Durante muchos años nos cerramos al mundo, y olvidamos el impacto que tiene el comercio internacional en la vida diaria de cada uno. A veces al ciudadano de pie le parece muy lejano cuestiones como las trabas a las importaciones o las complicaciones para pagar al exterior. Muchos hoy se preguntan en qué les modificaría la salida del cepo si lejos están de poder comprar dólares, porque les cuesta llegar a fin de mes. Pero en la economía, como en casi todo en la vida, todo está relacionado.
Hemos vivido muchos años donde el ingreso de mercadería a nuestro país era una tarea titánica. No debe sorprender que cuando analizamos el ranking elaborado por el Banco Mundial, Argentina era la economía más cerrada de la región. Y esto ha perjudicado enormemente a las empresas, a las cadenas productivas y por sobre todo a los consumidores. ¿Por qué? El 80% de lo que ingresa a nuestro país no son productos terminados como se cree, sino materia prima, insumos, bienes intermedios y bienes de capital. Todo destinado para fabricar, para sembrar y cosechar, para abastecer el mercado interno y generar oportunidades de exportación. Y si, hay empresas argentinas que exportan productos industriales de calidad. Durante todo este tiempo, con la implementación de una cantidad de burocracia que a veces cuesta imaginar, se generaron extracostos que no sólo encarecían los productos para la venta local, sino que nos restaban competitividad a la hora de llevar nuestros productos al mundo.
A finales del 2023 nuestro país asumió la presidencia Pro Tempore del Mercosur, luego de que se anunciará la culminación del acuerdo con la Unión Europea. La finalización de este proceso, que lleva más de 20 años de trabajo, es realmente importante, teniendo presente que implicaría la creación de una de las zonas de libre comercio más relevantes del mundo.
El Mercosur tiene más de treinta años desde su constitución y que tiene como objetivo fomentar el libre comercio, poco ha hecho para que esto suceda. En el análisis regional, la segunda economía más cerrada es la de nuestro principal socio comercial, y miembro pleno del bloque: Brasil. ¿Cómo es posible?
La protección directamente nos deja en el banco de suplementes, sentados viendo como el partido a nivel global se desarrolla
Quizás en parte por cómo se ha pensado la economía y el crecimiento: se debe limitar la competencia internacional para fomentar el desarrollo de la industria nacional. Pero, esto no se traduce en una mejora de la competitividad.
Ante la posibilidad de abrir el comercio, lo primero que surge es el miedo de que esto se traduzca en el cierre de fábricas y la pérdida de puestos de trabajos. En general, se suele recurrir al ejemplo más cercano en la historia, cuando se ha llevado adelante una importante apertura, y además se produjo el cierre de empresas y la pérdida de puestos de trabajo. Esto es una realidad, nadie lo puede negar. Lo que podríamos cuestionarnos es si estos hechos se produjeron solo por la apertura o por múltiples factores vinculados con la economía local, políticas comerciales y otros motivos que no nos llevaron por ese camino. Fue un proceso durísimo y trágico para miles de argentinos, pero no debería por qué repetirse si hemos aprendido de nuestros errores.
Cuando se habla de apertura, sus detractores suelen mencionar que las grandes potencias mundiales pregonan el libre comercio, mientras que puertas adentro toman medidas de índole proteccionistas. Sin ir más lejos, Francia se opone al acuerdo Mercosur–UE, y está decidida a impedir que el mismo entre en funcionamiento. Sin embargo, las realidades son diferentes: nosotros no podemos solos, necesitamos de un intercambio fluido para que nuestra economía funcione de manera óptima.
Y más allá de los beneficios económicos que puede tener hay que recordar que el libre comercio es un medio para fomentar la paz. Cada vez que los países aumentan las barreras comerciales, empiezan a surgir las rispideces que exceden lo comercial y escalan a lo político.
Hoy algunos sectores industriales están preocupados ante la decisión del gobierno de levantar las barreras comerciales. Y parte de su preocupación tiene fundamentos, porque aún la cancha está inclinada ¿En qué sentido? Claramente, uno de los factores que más incide es la alta carga tributaria pero además podemos mencionar la suba de los costos productivos locales, la ineficiencia a nivel infraestructura, y mucha burocracia que queda por desarmar. Es solo por nombrar algunos ejemplos porque hay miles de situaciones que ponen en “desventaja” a los productores nacionales.
Cuando se habla de apertura, sus detractores suelen mencionar que las grandes potencias mundiales pregonan el libre comercio, mientras que puertas adentro toman medidas de índole proteccionistas
La protección directamente nos deja en el banco de suplementes, sentados viendo como el partido a nivel global se desarrolla, mientras que, por ejemplo, un alivio tributario nos permitiría no sólo crecer localmente sino quizás internacionalizarnos.
El argumento de que para alcanzar la competitividad internacional es necesario que los trabajadores reciban una contraprestación baja, o pierdan derechos laborales. La eficiencia no va a llegar de la mano de bajos salarios, que atraen mano de obra poco calificada y desmotivan. Alemania es uno de los principales exportadores de bienes industriales del mundo, y los alemanes no son explotados por sus empleadores.
Como mencionamos antes, la simplificación y la liberalización permite bajar el costo en que se incurre cada vez que ingresa un bien en nuestro país, impactando directamente en el costo total de la cadena productiva.
La apertura comercial no debería ser una amenaza para la industria nacional. Los años de aislacionismo y las políticas implementadas que retrajeron la inversión constituyen el verdadero problema, pero nos dejan totalmente vulnerables ante la competencia internacional.
El intercambio es una oportunidad si sabemos capitalizarla porque nos permite modernizarnos, tecnificarnos, crecer, innovar. En otras palabras, nos ayuda a volvernos mejores. Obviamente que, si vamos a tener que comenzar 20 pisos más abajo que nuestra competencia, tenemos problemas. Hace pocas semanas se publicó un informe elaborado por un sector industrial en donde señalaba la complejidad del sistema tributario argentino y el peso que termina teniendo en el costo. Por allí podemos comenzar, para al mismo o casi el mismo nivel que el resto del mundo.
En los últimos días, también se implementaron cambios en el Sistema Antidumping, y muchos pensarán que esto tendrá consecuencias para la industria, que la dejará expuesta ante competencia desleal. Por el contrario, el sistema se mejoró para agilizar los procesos de manera tal que, si realmente se está produciendo un daño, se impida que continúe lo antes posible. Pero también buscan prevenir que se haga un mal uso de una herramienta destinada a evitar prácticas desleales.
Obviamente, que para muchos los argumentos antes expuestos serán insuficientes, ya sea por una visión económica diferente, por vocación filosófica, o bien creerán que no es el momento o que se está yendo muy rápido y que quizás se debería poner un pie en el freno. Pero la realidad es que según estadísticas del Banco Mundial desde 1971 a 2022, nuestro país es que el que ha pasado el mayor número de años con un crecimiento negativo del PBI. Muchos años, sin importar quién gobernaba, nuestra economía se cerró y el principal afectado ha sido el argentino.
La pregunta inicial era si la apertura comercial es una oportunidad o una amenaza, probablemente dependerá de cómo cada uno desee ver la situación. Lo que sí queda claro es que constituye un desafío al cual debemos enfrentarnos. En los últimos 20 años hemos hecho lo mismo y no nos llevó por buen camino, entonces ¿por qué no probar un camino diferente?
La autora es licenciada en comercio exterior y magister en finanzas