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El tipo de cambio se considera atrasado cuando los precios internos superan a los del exterior en relación con la cotización del dólar, afectando las transacciones internacionales.
En concreto, si la cuenta corriente del balance de pagos se hace deficitaria, la cotización del dólar queda rezagada, y nuestras producciones pierden mercados al encarecerse en relación con las de otros países. Los precios internos suben, pero el tipo de cambio se ajusta en menor proporción, ocasionando pérdidas de competitividad.
Las exportaciones se encarecen y las importaciones se abaratan, haciendo deficitaria la balanza comercial. En resumen, el atraso cambiario puede parecer beneficioso porque mantiene precios bajos en productos importados y exportables, pero puede generar desequilibrios económicos. Es oportuno señalar que el atraso cambiario responde a la necesidad de incorporar fondeos e inversiones del exterior; la función del tipo de cambio es compatibilizar precios internos y externos con la balanza de pagos deseada por el mercado.
Actualmente, está ampliamente difundida la idea de que Argentina está cara en dólares. Una mayoría de las opiniones sostiene que el encarecimiento en dólares se acentuó durante el gobierno de Javier Milei. La gente compara los precios de los bienes que le interesan y opina sobre la competitividad del país. Esa percepción inclina a muchos a vacacionar, comprar electrónicos y ropa en el exterior. Es la atracción de Miami, ícono de las compras ansiadas.
En esta realidad bifurcada, abundan los comentaristas que dictaminan según el número de ítems que encuentran más baratos en el exterior que en el país. Su análisis se basa exclusivamente en las diferencias de precios de los bienes que les interesan, olvidando que el requisito central para confirmar el atraso cambiario es el déficit de los pagos internacionales, aunque sea un dato menos accesible.
No se debe confundir productividad con equilibrio cambiario, dos conceptos bien diferentes.
Estados Unidos es el quinto país más eficiente del mundo y una de las economías más competitivas, pero mantiene un déficit internacional de bienes y servicios ininterrumpido desde 1990. El presidente Donald Trump centró su preocupación económica en los persistentes saldos deficitarios del comercio internacional e intentó corregirlos imponiendo tarifas a las importaciones, aunque sin lograr un remedio efectivo.
El siguiente gráfico muestra el déficit internacional de pagos de EE.UU. y de la Argentina como porcentaje del PBI entre 1990 y 2024, según datos el reporte de Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, en inglés) del FMI.
Tan amplias variaciones en los déficits internacionales no podrían responder a cambios de eficiencia, dado que en el caso de los EE.UU. mantiene su liderazgo productivo desde finales del siglo XIX.
Para Argentina, que ha enfrentado graves dificultades fiscales y alta dependencia de sus escasas reservas de dólares, el riesgo cambiario sería particularmente dañino. La salida de capitales internacionales intensificaría la presión sobre el peso argentino, aumentando la demanda de dólares y debilitando las reservas del Banco Central.
Ante ese panorama, la capacidad de intervención del Banco Central para defender su moneda sería limitada, lo que podría derivar en una devaluación brusca. Esto, a su vez, aceleraría la inflación, encarecería las importaciones y profundizaría los desequilibrios macroeconómicos. Además, un endurecimiento global de las condiciones financieras dificultaría el acceso a financiamiento externo.
El atraso cambiario resulta del ingreso de capitales para financiar gastos. La contabilidad nacional lo expone: PBI = Gasto (público y privado) + Exportaciones - Importaciones.
Estados Unidos se beneficia de esta realidad, ya que le permite gastar por encima de lo producido, consumiendo bienes y obteniendo activos a cambio de títulos de crédito y participaciones en negocios. La solidez de sus instituciones respalda la seguridad y confianza de los inversores.
En profundo contraste, la historia económica de Argentina alerta sobre los riesgos del atraso cambiario. Varios episodios terminaron en huida de capitales, defaults y crisis institucionales. Mientras EE.UU. goza de confianza en su moneda y sus compromisos financieros, Argentina sufre por la fragilidad de su sistema económico. La desconfianza en la moneda y el crédito nacionales ha sido una constante, exacerbando la vulnerabilidad financiera y amplificando los temores al atraso cambiario.
Punto de giro
El gobierno de Milei busca revertir ese legado y consolidar la confianza en la economía. Desde su elección, el riesgo país cayó de 2.400 puntos básicos a alrededor de 670 puntos.
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¿Por qué baja el riesgo país? En un contexto de alta volatilidad e inflación elevada, la caída del riesgo país refleja una confianza renovada en la solidez fiscal. La reducción del riesgo se debe a los ajustes que implementa el Gobierno: el equilibrio fiscal mejora la percepción sobre la capacidad del Estado para cumplir con sus compromisos. Un riesgo país más bajo reduce el costo del financiamiento y favorece la inversión.
La valorización de los activos argentinos acompaña esta tendencia. La eliminación de impuestos, trabas y prohibiciones a las actividades productivas fortalece la economía.
Estas reformas, junto con la mejora en los indicadores financieros, buscan despejar los temores sobre el atraso cambiario, que en el caso argentino responde a la inestabilidad monetaria y crediticia. La confianza en las instituciones es clave para sostener cualquier política económica, y en este aspecto, la economía argentina enfrenta su mayor desafío.
El autor es director de BG Consulting
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