde se destaca el tenue incremento en gasto salarial.
En conclusión, 2025 será un año donde el fisco deberá seguir haciendo su trabajo como pilar central del programa económico, al igual que el año pasado.
Es central el desempeño de los primeros meses del año en su comparación interanual, para poder evaluar la sostenibilidad del ajuste fiscal del Gobierno.
El autor es Economista de FIEL. Esta nota se publicó en Indicadores de Coyuntura 672 de FIEL
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