Elogio de la (des)templanza

Aunque el presidente siga confiado en que los “astros están alineados” la soberbia suele -más temprano que tarde- cobrar peajes

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El filósofo italiano Norberto Bobbio
El filósofo italiano Norberto Bobbio

En 1994, el gran pensador turinés Norberto Bobbio publicaba “Elogio della mitezza”, una compilación de escritos que, tres años después, ya traducido al español se conocería con el título de “Elogio a la Templanza y otros escritos morales”. El libro, y en particular el opúsculo que inspira el título de la obra, se convirtió en clásico y lectura obligada para toda una generación de políticos e intelectuales en el contexto posterior a la caída del Muro de Berlín y el colapso del denominado “socialismo real”.

Aunque en el uso común la templanza se asimila, en gran medida, a la moderación, Bobbio iba más allá al considerar que se trataba de un atributo de liderazgo que supone un “estado de racionalidad permanente”, de “vigilia de lucidez” sobre cualquier “toxicidad” que podría afectar las decisiones políticas. Es que para el célebre filósofo y politólogo italiano, el riesgo de la desmesura propia de actitudes irreflexivas o pulsiones irracionales consistía en la subordinación de acciones que pueden alterar la vida de millones de ciudadanos a una satisfacción simbólica momentánea, generalmente para aquel que ejerce el poder mismo.

Si bien es cierto que la templanza ha sido una rara avis en las culturas políticas latinoamericanas, tan propensas al enaltecimiento de los gestos ampulosos, las declaraciones altisonantes, la degradación de la palabra y la argumentación, las habituales descalificaciones, la soberbia y la megalomanía, vivimos en tiempos en que ya no solo la moderación es desechada como síntoma de tibieza o debilidad, sino que incluso pareciera instalarse una suerte de “apología de la desmesura”.

Las últimas semanas del Presidente parecieran abonar estas transformaciones. Si bien hablamos de un dirigente que hizo de la falta de “corrección política”, de la intransigencia y de una audacia rayana con la temeridad su “sello de identidad”, desde el tan destemplado como inoportuno discurso en Davos, hay tendencias que parecieran profundizarse, fraguando una peculiar amalgama de atributos de liderazgo que incluyen crispación, reacciones intempestivas, retórica inflamatoria, desmesura, displicencia, narcisismo, entre otros rasgos.

En este contexto, a la “motosierra” que le permitió proyectar una imagen de éxito -al menos coyuntural- a nivel macroeconómico y financiero, y a su particular y reaccionaria agenda “social” explicitada en el gélido cantón suizo y signada por una delirante cruzada contra la cultura woke, ahora parece haberle sumado la despiadada “guillotina” política.

Por ese jacobino instrumento de ejecución pasaron en los últimos días tanto uno de los fundadores del espacio, Ramiro Marra, como la hija del ahora enemigo Domingo Cavallo, embajadora ante la OEA, y el titular de ANSES, hasta hace poco elogiado por rechazar beneficios previsionales a Cristina Fernández de Kirchner.

Javier Milei
Javier Milei

Con el prisma de la desmesura, la realidad no da respiro. Al mismo tiempo que el gobierno celebraba en los últimos días la estadística de la inflación de enero (2,2%), el presidente continuaba buscando supuestos enemigos para descalificarlos a la vez que hacer apología de sí mismo. “Somos el mejor gobierno de la Historia, mal que les pese a los econochantas y al conjunto de mandriles que quiere que a la Argentina le vaya mal”, afirmó sin tapujos.

Y, como evidencia de que se trata no solo del modus operandi del gobierno sino también del modus vivendi presidencial, se registra el agravante de que todos esos ataques se dieron en un contexto en el que no se había planteado un clima de confrontación alguna.

Lo cierto es que aunque el presidente siga confiado en que los “astros están alineados”, tanto por la relativa estabilidad macroeconómica y la desaceleración inflacionaria, por algunos guiños que ofrece la geopolítica global, o por la lentitud paquidérmica con que se mueve una atribulada oposición, la soberbia suele -más temprano que tarde- cobrar peajes.

Seguramente algún regusto amargo experimentó el presidente este sábado cuando “promocionó” en sus redes sociales un criptoactivo de dudosa procedencia y nulo respaldo, que acabó apalancando o facilitando una maniobra de sus creadores para inflar los precios, retirar ingentes beneficios y luego retirarse. Una maniobra que, aun aceptando las ingenuas explicaciones presidenciales, lo cierto es que abre un inoportuno conflicto derivado de las cada vez más recurrentes reacciones intempestivas, decisiones inconsultas, e importantes dosis de soberbia.

Por ahora, el mensaje del presidente es claro: hacia adentro, alineamiento total. Un alineamiento que exige compromiso irrestricto con la batalla cultural, no solo en su acepción clásica de “cruzada anti-casta” o en la explicitada agenda social de Davos, sino también en el plano económico, en el que ya aparecen algunas diferencias de criterios, como las que plantea el FMI respecto del atraso cambiario y la salida del cepo.

Y, hacia afuera, rendición incondicional para los aliados aspirantes a competir bajo el paraguas de la marca libertaria, y para los “enemigos” acusaciones reversionadas de las viejas y peligrosas acusaciones de “antiargentinos”. Esto, claro está, matizado por subterráneas y contradictorias negociaciones con sectores de kirchnerismo en el Congreso a fin de conseguir mayorías en la Corte.

Así las cosas, la buena noticia para Milei es que -por ahora- en la opinión pública priman más los éxitos en materia de inflación y estabilidad que las cuestiones estructurales no abordadas o los “errores no forzados” producto de un liderazgo destemplado, y que -además- en la oposición no aparece nadie capaz de representar una alternativa convocante. Sin embargo, un presidente que aprovechó las frustraciones acumuladas, el descontento popular y la falta de credibilidad de la dirigencia para lograr su fulgurante ascenso al poder, debiera saber muy bien que no está exento eventualmente de experimentar en carne propia el proceso inverso.

Sociólogo, consultor político y autor de “Comunicar lo local” (La Crujía, 2021)