
Se define a la Psicología como aquella disciplina que se centra en el estudio de la mente y el comportamiento humano. Su definición y objetivos han evolucionado a lo largo del tiempo, abarcando diferentes enfoques y perspectivas, cuyo alcance en profundidad excede el presente. Consecuentemente, conocer las directrices y patrones psíquicos que se presentan en el sujeto, derivados del estudio científico de la mente y la conducta, no solo es beneficioso para la actividad psicoterapéutica, sino que lo es para entender, evaluar, prevenir, mejorar, y tener una conciencia crítica sobre toda la actividad humana, cualquiera sea esta; la individual, laboral, afectiva, familiar, comunitaria y, también, la política en todos los aspectos que la circundan -personalidad de actores políticos, publicidad electoral y manipulación, fines posibles e imposibles, malestar individual y colectivo en la política, etc.-.
Existen coincidencias al considerar la psicoeducación en la actualidad es una de las herramientas más utilizadas con el objetivo de desarrollar comportamientos más saludables. Así, en el marco de la psicología como disciplina general, se asocia habitualmente a la psicoeducación como una herramienta valiosa en los tratamientos psicológicos, ya que mejora la adherencia al tratamiento, reduce las recaídas y, consecuentemente, mejora el bienestar psicológico. Además, facilita el conocimiento y la conciencia sobre los trastornos, puede motivar a los pacientes a buscar y seguir los tratamientos propuestos. La psicoeducación como herramienta, en este ámbito, persigue que los pacientes y familiares conozcan la naturaleza de la enfermedad, su etiología, evolución, abordajes terapéuticos y resultados (Busch, F. et al., 2018).
Sin embargo, si entendemos a la psicoeducación como un proceso educativo dirigido a estimular recursos psicológicos, en personas que pueden o no portar enfermedades, desde el reconocimiento de sus necesidades, donde los participantes se implican activamente y se genera un aprendizaje experiencial de sí mismo que favorece su desarrollo personal, se nos presenta como posible, y casi diríamos necesario, ampliar su campo de acción más allá del ámbito psicoterapéutico hacia otros ámbitos de la vida, tanto individual como colectivo. Sin dudas, tener un mejor conocimiento del funcionamiento de la conducta y de la mente del ser humano coadyuvaría a enfrentar con más herramientas el desafiante mundo de hoy.
Individuo, educación, salud mental
En lo individual, la psicoeducación ayuda a las personas a identificar y aceptar sus fortalezas y, además, sus propios límites, sus fronteras. Como señala David Dorenbaum, “…las fronteras podrán ser visibles o invisibles, reconocidas o negadas, pero siempre tendremos que lidiar, de una forma u otra, con los márgenes de nuestro propio ser. Considerar las fronteras como espacios esencialmente cosmopolitas, abiertos a lo diferente, pero también a lo contradictorio, es esencial. Se trata de un intento audaz de representar la multiplicidad de formas que pueden adoptar y da a entender que, si bien el muro puede representar seguridad para algunos, para otros es un símbolo de represión…”.
Reconocer que el sufrimiento y las limitaciones son aspectos naturales de la existencia promueve una autocompasión que favorece una mayor tolerancia hacia uno mismo y hacia los demás. Este entendimiento libera a los individuos del peso del perfeccionismo y favorece relaciones más auténticas y saludables. Tal aceptación es fundamental en un mundo que a menudo impone expectativas de competencia y productividad constantes. Definitivamente, conocer nuestros propios límites, nuestras fronteras, libera.
