Este siglo nos ha traído muchos conceptos nuevos y, en algunos caso, contradictorios como es el caso del concepto ‘hot tepid’ que en español querría decir ‘caliente tibio’.
Aparentemente la magia de la internet atrae los polos opuestos y los fusiona hasta crear un concepto nuevo que burla toda racionalidad.
En política pareciera estar sucediendo algo similar. La era digital ha acercado tanto las realidades que se han borrado los linderos entre política interior y política internacional. Ahora solo existe una realidad: la de influir diariamente en las mentes de quienes nos siguen para contar todos los días con un rebaño seguro y palpable de incondicionales. Y esa realidad lleva a los jefes de Estado a realizar calistenias políticas capaces de hacer explotar las mentes de quienes hasta ahora se habían ocupado de codificar las reglas del comportamiento internacional como fue el caso de Sir Halford John Mackinder, George Kennan, Henry Kissinger, Gérard Chaliand y el Barón de Río Branco
Para comprender mejor este nuevo mundo basta con analizar el comportamiento de Donald Trump y Gustavo Petro en el encuentro sostenido al hilo del despliegue realizado por Estados Unidos en materia de deportaciones de extranjeros indocumentados. La administración Trump, respondiendo a una inquietud de buena parte del electorado americano en relación con la política de puertas rotativas en la frontera sostenida por la administración Biden, arremetió en sus primeras horas de mandato contra todo inmigrante que pudiera encontrar. Inicialmente se dijo que se trataba de la deportación express de personas acusadas de crímenes o juzgadas y encarceladas. Sin embargo, las redadas realizadas la semana pasada se llevaron a cabo en fábricas, plantaciones y otros sitios públicos. La secuencia fueron los vuelos de retorno de los indocumentados a sus países de origen. Y le tocó el turno a Colombia, cuyo jefe de Estado no goza de mucha popularidad por el momento al haber realizado una gestión desordenada y sin resultados positivos para los colombianos. Necesitaba entonces reconquistar el afecto de un pueblo que cada día lo ve más como el sucesor de Cacaseno que como un jefe de Estado. Y he aquí que la administración Trump le regaló el tan anhelado deseo de subir en el aprecio de sus conciudadanos. Desde luego que estamos hablando de lo que los encuestólogos denominan los estratos E y D, es decir, la población de menores ingresos, escasa educación y poca disponibilidad de tiempo para estar colgada de las redes sociales el día entero. El presidente Petro entonces decidió suspender el aterrizaje de los aviones militares que traían a los deportados esgrimiendo como argumento el mal trato que recibían al estar esposados y encadenados por los pies.
La respuesta de Trump no se hizo esperar. De inmediato amenazó con aranceles del 25% a la exportaciones colombianas con la promesa de llevarlos a 50% si el veto de Petro al transporte de deportados persistía. Se congelaron las visas a Estados Unidos y se estipularon sanciones a los oficiales del gobierno de Colombia. Petro ripostó diciendo que los deportados podrían venir pero con buen trato y procedió a enviar al avión que transporta a los jefes de estado de Colombia a recogerlos. Intervinieron entonces de un lado los empresarios que distribuyen vegetales en Estados Unidos espantados ante la perspectiva de no poder poner yuca, ñame y frijoles provenientes de Colombia en los automercados. Del lado colombiano intervinieron todos aquellos que conocen y desean regresar a Disneyworld, que tienen propiedades en Miami Beach y que pasan sus vacaciones en Estados Unidos. Ambas intervenciones realmente eran innecesarias porque ambos mandatarios no estaban haciendo política exterior sino política doméstica. Y ambos anotaron goles. Y el partido quedó empatado.
Trump pudo probar a sus seguidores que favorece el orden en las fronteras y que su gobierno va a ser capaz de deportar hasta a Tío Conejo, y Petro les dijo a sus seguidores que no permitiría vejámenes a los colombianos más humildes. Y según las encuestas que he visto, Trump logró subir aún más su dilatada popularidad actual en 5 puntos porcentuales. Petro elevó la suya 7. Porque recordemos que en América Latina los que van a Disneyworld son la minoría mientras que los que toman en camino de la migración son la mayoría. Y así ha sido desde hace 500 años.