Milei y el pragmatismo: ¿estrategia o riesgo para la confianza?

La capacidad de adaptación es clave en política, pero, a veces, sostener una postura solo por coherencia puede ser un error cuando el contexto cambia

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Javier Milei modificó la postura de Argentina frente a la guerra en Ucrania. En la votación de la ONU, el país decidió no condenar la invasión rusa, alineándose con la posición de Donald Trump. Es un giro llamativo porque hasta hace poco Milei respaldaba a Zelensky de manera explícita. Hubo encuentros, fotos y declaraciones públicas de apoyo. Argentina parecía ser un aliado firme de Ucrania. ¿Por qué este cambio? ¿Responde a una necesidad económica, a un alineamiento ideológico o a una estrategia geopolítica en constante ajuste? No hay una respuesta única, pero lo que queda claro es que no es la primera vez que Milei toma una decisión distinta a la que había expresado previamente.

El pragmatismo como herramienta política

La capacidad de adaptación es clave en política (y en la vida misma). A veces, sostener una postura solo por coherencia puede ser un error cuando el contexto cambia. Milei ha demostrado una gran capacidad de movimiento, evitando quedar atrapado en posiciones rígidas. Pero esto no es solo una cuestión de estrategia geopolítica, sino también una lección aplicable a lo cotidiano. ¿Cuántas veces perdemos oportunidades o nos enfrentamos a conflictos innecesarios por no ser capaces de movernos de nuestras posiciones rígidas? A veces, el orgullo, el miedo o la necesidad de demostrar coherencia nos hacen sostener posturas que, en el fondo, sabemos que no nos convienen. En política sucede lo mismo, pero con consecuencias mucho más grandes. Sin embargo, el pragmatismo no es solo flexibilidad. También implica calcular costos y beneficios, y aquí surge la pregunta clave: ¿Cuáles son las consecuencias de estos giros en la percepción de Argentina a nivel internacional? Los países pueden construir relaciones sobre tres pilares: poder, conveniencia o confianza. Trump tiene poder—económico, militar e incluso en ciertos círculos intelectuales—lo que le permite moverse con más autonomía. Milei, en tanto presidente de Argentina—un país con una historia económica volátil y una necesidad urgente de previsibilidad—depende de la conveniencia mutua y la confianza que pueda generar en sus aliados. Lo vimos antes: Con China, primero rechazo absoluto; luego, en Davos, la admisión de que era necesario mantener el vínculo; con Lula y Brasil, insultos iniciales y después señales de distensión; ahora, con Ucrania, de aliado firme a una postura neutral. Esta forma de moverse es útil para adaptarse, pero con el tiempo puede generar dudas: ¿Cuáles son las prioridades estratégicas de Argentina?

El riesgo de la imprevisibilidad

El pragmatismo es valioso cuando se usa con criterio. Pero cuando los cambios de posición son frecuentes y sin una narrativa clara que los justifique, pueden generar incertidumbre en aliados y socios estratégicos. En el mundo de la política internacional, y con un posterior impacto en la percepción local—porque lo que uno hace afuera, tarde o temprano termina impactando dentro—ser impredecible puede dar poder si se tiene fuerza suficiente para sostenerlo. Si no, puede interpretarse como falta de estabilidad. Y en un país como Argentina, que busca inversiones y acuerdos en un escenario global competitivo, la previsibilidad es un activo clave.

¿Pragmatismo o construcción de futuro?

Milei ha logrado, con su plan, ordenar el presente económico del país. Pero el futuro no se construye solo con pragmatismo. Se necesita una visión clara de hacia dónde se quiere ir y con qué aliados contar. Hoy, el desafío no es solo sostener su programa económico, sino demostrar que Argentina es un actor confiable en el mundo. Porque si el pragmatismo se convierte en imprevisibilidad, puede dejar de ser una ventaja táctica y volverse un problema estructural.

*El autor es el CEO del Grupo Taquion