El debut de las sesiones extraordinarias del Congreso dejó un resultado para la celebración de Olivos. Coronó su temario en Diputados y brilló especialmente la suspensión de las PASO, por el número -una impactante suma de 162 votos- y por el dato político saliente en la otra vereda, que fue la exposición más abierta de fisuras y tensiones en el peronismo/kirchnerismo. La señal -la votación y el efecto en la oposición dura- fue también doble hacia el oficialismo. Logró un fuerte arranque legislativo, que buscará proyectar al Senado, pero lo hizo con la receta que menos le gusta: negociar y -básico en este tipo de tratativas- ceder para coronar los proyectos.
El oficialismo cosechó tres votaciones seguidas en la misma línea. Además de las primarias, fueron aprobados los proyectos de juicio en ausencia -que también mostró divisiones en UxP- y de reincidencia y reiterancia. Los números fueron de mayor a menor, bajaron a 147 votos a favor en el segundo caso y a 138, en el tercero. Fue vital, de todos modos, mantener el núcleo de los acuerdos con aliados y dialoguistas, en paralelo a las gestiones con gobernadores de casi todo el mapa político.
Las postales de estos días en Diputados ofrecen temas para variadas lecturas, pero ninguna de ella supone al menos hasta ahora un armado político sólido del oficialismo. Y no sólo se trata de la precariedad que genera el grado de fragmentación política, sino además de su propio andar. Esta vez, por lo novedoso en cuanto a su profundidad y matices, el foco estuvo puesto en las divisiones del espacio PJ/K, que venían bastante contenidas, sobre todo en temporadas de fuertes cruces discursivos de Javier Milei y el kirchnerismo, empezando por CFK.
El tejido para lograr quórum y luego la amplitud de las votaciones no borraron las diferencias en el archipiélago no mileista. Los radicales, en la versión mayoritaria y su desprendimiento, Encuentro Federal y algunos provinciales exhibieron fisuras, aunque menores frente al peronismo. En cambio, el PRO y otros espacios cercanos al oficialismo llegaron con posiciones unificadas. Llamativo en un punto: esa coordinación con el PRO asoma contradictoria ante la tensión entre Olivos y el macrismo.
No sólo se trata de tensión en la superficie: todo el primer mes del año estuvo marcado por esa disputa, con foco en la Ciudad de Buenos Aires. Jorge Macri, sin dudas en sintonía con el ex presidente, decidió adelantar los comicios locales. Fue en medio del juego del círculo presidencial -abiertamente por parte de Karina Milei y con movimientos de menos visibles de Santiago Caputo- para disputar el territorio y, en una de las hipótesis si el final no es de batalla total, subordinar a los amarillos en una sociedad electoral.
No es el único punto de gestos que confluyen y a la vez exponen un modo de actuar que supera la lógica presión/negociación. Por el contrario, exponen la negociación y el camino de los acuerdos como una última opción, obligada por la necesidad y ajena al modo de entender la construcción política. El fuerte sigue siendo la dureza y la descalificación -incluso, para echar funcionarios o figuras de su espacio-, es decir, la pelea en blanco y negro. Más aún: la elección del “enemigo” para una disputa en continuado. Nada nuevo, aunque con diferente vestimenta en versión de discurso o narrativa.
La negociación para armar una mayoría de diputados con el temario referido y para fisurar la bancada peronista/kirchnerista -que tuvo su expresión máxima en el tratamiento de las PASO- fue intensa, amplia y acompañada por cesiones propias. Superó la línea de aliados y dialoguistas y, por supuesto, trascendió los límites del Congreso. Los negociadores visibles y reservados del Gobierno retomaron temas muy enfriados en el vínculo con los jefes provinciales.
En cuanto al proyecto sobre las PASO, la fórmula de transacción -imaginable desde el principio- fue la suspensión para este año, en lugar de la eliminación definitiva, además de desenganchar la delicada cuestión del financiamiento de los partidos. El mensaje original del Ejecutivo, hacia finales de noviembre, llegó al Congreso bajo el título de “Reforma para el fortalecimiento electoral” y, si LLA hubiera mantenido una postura de cerrazón, habría terminado de otra forma. Por supuesto, queda pendiente el debate de fondo.
También se sucedieron las tratativas con los gobernadores. Guillermo Francos estuvo acompañado en la tarea por Luis Caputo, en público y bastante en privado, además de otros operadores. No sólo se conversó con los jefes provinciales peronistas -lo más destacado por el efecto de las fisuras en UxP-, sino con integrantes de la decena de lo que fue JxC y con provinciales, desde Misiones hasta los patagónicos. De los ocho con sello del PJ, los casos más refractarios para el Gobierno siguen siendo Buenos Aires y, en menor medida, La Rioja. Cuestiones presupuestarias y vinculadas con los compromisos para el traspaso de obras -además de vías de financiamiento- fueron parte central de esa agenda, también previsible.
Las diferencias expuestas en Diputados por el peronismo en el caso de las primarias fueron amplias y de todas las formas: votos a favor y en contra, abstenciones y ausencias. Pero no fueron exclusivamente el efecto de los contactos con los gobernadores, sino también del tema específico y del clima negociador más amplio. Visto en espejo, las cargas más cerradas del oficialismo alimentan y facilitan el cierre de filas en las otras veredas, especialmente por parte del núcleo que responde a Cristina Fernández de Kirchner.
En ese sentido opera la tendencia confrontativa del Gobierno, con Milei en primera línea. Dos trazos principales definen ese ejercicio. El primero está atado a la fórmula discursiva -parte fundamental del éxito electoral 2023- de la batalla contra la “casta”. Y el segundo, agrega la intención de polarizar en el camino electoral, sobre todo con CFK y el kirchnerismo en general. Eso, no deja espacios para los matices, al revés que la realidad del Congreso. Es la tensión en la que se mueve por ahora el Gobierno.