Thelma Fardín tenía 14 años. 14. Fue violada. Ahora lo podemos escribir. El juicio, en el que se ratificó la condena a Juan Darthés, no es solo una condena. Es una liberación. La liberación de la palabra. La posibilidad de hablar. De decir lo que pasó. De decirlo porque le había pasado a otras. De decirlo porque pasaba como si nada. De decirlo porque había impunidad para hacerlo. De decirlo fuerte porque, aunque se decía, lo seguían contratando como galán. De decirlo porque no querían perder plata y le adjudicaban roles de personajes “responsable y paternal”. De decirlo porque ponían nuevamente a mujeres en el incómodo rol de perder un ofrecimiento laboral o trabajar con él. De decirlo porque quién lo decía era enjuiciada y quién lo hacía seguía actuando.
El mundo al revés era al derecho. No hace un siglo, en otro mundo, en otra era, en otro lugar, en otro espacio, en otra cultura. Acá, hace solo siete años, no se podía hablar. Había que tragar y aguantar. Y aún así, aún cuando pensamos cómo hacerlo para no ser castigadas, el castigo fue inimaginable. Las amenazas están probadas ante la justicia. Y las consecuencias laborales y personales son inimaginables. Pero, hoy, con la sentencia confirmada con el voto favorable de cinco jueces del Tribunal Regional Federal de Brasil, hay sentido al sin sentido del silencio.
La frase clásica de Twitter dice “Ustedes eran muy chicos”. Y toma sentido en este caso. Sí, eran muy chicas para ser violadas. Y eran muy chicas para ver en su serie favorita rivalidades que solo educaban en la confrontación femenina y que enseñaban también con lo que pasaba detrás de cámara. A esos lugares se llegaba por aguantar, desprotegidas y desamparadas frente a un abuso. Ustedes eran muy chicas para tener que mirar lo que se mostraba y no saber lo que se ocultaba. Ustedes eran muy chicas para trabajar expuestas a abusos y para mirar exhibiciones de poder sin tapujos.

Ahora sí que las chicas pueden ser muy chicas.
No cambiamos todo. Pero cambiamos mucho.
No se van a poder evitar todos los abusos.
Pero la exhibición del abuso no quedo impune.
Los tiempos no cambian. Lo cambiamos.
Juan Darthés enjuició a Calu Rivero (Dignity) y Anita Co por contar que habían sufrido situaciones inaceptables en Polka y en Telefe. Los juicios se ganaron. No se ganaron solos. Se ganaron porque él no pudo demostrar el daño, sino que, el juicio de Thelma, demostró que él hizo daño. Juan Darthés no dejó de trabajar en televisión porque las mujeres contaron sus conductas. Dejó de trabajar por una denuncia. Una denuncia que hizo Thelma y en la que hubo que pensar cómo hacer no solo para denunciar, sino, para que ella hable y para que lo pudiéramos contar.
El trabajo en la televisión refleja ideales. El abuso se hacía y se exhibía, se toleraba y se callaba. No se perseguía el abuso, sino a las que lo sufrían. La televisión no cambio. La cambiamos. Ahora las escenas sexuales se filman con una coordinadora de intimidad. No sucede porque sí, por pura reflexión, innovación, escucha y aceptación. Sucede por las denuncias. No se van a evitar todos los abusos. Pero los abusos no están más naturalizados, aplaudidos, facilitados y encubiertos.
Thelma tenía que denunciar para poder hablar. Pero la violación no había sido en la Argentina, sino en Nicaragua. En la Argentina no se podía denunciar un hecho que no había sucedido en el país. Si no había denuncia Thelma podía ser denunciada igual que las otras actrices que habían hablado. Él decía denunciar para que la justicia determine la verdad. Pero no buscaba verdad, sino callar. No se investigaba qué había hecho, sino si lo que habían dicho sobre él lo afectaba. Y sí, por supuesto, que si una persona acciona mal eso lo afecta.

