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Queda absolutamente descartada la posibilidad de un juicio político al Presidente. No hay votos. Tampoco, para la comisión investigadora. Se acabó. No obstante, el tema merece una ampliación. Por la hipocresía del kirchnerismo, tanto como por sus contradicciones.
Milei puede acuchillar en la noche y por la espalda a un niño de ocho años, en un camino de tierra al descampado, con un enorme machete oxidado y ser declarado por la política inocente, por haber actuado en defensa propia, en el hipotético caso que a ella le correspondiera verter una opinión. ¡Es así y no le den más vuelta! No pueden pasarse el periodismo y supuestas excelencias intelectuales haciendo cálculos respecto del tema: un voto por acá, otro por allá; sumar, restar y transcurrir horas hablando fantasías.
El asunto es muy sencillo. La llave del juicio político a Milei la tiene el kirchnerismo, un sector del Pro, un sector del radicalismo y Lilita. Y ellos saben bien que la destitución de Milei significa la llegada del demonio al sillón de Rivadavia. Esto es, Victoria Villarruel. ¡Jamás va a ocurrir! También es importante que lo sepa Milei: si Victoria permanece como Vicepresidente, no habrá juicio sobre él.
El kirchnerismo
El Presidente del bloque kirchnerista se fue de mambo al solicitar el juicio político. Se ve que no la consultó a Cristina, quien hace un tiempo advirtió el disparate que eso significaba. Para ser más preciso, al comienzo de la gestión de Milei se hablaba de juicio al Presidente. El kirchnerismo observaba azorado el ímpetu de Milei y comenzaron a moverse las paletas del helicóptero. Algunos kirchneristas miraban con cierta simpatía a Villarruel. Rápida de reflejos, Cristina dijo: “Pericia siquiátrica le vamos a pedir a los que dicen que Villarruel es peronista”. El Instituto Patria fue terminante: “Nunca podemos estar cerca de una persona que visitó a los condenados por crímenes de lesa humanidad y que está vinculada al aparato represivo”. Estas conductas “generan confusión” de cara a la militancia. “¿Qué podría pensar un integrante de las organizaciones de Derechos Humanos?”. En estas palabras está encerrada la hipocresía de solicitar juicio a sabiendas que no sale y que ellos no lo quieren. Lo que hace el kirchnerismo en Diputados es puro humo.
La imposibilidad política del juicio
Villarruel, además del modelo económico de su gobierno, sumaría la verdadera batalla cultural que nos debemos: la revalorización de Malvinas. No para volver a la guerra, sino para enorgullecernos de su significado como legado histórico y, además, la defensa irrestricta de los damnificados por la subversión, lo que significaría -en el caso de dirigir los destinos del país- la pérdida de la última bandera que aún queda en pie del kirchnerismo: los derechos humanos sesgados a la subversión y la venganza sobre los que actuaron en esa guerra.
Su foto con Isabel Perón fue clara en lo que hace al combate al terrorismo como también al sinceramiento de la economía, cuando la ex Presidente nombró como Ministro a Celestino Rodrigo, produciendo un giro olímpico similar al del gobierno actual. Milei no lo entendió; sus trolls, menos. El anti peronismo les come las seseras. Cristina sí se percató, y la gilada kirchnerista no se da cuenta.
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La fórmula presidencial
Milei y Villarruel constituyeron una alianza de la derecha. No son lo mismo y no significan lo mismo. Al igual que la izquierda, la derecha tiene matices y diferencias. ¿Qué significan uno y otro? Sin bucear en laberintos más profundos, en la superficie está lo fundamental. Milei explora un liberalismo sin raíces criollas, ni contactos con nuestra historia. Sus intelectuales y difusores son un grupo de jóvenes caídos del cielo, en el sentido de desnudez cultural.
Villarruel, por el contrario, en su estética y en su historia personal, manifiesta ex profeso un mayor arraigo a tradiciones de la tierra. Esto es, independiente de su estilo de hacer política. Milei se halla obnubilado por la lucha global contra el “wokismo”. Tan global que, a veces, aparece desvinculado de la Argentina, de nuestra historia y de las batallas culturales que hemos tenido desde la declaración de la Independencia.
¿Por qué lo hace? Porque la derecha norteamericana y europea empujan estas banderas. De este modo, asume una batalla lejana instalada en la universalidad. Ni Milei ni los trolls que lo siguen están en condiciones de nacionalizar a la derecha. Cierto es que el kirchnerismo Nac & Pop introdujo el wokismo en el país, pero hay cuestiones culturales tan o más importantes a combatir que el lenguaje inclusivo. Por poner el ejemplo más ridículo.
Malvinas y la subversión
Aquí, Milei hace agua. Por supuesto, no se trata de volver a la guerra ni instigarla. Sencillamente, de considerarla un hito importante de nuestra historia reciente, más allá de las razones que la impulsaron. ¡Tan sencillo le resultaría hacerla suya! Fue el Proceso Militar, con Roberto Alemann en Economía, quienes la iniciaron el 2 de abril. No hay que correrse al centro o a la izquierda para reivindicar Malvinas. El kirchnerismo, con Tristán Bauer en Cultura, la descalificó.
Respecto de la guerra contra la subversión, Milei fue claro: “No es mi agenda”. En estos puntos se desentiende de cuestiones centrales e identificadoras de la izquierda y el progresismo argentino. El wokismo lo moviliza mucho más que haber vencido a la izquierda, que pretendía hacer del país una nueva Cuba. Al progresismo internacional se lo derrota nacionalmente. Tenemos nuestro combate propio, si se quiere, nacional y popular. No se trata solo de cuestiones económicas: la libertad, el mercado, el capitalismo. ¡Bien ahí!
La tarea central consiste en comprender dónde se encuentra el núcleo duro del combate cultural contra el progresismo, la izquierda y el kirchnerismo.
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