Por qué la piel vuelve a estar de moda

Entre la nostalgia del lujo y el rechazo a la corrección política, la piel es tendencia en las pasarelas de Gucci, Fendi y Prada en Milan Fashion Week.

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Abrigo de piel sintética en
Abrigo de piel sintética en la colección otoño-invierno 2025 de Gucci, presentada en Milan Fashion Week (REUTERS/STRINGER)

En diciembre, apenas comienza el frío en Milán y el mercado navideño se instala frente al Duomo, las sciure —señoras ricas y bien vestidas con una rígida rutina de tomar café, hacer las compras e ir a eventos artísticos, que representan, junto con la cultura del aperitivo, el espíritu milanés— sacan a la calle los abrigos de piel. Se las ve paseando por museos, chiacchierando en el bar Biffi o en el restaurante Sant’ Ambroeus con sus tapados de zorro o de visón, con perlas en el cuello, peinados frescos de peluquería, uñas rojas, carteras de cuero y un bronceado sospechoso para una ciudad en la que nunca sale el sol: son impenitentes, fabulosas, despreocupadas y, desde la aparición de @sciuraglam (un perfil de Instagram que recoge fotos cándidas de su street style y, en el proceso, construye una etnografía de la ciudad), también famosas.

La creciente popularidad de las sciure y de su estética aristocrática moderna —tan oximorónica como suena— se vincula a una sensibilidad post pandémica que, en un contexto de tensiones sociales, políticas y económicas, busca emular la fantasía de un pasado mejor. Para una juventud desencantada, el sueño truncado de ser rico fue reemplazado por el más accesible sueño de parecerlo, de llevar a cabo un simulacro de estabilidad. De 2022 en adelante, creadores de contenido en Tik Tok y periodistas de moda se ocuparon de disecar, itemizar y tratar de imitar el vestido de los ultraricos —la cuenta de Instagram @successionfashion, dedicada a identificar las prendas de los personajes de la serie Succession, cuenta con casi 200 mil seguidores—, de los herederos de grandes fortunas, de los royals y hasta de los mafiosos de la ficción —según Google Trends, el pico histórico de búsquedas de Carmela Soprano, esposa del capo de la mafia de Nueva Jersey en la serie Los Soprano, ocurrió en diciembre del 2024.

Dua Lipa con un abrigo
Dua Lipa con un abrigo largo de piel saliendo del Hotel Greenwich en Nueva York (Backgrid/The Grosby Group)

De todas las claves de la riqueza desplegadas en esta tendencia, el tapado de piel, pieza emblemática del armario cápsula de las sciure, es la más reciente y la más debatida. En Milan Fashion Week otoño-invierno 2025, las colecciones de grandes casas como Fendi, Prada y Gucci incluyeron prendas, detalles o accesorios hechos en piel (en el 30%, 17% y 10% de sus looks de pasarela, respectivamente). Aunque emplearon, en su gran mayoría, materiales sintéticos —el Grupo Prada dejó de utilizar pieles reales en 2020 y Kering, conglomerado del que forma parte Gucci, las prohibió en 2022—; el estigma de la crueldad animal y convirtieron a la piel, sintética o no, en una textura controversial.

Más allá de la emulación de la riqueza, de un giro generalizado hacia un maximalismo ochentoso o al estilo boho de los ’70, de la búsqueda de experiencias sensoriales y texturales en un mundo digital, la re-adopción de la piel como estilo también es uno de los síntomas de una cruzada contra la corrección política de la última década. En la lucha contra lo que políticos, influenciadores, empresarios y foristas digitales llaman “ideología” woke—que nació como un modo de adjetivar a aquellos conscientes de las injusticias sociales y fue transformado a sinónimo de dictadura de las minorías o de dispositivo de cancelación social—, se propagan narrativas y tendencias que se creían olvidadas como los discursos homofóbicos y machistas y la delgadez extrema. Las preocupaciones del progresismo son reemplazadas por un clima conservador y nostálgico que encuentra su aspiracional en las claves éticas y estéticas de un ayer que promete tanta certidumbre como crueldad.