Y sí, por supuesto, que si se contrata a quien actúa mal afecta a quien lo contrata. Pero la sociedad no reaccionó cuando se habló en voz baja, ni cuando se habló en voz alta, sino que hubo que denunciar y aun así se revictimizó a la víctima, una y mil veces, se le preguntó a un señor si había sido acosado, se atacó en redes a quien se animó a hablar, se la dejo fuera de las agendas de trabajo y se dijo que hablaba para trabajar, se habló de su pasado y no de su apuesta al futuro.
Eso diferencia a una víctima que elige convertirse en verdugo de una víctima que no quiera que vuelva a suceder lo que ya le pasó antes a ella, a su entorno y a otras mujeres que no conoce pero que escucha la misma frase que le dijeron a ella: “Mirá como me ponés”. De esa resonancia que era un filo contra los cuerpos que no querían algo con él y que eran forzados a sentirlo (con cámaras y sin cámaras) surgió “Mirá cómo nos ponemos”.
Los archivos fotográficos que muestran a Thelma Fardin, con 14 años, en “Patito Feo” son una prueba a primera vista. Ahora sí las que sean muy chicas pueden ver, pueden escuchar, pueden experimentar, pero no tienen que volver a pasar por esa sensación nauseabunda de abismo y miedo. Thelma ya es una mujer y su caso no pasa como un TikTok rápido. Es la primera sentencia en cooperación internacional en violencia sexual que involucra a tres países: Argentina, Nicaragua y Brasil.
Los abusadores ya no tendrán escape. Ya no podrán fugarse. Ya no habrá impunidad, sin saber, que eso tiene límites y otras posibilidades. En un mundo de individualidades hay singularidades que cambian la manera de ver, vivir y revivir, para muchas personas, no solo chicas, también chicos y hombres que no tienen porque acumular dolor, sino reconstruir la vida, sin olvidar, sin tolerar, sin renunciar.

La sentencia condenatoria fue dictada en junio de 2024 y, el 20 de marzo de este año, el Tribunal Federal de Segunda Instancia de San Pablo, con la presencia de Thelma Fardín y la ausencia de Juan Darthés (conectado vía remoto) reconoció la violación, en 2009, en el último punto de la gira teatral de la serie “Patito Feo”, en Managua, cuando Thelma Fardin tenía 16 años y Darthés 45. Él le dijo que si seguía cerca de él iba a poder trabajar. Y ella sufrió las consecuencias en su carrera. El caso fue respaldado por Actrices Argentinas y por ex compañeras de elenco como Griselda Siciliani.
Despúés de la denuncia de Thelma Fardin se incrementaron 1200% las denuncias a la Línea de Violencia Sexual del 137, se aprobó la Ley Micaela (de capacitación en violencia de género para todos los funcionarios públicos) que estaba archivada y pudo ser tratada en la Cámara de Diputados, se impulsaron denuncias contra diputados y senadores y muchas, cientos, miles de chicas y chicos contaron lo que no habían contado, hablaron de lo que callaban, miraron a quien se animaba. Muchas sintieron cada ataque como una venda sobre sus bocas.
Es una época confusa, con una superposición de retrocesos y avances, una vorágine de noticias que parece tapar lo importante. Sin embargo, la causa de Thelma Fardín cambia, para siempre, la historia, de lo que hacemos, de lo que miramos, de lo que nos muestran, de lo que es tolerado y de cómo protegemos a las adolescentes. La abogada Carla Junqueira y el abogado Martín Arias Duval son el equipo jurídico de Thelma Fardin con el apoyo de Amnistía Internacional. La sentencia puede ser apelada, pero ya no se puede cuestionar la veracidad de los hechos.
Ustedes eran muy chicos pero antes de la denuncia judicial Thelma no podía hablar. Habló y denunció. Habló y costó. Pero la justicia le dio la razón. No solo a ella, a muchas que esperan justicia, que no la tienen o que no pudieron acceder al sistema judicial. La justicia no es solo para ella, sino para la libertad de hablar. La sentencia marca un precedente: hay que cuidar a las que son más chicas para que los más grandes no abusen de ellas.
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