
En octubre de 2015 se sancionó la Ley 27.204, la cual introdujo una serie de modificaciones a la Ley 24.521 de Educación Superior, vigente desde 1995.
Entre las principales se encuentra la eliminación de cualquier requisito de ingreso en el nivel de educación superior. Roberto Marengo, estrecho colaborador de la ex diputada Adriana Puiggrós (autora del proyecto), fundamentó la misma en el hecho que “la Ley de Educación Superior (…), en el artículo 40, facultaba a las universidades a implementar exámenes de ingreso a partir de una determinada cantidad de alumnos. Pero son exámenes selectivos, restrictivos, que llevaban a la discriminación”.
Alieto Guadagni, Miembro de la Academia Nacional de Educación, subrayó lo lamentable de esta decisión: “Es una paradoja, porque mientras más fácil se hace el ingreso, más difícil es egresar”. Es claro que tiene razón; resulta habitual ingresar a nuestras universidades con escasa preparación y sin esfuerzo alguno. El fracaso es previsible, nuestro país tiene proporcionalmente muchos más estudiantes universitarios que México, Colombia, Chile y Brasil, pero muchos menos graduados debido a la gran deserción.
¿No es preferible una evaluación al final del secundario que incentive el estudio durante el mismo? Todas las naciones europeas lo han implementado. Por ejemplo, en Francia el examen fue establecido por Napoleón a inicios del siglo XIX. También lo hacen países tan disímiles como Japón, Corea, Cuba, Israel, Ecuador, Vietnam, Chile, Costa Rica, Colombia, México, Siria, China, Argelia, Brasil, y cualquier otro país que se imagine. ¿Puede el resto del mundo estar equivocado? Seguramente no.
Es hora de sentarnos y admitir la realidad. El fracaso de miles de jóvenes argentinos que transcurren años en universidades de las que no se graduarán es altamente costoso. ¿Por qué en lugar de ello no generar las condiciones que permitan que muchos jóvenes que no desean o no califican para seguir estudios universitarios cuenten con un capital humano específico al terminar su educación secundaria que los califique para desarrollarse exitosamente en el mundo laboral?
Durante mayo de 2018, invitado por la Fundación Friedrich Naumann, tuve la oportunidad de visitar varias ciudades alemanas y comprobar ‘in situ’ las virtudes de su particular sistema de educación, el cual permite que alrededor de dos tercios de los jóvenes que se encuentran cursando sus estudios secundarios y no desean, o no califican, para seguir estudios universitarios, no deserten de los mismos, sino que se gradúen capacitados para ingresar exitosamente en el mundo laboral. A mi regreso publiqué en este mismo espacio una nota titulada: “Es posible enfrentar con éxito la crisis educativa”, proponiendo la adaptación del mismo, el denominado sistema de educación dual alemán, a nuestra realidad. Por cierto, dicha propuesta la he venido realizando en diversas columnas a partir de 2015 y hoy continúa siendo tan pertinente como en ese entonces.
En el llamado sistema de educación dual los estudiantes que optan por realizar el mismo pasan una cantidad importante de tiempo en un lugar de trabajo, durante la segunda parte de su educación secundaria. Conforme va transcurriendo el proceso de aprendizaje, el estudiante incrementa el tiempo de entrenamiento en la empresa y reduce el tiempo de aprendizaje en la institución educativa. Al finalizar sus estudios, muchos ingresan directamente a puestos de trabajo en las empresas en las que realizaron sus entrenamientos. El resultado de ello es que se incorporan a la empresa no tan sólo con los conocimientos técnicos específicos necesarios, sino también conociendo la cultura organizacional de la misma y habiendo adquirido las habilidades sociales necesarias para desenvolverse exitosamente en dicho ámbito.
En Alemania existen alrededor de 350 profesiones con una duración de 2 a 3,5 años. Usualmente los estudiantes perciben durante este período un salario próximo a un tercio del que percibe un trabajador al inicio de su vida laboral. Por supuesto, las empresas participantes, alrededor del 80% de las cuales pertenecen al sector privado, cuentan con incentivos fiscales del gobierno federal y/o estatales. El sistema se encuentra reglamentado por la Ley de Formación Profesional y cuenta con el apoyo de los sindicatos. Austria, Luxemburgo, Suiza, Noruega y Bélgica utilizan también esquemas similares.
Como muestra basta un botón, como no recordar cuando, en agosto de 2021, Toyota Argentina no logró contratar tan sólo 200 operarios con secundario completo en la zona de Zárate-Campana, ofreciendo salarios superiores al promedio del mercado. La razón, como bien lo señalaba Mariano Narodowski, era el perfil de la población objetivo, varones pobres de la zona, quienes en general no terminan el secundario.
Es hora de dejar de lado las falsas promesas de inclusión y avanzar hacia un modelo educativo que realmente les brinde oportunidades a los jóvenes. No se trata de cerrar las puertas de la universidad, sino de abrir nuevas vías de progreso para quienes necesitan una formación concreta que les permita desarrollarse en el mundo laboral.
Modificar el artículo 4 de la Ley 27.204 y abrir paso a la educación dual no es solo una reforma necesaria: es una deuda con el futuro de nuestro país. No podemos seguir perpetuando un sistema que engaña a los jóvenes con un acceso ficticio a la educación superior, cuando en realidad lo que necesitan muchos de ellos es una formación que les brinde herramientas para triunfar en la vida. Es momento de actuar con responsabilidad, dejando de lado dogmas y prejuicios, para construir un modelo educativo que garantice verdaderas oportunidades de progreso para todos. Eso es inclusión.
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