En el terreno de la educación propiamente dicha, la psicoeducación se puede utilizar para una amplia gama de prácticas educativas que promueven el bienestar de los estudiantes. Estas incluyen el uso de la psicoeducación para aumentar el rendimiento académico, la prevención de conductas problemáticas, el aumento del bienestar socioemocional, la promoción de prácticas educativas y el desarrollo profesional del personal escolar, y para informar sobre las políticas educativas. Estas prácticas de psicoeducación se han utilizado ampliamente en todo el mundo para ayudar mejor al funcionamiento de los estudiantes. A modo de ejemplo, ha quedado demostrado que programas de psicoeducación son eficaces para reducir los niveles de ira, violencia y agresión de los estudiantes, y se ha sugerido que dichos programas se incluyan en el sistema educativo y los planes de estudio escolares dentro del ámbito de la orientación preventiva y del desarrollo, así como que los consejeros psicológicos escolares los apliquen a los estudiantes desde una edad temprana (Brown, J. et al., 2020).
En las intervenciones de promoción de la salud mental que tienen como objetivo aumentar la capacidad de las personas para comprender los problemas de salud mental y participar en el autocuidado de la salud mental, la psicoeducación tiene el potencial de aumentar los conocimientos y las habilidades para mantener un estilo de vida saludable en la edad adulta (Onnela, A. et al., 2021).
En el marco de las relaciones afectivas individuales de las personas, la psicoeducación también proporciona habilidades para identificar, prevenir, disuadir y manejar relaciones tóxicas, violentas y desadaptativas, por lo que se configura como una herramienta fundamental en la salud emocional de los individuos.
Evaluación crítica y ciudadanía
En un entorno global inundado de información y noticias falsas, la capacidad de analizar y evaluar críticamente se vuelve indispensable. La psicoeducación fomenta esta habilidad al enseñar a los individuos no solo a consumir información, sino también a cuestionar su validez y significado, al conocer los eventuales móviles de quienes la producen, la mayor prevalencia de rasgos psicopáticos de quienes actúan en los entornos digitales bajo el anonimato y con discursos violentos, entre otras variables. Esta práctica crítica permite discernir entre lo verdadero y lo engañoso, formando ciudadanos más informados y capaces de participar activamente en sus comunidades con mayor sustento intelectual (ver https://www.infobae.com/opinion/2024/11/11/la-violencia-politica-digital-el-anonimato-y-rasgos-de-personalidad/)
La psicoeducación permite a las personas desarrollar conciencia sobre la posible manipulación de sus deseos, comprendiendo que técnicas de publicidad y marketing impactan profundamente en la formación de “nuevas” necesidades, y la “persecución de la falsa felicidad”. En un entorno consumista que redefine constantemente nuestra identidad a través de la acumulación, la psicoeducación orienta a las personas hacia la búsqueda de un propósito genuino desde dentro, promoviendo un sentido de satisfacción más duradero. Esta reorientación del concepto de la “felicidad posible” impulsa a los individuos a buscar satisfacciones más profundas que trasciendan el consumo material, y resulten en vidas más plenas y significativas (ver https://www.infobae.com/opinion/2024/06/19/el-malestar-en-la-politica/).
Un freno a la manipulación política
En el ámbito político, conocer las posibles estrategias de persuasión -cuando no de manipulación- es crucial para la salud de una democracia. La psicoeducación arroja luz sobre estas tácticas, equipando a los ciudadanos con el conocimiento necesario para actuar como un electorado informado, permitiendo que la comunicación y su impacto en la percepción de la realidad sean analizados críticamente. Enseñar a las personas a decodificar discursos políticos, conductas políticas, reconocer falacias y rasgos de personalidad fortalece la capacidad crítica de la ciudadanía, es esencial para una democracia más saludable y fortificada (ver https://www.infobae.com/opinion/2024/09/25/el-desafio-de-gobernar-en-el-marco-de-la-naturaleza-humana/).
Asimismo, comprender las implicancias psicológicas detrás de la actividad política, o del poder en sentido amplio (políticos, empresarios, empresas de comunicación, factores de poder, etc.) -como la mayor prevalencia de rasgos de la Triada Oscura- nos permite anticiparnos a potenciales frustraciones, hacer elecciones críticas y poder plantear desafíos políticos y sociales superadores y constructivos (ver https://www.infobae.com/opinion/2024/04/26/psicopatia-y-politica-psicoeducacion-como-antidoto/).
