
La revolución tecnológica, a la que venimos asistiendo en los últimos años en el campo de la medicina, trazó un escenario que llevó a desterrar viejos postulados y prejuicios. Especialmente, aquellos que presagiaban la deshumanización de la práctica, la consolidación del saber en pocas manos, y la generación de mayores niveles de inequidad.
Por el contratrio, en lo que respecta al ámbito quirúrgico, la robótica, la inteligencia artificial y la cirugía guiada por imágenes, dejó en evidencia que la democratización de la cirugía no sólo es posible dentro de los quirófanos, sino que trae múltiples beneficios, para los profesionales de la salud y para los propios pacientes.
Comencemos por definir conceptos. ¿A qué llamamos democratización de la cirugía? A la posibilidad concreta de reducir la brecha de habilidades entre cirujanos con diferentes niveles de experiencia, gracias a la implementación de tecnología de avanzada.
En otras palabras: las nuevas técnicas permiten que profesionales menos experimentados alcancen niveles de precisión y destreza comparables a los de expertos, o a la de sus colegas más avanzados. Esta situación redunda en la posibilidad de mejorar la calidad de la atención y a facilitar el acceso a procedimientos complejos.
Lejos de generar exclusión o concentración del saber, la revolución tecnológica está haciendo que la cirugía sea más equitativa, segura y accesible para más personas.
Aquí es necesario, hacer dos observaciones. En primer lugar, que la tecnología permite equiparar resultados técnicos, pero no reemplaza el criterio médico, que es la capacidad de un profesional para interpretar y tomar decisiones basadas en su conocimiento, experiencia y en la evidencia científica disponible. Y en segundo lugar, que la verdadera democratización se dará cuando estos avances, puedan tener un costo, que permita replicar sus resultados a nivel global.
Aún con estos señalamientos, el futuro es promisorio. Los avances tecnológicos optimizan los procedimientos, lo que deja al cirujano más tiempo para centrarse en las personas, para ejercer su rol con mayor humanidad, y para dar espacio a aspectos esenciales para los pacientes, como lo son la comunicación, el acompañamiento y la empatía.
Ampliar los sentidos hoy es posible

Las intervenciones que hoy realizamos, desde las más simples hasta las más complejas, están siendo asistidas por computadoras, y con este término hacemos referencia al amplio uso de la tecnología para mejorar las habilidades de los cirujanos y aumentar, por ejemplos, sus sentidos, gracias al uso de la cirugía guiada por imágenes.
Los avances que se generaron para examinar el interior del cuerpo humano han facilitado la obtención de diagnósticos más tempranos y por lo tanto, más certeros. La evolución del uso de imágenes fue tal, que no solo nos permite usar estas técnicas en la misma cirugía, sino también para realizar la terapéutica intraoperatoria.
La realidad aumentada es otra gran aliada. Nos deja ver capas de información digital sobre elementos físicos, que al momento de hacer punciones venosas, por citar solo un ejemplo, ofrece niveles de efectividad sorprendentes, aún en manos inexperimentadas. Por su parte, el uso de realidad virtual, sobre todo en planificación y en educación, es una herramienta de gran utilidad.
Los simuladores quirúrgicos son clave en la formación de los médicos. Permite a los cirujanos practicar procedimientos complejos en un entorno seguro y controlado, antes de enfrentarse a situaciones reales. Así, se logran perfeccionar habilidades técnicas, mejorar la toma de decisiones y reducir la curva de aprendizaje sin poner en riesgo la seguridad de los pacientes.
A su vez, la posibilidad de recrear escenarios reales de alta complejidad fortalece la coordinación entre distintos especialistas, y eso promueve una cirugía más eficiente y colaborativa.
En conclusión, la revolución tecnológica no solo ha transformado el modo en que operamos, sino también la manera en que formamos a los futuros cirujanos. La democratización de la cirugía no se trata solo de acceso a tecnología, sino de garantizar que cada profesional pueda entrenarse con herramientas de vanguardia, sin importar su ubicación geográfica o nivel de experiencia. Si logramos que estos avances sean accesibles a nivel global, estaremos más cerca de un sistema de salud más equitativo, seguro y eficiente para todos.
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