
Se superponen dos guerras en el mundo, la militar y la comercial, en las que los alineamientos no necesariamente son los mismos.
En el conflicto por los aranceles, Estados Unidos se enfrenta contra una línea clara de primeros protagonistas: Canadá, México y China. Pero en el plano militar es más contradictorio.
Canadá es un firme aliado militar de Estados Unidos en la OTAN desde su constitución en los años cuarenta, y por lo general ha apoyado las posiciones de este país en todos los conflictos internacionales, incluso con tropas, como sucedió en Afganistán, la única guerra que libró la alianza atlántica hasta ahora.
México ha mantenido una posición aislacionista que lo ubica lejos de Estados Unidos. Las votaciones en organismos internacionales de este país y México por lo general han sido discrepantes.
En el caso de China, el antagonismo económico y militar coinciden. La potencia asiática es el mayor desafío militar que enfrenta hoy Estados Unidos en el mundo. La razón por la cual Washington los ha elegido como principales adversarios es que se trata de los tres países con los cuales tiene mayor déficit comercial.
Después se encuentran los antagonismos no por países sino por productos. Es el caso del acero y el aluminio. Ya en el pasado Estados Unidos había ampliado su protección por razones bélicas. Ahora se suman las llamadas “tierras raras”, insumo importante para las nuevas tecnologías, donde Washington ha empezado a aplicar restricciones y buscar nuevas fuentes de abastecimiento.
En cuanto a lo político-militar, Trump está cumpliendo el plan que ya anunciara durante su campaña electoral: que iba a manejar el mundo dialogando y acordando con los grandes líderes. Tal es el caso de Putin (Rusia), Xi (China), Modi (India), Salman (Arabia Saudita), Erdogan (Turquía) y otros, de acuerdo con las circunstancias. Sobre esta base, y no la de los organismos multilaterales, busca alcanzar la paz en los conflictos que afligen al mundo, como el de Rusia y Ucrania y el de Medio Oriente. Dos meses después de haber asumido Trump, logró una tregua entre Hamás e Israel y el sostenimiento de la alcanzada con Hezbolá. Este espíritu se mantiene y es ahora utilizado para evitar o contener la nueva guerra civil que ha comenzado en Siria entre los ex partidarios del expresidente Asad y las fuerzas del nuevo gobierno.

Para el conflicto de Medio Oriente Trump está utilizando la estrategia de fortalecer y dar protagonismo a Arabia Saudita. No solo ha dado a la monarquía más importante del Golfo un papel clave en las negociaciones regionales, sino que además la ha hecho sede de negociaciones de paz entre Rusia, Ucrania y Estados Unidos. Es un ejemplo de cómo quiere Trump manejar el mundo. Esto implica el desplazamiento de las potencias europeas como Francia y el Reino Unido del protagonismo en los conflictos internacionales. Cabe señalar que en el gobierno de Obama, el acuerdo con Irán para contener su desarrollo nuclear Washington lo firmó junto con las otras tres potencias más importantes de Occidente (Francia, el Reino Unido y Alemania), más China y Rusia. Ahora Trump busca un acuerdo directo, aunque no haya tenido éxito hasta el momento.
Pero el mundo hoy es muy distinto, como lo mostró la última resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El lunes 24 de febrero se aprobó en la Asamblea General la resolución para pedir el retiro de las tropas de Moscú de Ucrania. Obtuvo 93 votos a favor, 65 abstenciones y 18 en contra, incluidos en estos Estados Unidos e Israel. Pero esa misma tarde se aprobó la resolución presentada por Washington en el Consejo de Seguridad (cabe señalar que las decisiones de este Consejo son vinculantes, mientras que las de la Asamblea son solo declarativas). De los cinco miembros permanentes con derecho a veto, votaron con Estados Unidos tanto China como Rusia, pero no lo hicieron Francia y el Reino Unido. Por su parte, de los diez miembros no permanentes, votaron con Estados Unidos Argelia, Guayana, Pakistán, Panamá, Corea del Sur, Sierra Leona y Somalia, mientras que solo Dinamarca, Eslovenia y Grecia lo hicieron en contra.
Es decir, que los cinco países europeos, tanto miembros permanentes con derecho a veto como los no permanentes, optaron por abstenerse frente a los diez restantes. Cabe señalar además que un aliado militar de Estados Unidos en Asia, como es Corea del Sur, votó afirmativamente la resolución en el Consejo.
Mientras tanto, Europa intentaba un peligroso movimiento para adquirir protagonismo en la faz militar del conflicto ruso-ucraniano. De los veintisiete países de la Unión Europea, solo uno conserva poder nuclear tras la salida del Reino Unido con el Brexit: Francia. París ofreció a los demás países europeos la extensión de su “paraguas nuclear”. Francia tiene 299 proyectiles nucleares, de los cuales 16 se encuentran en buques a propulsión nuclear. A su vez, Polonia dio señales de querer sumarse al proyecto nuclear francés.
Mientras tanto, el 11 de marzo tuvo lugar la elección del parlamento groenlandés, la cual adquirió significación por la intención expresada por Trump de tomar el control de esta gran isla. Ganó el partido Demokraatik, partidario de una independencia gradual del Reino de Dinamarca. Obtuvo el 29,9% de los votos. El Naleraq, defensor de una ruptura inmediata del dominio danés, obtuvo el segundo lugar con el 24,5%. Es decir, que los dos partidos que aceptan la propuesta de independencia ofrecida por Estados Unidos obtuvieron la mayoría.
A su vez, los dos partidos de izquierda que gobernaron en los últimos tres años sufrieron una gran caída en unos comicios en los cuales la intención de Trump de tomar la isla (clave para el control de la región ártica) se hizo evidente.
Los 57.000 habitantes de Groenlandia se han convertido en un punto clave de la competencia por el Ártico, donde el deshielo ha facilitado el acceso a recursos naturales y abierto nuevas rutas marítimas. Rusia y China han intensificado su presencia estratégica-militar en la región.
Trump está desarrollando una guerra en dos frentes: el económico y el militar. Lo hace fiel a su estilo: apuesta a todo y no mide riesgos. Pero la crisis que ha producido en las relaciones entre Estados Unidos y Europa es una ruptura histórica. Es que se trata de un vínculo que se establece a fines del siglo XIX y se ha mantenido hasta comienzos del XXI.
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