Psicoeducación en la sociedad
Los anteriores son solo ejemplos enunciativos -en todos los campos, como se dijo, la psicoeducación es necesaria- y, para implementar una psicoeducación integral, se requiere un enfoque estructurado que contemple diversas estrategias en múltiples contextos. Esta visión podría concretarse con, entre otras acciones, el desarrollo de programas educativos que incluyan la psicoeducación desde la educación básica hasta la superior -ya se ven ejemplos en la currícula de la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo-, así como capacitar a docentes y profesionales de salud en métodos psicoeducativos; organizar eventos abiertos a la comunidad sobre salud mental, manejo emocional y empatía; propiciar el desarrollo de plataformas de aprendizaje en línea y crear aplicaciones móviles que ofrezcan recursos psicoeducativos; fomentar e implementar programas de capacitación en las empresas y las organizaciones que incluyan la psicoeducación como parte esencial del desarrollo profesional; integrar psicoeducación en las políticas de salud mental y programas de intervención; fomentar alianzas entre instituciones educativas, organizaciones de salud y organizaciones de la comunidad para implementar programas de psicoeducación; desarrollar libros, guías, videos y podcasts que aborden temas relevantes de psicoeducación de manera accesible y atractiva, etc.
Podemos encontrar en la historia argentina algunos ejemplos del valor que la psicología tiene para el desarrollo de la vida en democracia, viendo cómo fue tratada por los regímenes dictatoriales. Concretamente, la carrera de psicología en Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983) experimentó significativos desafíos y transformaciones debido al contexto político represivo. Este período estuvo marcado por la censura y la represión, afectando tanto a las instituciones educativas como a las prácticas profesionales en el campo de la psicología. La disciplina fue vista con sospecha debido a su potencial para fomentar el pensamiento crítico y la resistencia política (Polanco et al., 2021; Ventura, 2008), y el régimen militar implementó políticas de represión que impactaron profundamente en las universidades y en la enseñanza de la psicología. En particular, el psicoanálisis, una corriente influyente en la psicología argentina, fue considerado subversivo y, por lo tanto, fue eliminado de los planes de estudio en algunas universidades como condición para la reapertura de las carreras de psicología (Ventura, 2008).
Esta censura no solo afectó la formación académica, sino también la práctica profesional, limitando las herramientas teóricas y metodológicas disponibles para los psicólogos en ejercicio (Ventura, 2008).
Históricamente, el psicoanálisis fue asociado con una teoría moderna, capaz de subvertir el orden social y cultural. Por ello, siempre es mejor recibida en las democracias que en las dictaduras que atentaron y atentan contra ella, cualquiera sea la forma que adopten.
Psicoeducación en políticas públicas
En suma, incorporar la psicoeducación en nuestras vidas y políticas públicas es una necesidad imperiosa para aquellos que entendemos que el sujeto debe tener todas las herramientas para enfrentar los desafíos del presente. Ante un mundo que enfrenta desconexiones emocionales, manipulación informativa y del poder -en sentido amplio-, crisis de identidad y dolencias psíquicas en aumento, el conocimiento psicoeducativo se erige como una herramienta esencial para el desarrollo personal y colectivo. La psicoeducación no solo beneficia a los individuos, sino que también potencia un entorno social más saludable y cohesivo.
Para lograr una sociedad más justa y empática, es crucial desarrollar estrategias que integren la psicoeducación en la mayor cantidad de campos; en el sistema educativo, en los entornos laborales, organizacionales, políticos, y en las políticas sociales. Este esfuerzo garantizará que cada individuo tenga la oportunidad de experimentar una vida más consciente, plena y enriquecedora, donde el conocimiento y la comprensión mutua se conviertan en la base de nuestras interacciones y relaciones. En definitiva, la psicoeducación no es solo un recurso académico, sino un camino hacia una mejor calidad de vida y bienestar colectivo. El poder de Psicoeducar no es otro que la formación de un sujeto crítico y transformador.
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