Acaba de terminar el primer mes del año electoral y el balance es al menos sugestivo, porque el foco está puesto en la Ciudad de Buenos Aires y no en la Provincia de Buenos Aires. Es decir: la mira de Olivos apunta al territorio que desde hace casi veinte años gobierna el PRO -espacio político que aún con enormes tensiones funciona como principal sostén legislativo del Gobierno- y coloca en segundo plano el distrito de mayor peso y, además, pieza central del armado kirchnerista. En esa línea se anotan las recientes movidas para fisurar las filas amarillas y hasta la última señal disciplinaria en la interna de LLA.
Asoma un dato central, fuera de las versiones que reducen todo a una competencia entre Javier Milei y Mauricio Macri por recelos y cuestiones personales. Parece claro que lo que está en discusión es el tipo de construcción política que imagina el círculo presidencial, más en términos de subordinación que de alianza, con el trasfondo sobre el ejercicio de poder concentrado. Todo, apenas disimulado por las necesidades legislativas que recrea el temario de sesiones extraordinarias, definido naturalmente por el Ejecutivo.
El Congreso expone precisamente la vuelta a las negociaciones del oficialismo con dialoguistas y aliados, como contracara de las tensiones que provocan los primeros pasos en función del calendario electoral. En la breve lista de prioridades que se impuso para volver a la actividad legislativa, la primera línea es ocupada por el proyecto para dejar de lado las PASO. Todo indica que, para coronar ese objetivo, el Gobierno aceptaría la suspensión de las primarias, en lugar de la eliminación, además de reducir la idea de “reforma política”.
Si todo marcha de ese modo, la semana que viene debería avanzar el tema en Diputados. Será interesante la posición que finalmente exponga el peronismo/kirchnerismo, primero en la Cámara baja y sobre todo en el Senado, de manera abierta o velada. La aprobación es un dato también mayor para la pulseada entre el macrismo y el oficialismo. Las decisiones, para todos, serán obra exclusiva de los escritorios políticos, sin chances de prueba para los votantes en espacios electorales que de algún modo son compartidos.
Pero ocurre que borrar del calendario a las PASO no significa que el tránsito será sin escalas a la elección de legisladores nacionales, en el caso porteño de diputados y senadores. Los comicios para renovar legislaturas locales corren por cuenta de los jefes políticos de cada distrito, es decir, pueden enojar o no al poder central, pero están fuera de su órbita.
Y esa fue la ficha que movió Jorge Macri, al anticipar el turno porteño. Terminó de instalar así a la Ciudad en el foco nacional cuando la especulación de una medida de esa naturaleza estaba asociada a la Provincia de Buenos Aires y, claro, a la disputa en el interior del kirchnerismo, con Axel Kicillof y la ex presidente enfrentados. Sigue siendo un interrogante mayor el desenlace, atado también a lo que ocurra en el Congreso para evitar las PASO nacionales.
La iniciativa del jefe de Gobierno de la Ciudad causó el impacto esperable en Olivos. Karina Milei y Santiago Caputo, cada uno a su manera, no tienen precisamente simpatía con Mauricio Macri o el macrismo, en sentido amplio. El malestar se acrecentó con la sugerencia de la candidatura del ex presidente y, después, con las especulaciones y contactos que aún de manera informal señalan la alternativa de un tejido alternativo al oficialismo y al kirchnerismo, si finalmente el PRO se rompe pero la marca queda fuera de un acompañamiento a LLA.
Será decisivo cómo juegue el fundador del PRO. La interna es compleja y marcada por incertidumbres. No se trata sólo de acordar o no, sino de las condiciones para un trato o de los riesgos de una apuesta independiente del Gobierno. Patricia Bullrich es la referencia máxima de la integración con el oficialismo. El punto es que no hay una única posición en sentido contrario y en ese clima pesan también los gobernadores del PRO y aliados, además del jefe de Gobierno porteño.
En ese variado cuadro, hay quienes demandan cerrar trato sin rodeos. Otros que rechazan un acuerdo. Y también, “tiempistas” que evalúan muy difícil un entendimiento con Olivos y, a la vez, creen que no hay que acelerar las definiciones y, sobre todo, no “regalar” el pretexto de una ruptura que termine operando como un costo político propio. Algunas de estas consideraciones circulan en las cercanías de jefes provinciales, como Rogelio Frigerio e Ignacio Torres, y de intendentes, en especial de Buenos Aires.
Con todo, el desenganche de las elecciones porteñas expuso una movida propia que salió de la lógica del trato o destrato con el ex presidente. La respuesta fue comenzar a dar señales de las fisuras y saltos a la LLA que puede sufrir el PRO, en la medida que Milei regule la disputa. En esa línea trabaja especialmente Karina Milei. Y opera directamente Bullrich.
Casi en simultáneo con la última reunión de la conducción del PRO, con el ex presidente a la cabeza, fue puesto en escena el pase al oficialismo nacional de tres legisladores porteños alineados con la ministra. Eso, fuera del impacto en la Legislatura que era descontado, fue representado como mensaje directo a Mauricio Macri.
Después, en la vereda oficialista se produjo un hecho que también tiene relación directa con la creciente tensión en la Ciudad. Con sello de Karina Milei, la LLA informó la expulsión de Ramiro Marra. Se desconoce que haya existido algún procedimiento interno para semejante resolución, pero la medida fue anticipada por versiones y tuiteros hablando de “traición” al Presidente. Es un dato que trasciende el caso de Marra.
Existe una especie de molde que se repite en la salida forzada de funcionarios, en la decisión de despachar al legislador porteño y en la relación sin retorno con Victoria Villarruel: el cuestionamiento o el castigo está asociado a lo que se considera falta de alineamiento disciplinado con el círculo más estrecho de Olivos. Y en buena medida, es posible advertir trazos similares en la relación con aliados.
También resulta significativo cómo el tema de la tensión con el PRO superó por mucho la disputa con el kirchnerismo, enfrascado en sus propias batallas domésticas, aunque en estas semanas con menos ruido. La pelea discursiva con CFK apenas anotó algún renglón por el discurso de Milei en Davos, casi en la antesala de la marcha convocada para este sábado. Y el tema de la inseguridad en el GBA apareció como carga limitada contra Axel Kicillof, recién en las últimas horas, por el conmocionante asesinato de un joven repartidor de pedidos en Moreno.
La prioridad, por ahora, es otra.