Fue a partir de los años ’90, con la campaña “I’d rather go naked than wear fur” (Prefiero estar desnuda que usar pieles) de PETA, la organización internacional dedicada a la lucha por los derechos de los animales, que el uso de piel legítima comenzó a adquirir una connotación negativa en el mercado occidental. Celebridades como Pamela Anderson, Dennis Rodman y Tyra Banks sin ropa, voluntarios desnudos en la calle, protestas en desfiles (la imagen de Gisele Bündchen en el Victoria’s Secret Fashion Show junto a un cartel que dice “GISELE: FUR SCUM” es representativa de una era): la mala publicidad sí existe, ¡pregúntenle a Balenciaga!

Activista de PETA irrumpe en
Activista de PETA irrumpe en el desfile de Christian Lacroix otoño-invierno 2007 en Paris Fashion Week

El cambio cultural y regulatorio desencadenado por el activismo marcó el destino de la industria. Según FIFUR, la Asociación de Criadores de Pieles de Finlandia, la producción de pieles de visón y zorro pasó de más de 120 millones de unidades en 2014 a menos de 15 millones en 2023. En 2020, dentro de “un contexto donde el uso de pieles reales ha disminuido significativamente en la industria, con diseñadores y marcas optando por alternativas sintéticas y sostenibles”, PETA decidió concluir la campaña.

Aunque el uso de pieles nuevas continúa siendo marginal; amparándose en el crecimiento del mercado de segunda mano —valuado en U$197 mil millones en 2023— y en la disponibilidad de opciones artificiales, las pieles vintage y sintéticas han proliferado en las redes sociales —con la tendencia mob wife—, entre las celebridades —Dua Lipa, Hailey Bieber— y en las semanas de la moda. El debate en torno a la ética y al impacto ambiental de cada una de las alternativas está en sintonía con la polémica que rodea el uso de este material. En términos de popularidad, la piel real vintage se erigió, en los últimos años, como una ganadora: no exige la producción de un bien nuevo y constituye un abrigo eficaz y eterno. Son irrelevantes, frente a esto, los argumentos vinculados al sufrimiento animal —la lógica es que el horror prescribió y que, en todo caso, lo mismo debería decirse del cuero— y el costo ecológico de su creación —los químicos, gases y cambios en la biodiversidad producto de la crianza y el curtido de la piel pueden tardar décadas, siglos en ser absorbidos—: el nuevo villano, la fibra derivada del petróleo, es mucho más contaminante, libera microplásticos en el ambiente y es de larga degradación —vale aclarar que las pieles curtidas químicamente también lo son—. Los biomateriales, considerados por la industria una opción superadora, todavía no alcanzaron un grado de desarrollo suficiente como para constituir una elección real.

Maradona y Marilyn Monroe, Floyd Mayweather y Michelle Pfeiffer en Scarface, Melania Trump y María Julia Alsogaray: divos, ganadores, millonarios y poderosos representan su estatus con abrigos de piel; una prenda que, en algún momento de la historia, supuso un rito de paso, un punto de inflexión en el ascenso social. Con el auge de las variantes sintéticas, simulaciones baudrillardescas de la piel real que comenzaron a introducirse en el mercado en los ‘50, y la caída de la industria, el tapado de piel, sin embargo, ya no vincula su lujo a su funcionalidad o a su materialidad. Vacío de fondo y anclado únicamente en asociaciones, este deviene en lo que Jean Baudrillard llamaría simulacro, en un símbolo de riqueza en sí mismo, una exclusividad imaginada. Así, en el mundo digital y del fake it till you make it, los simulacros de revancha y de éxito son la única alternativa posible para invocar, a través del pensamiento mágico, una promesa de bienestar que ya no existe.