Thomas Sowell: un ejemplo del espíritu libre

Economista, escritor y académico, dejó una huella indeleble en el pensamiento contemporáneo con una obra centrada en la defensa de la libertad individual frente al estatismo. Sus críticas al marxismo y sus aportes sobre educación, economía y políticas públicas lo convirtieron en un referente global

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Thomas Sowell:
Thomas Sowell:

Me refiero en esta oportunidad a uno de los bastiones más sobresalientes en la lucha dirigida a la explicación y difusión de los valores de la sociedad abierta (para recurrir a una expresión popperiana). Ha sido la estrella en el firmamento intelectual durante décadas. Ha recibido innumerables distinciones, premios y reconocimientos de entidades internacionales y se han escrito volúmenes con ensayos de colegas en su honor. Sus entrevistas televisivas, conferencias, clases, libros y artículos son proverbiales, involucrado en temas estrechamente vinculados con lo que viene ocurriendo en su país, Estados Unidos. Como señaló mi amigo Ed Feulner en el Washington Times, en 2017 Thomas Sowell dejó de publicar, tiene ahora 94 años. Se graduó en economía en Harvard, completó su maestría en Columbia y se doctoró en Chicago. Era miembro destacado de Hoover Institution y dictó clases regulares en Cornell y en UCLA, y efectuó presentaciones sobre muy variados asuntos en las más prestigiosas tribunas.

Lo conocí en 1980 en la Universidad de Stanford a partir de lo cual hemos mantenido contacto por la vía epistolar y también intercambiamos de modo presencial en algunas reuniones de la Mont Pelerin Society donde he sido dos veces miembro del Consejo Directivo. Ahora con mi hijo Bertie estamos escribiendo un libro en coautoría en forma de diálogo titulado Presente y futuro del liberalismo donde incluimos un tributo a este académico que tanto ha descollado en el mundo de las ideas.

En su juventud Sowell fue un marxista activo y formó parte de los Black Panthers hasta que se desilusionó de esa postura disolvente para abrazar de lleno las ideas de la libertad, peripecias que relata en detalle en su autobiografía A Personal Odyssey (New York, The Free Press, 2000) donde muestra cómo muchas cátedras están decididamente influidas por ideas estatistas a veces disimuladas con presentaciones matemáticas que considera irrelevantes para el conocimiento de la economía (tal vez el autor más claro y contundente respecto al herramental matemático sea Ludwig von Mises en su célebre tratado de economía). En aquella autobiografía -aunque Sowell advierte en su prefacio que son más bien memorias selectivas- escribe que con el tiempo comenzó a modificar su pensamiento influido por escritos de Benjamin Roggie, Friedrich Hayek y George Stigler pero el golpe de gracia fue cuando lo contrataron en el Departamento de Asuntos Laborales en Washington DC donde se percató de fraudes colosales como la implementación del salario mínimo que genera desempleo que a veces se disfraza a través del engaño de la inflación monetaria que contrae salarios en términos reales con adornos nominales.

Thomas Sowell
Thomas Sowell

A los efectos de calibrar la fenomenal obra de este personaje, a continuación apunto telegráficamente algunas de lo que he podido captar de sus múltiples lecciones y solo menciono media docena adicional de sus libros: Knowledge and Decisions (New York, Basic Books, 1980), Inside American Education. The Decline, The Deception, The Dogmas (New York, The Free Press, 1993), Marxism. Philosophy and Economics (New York, William Morrow & Co., 1985), Race and Culture. A Word View (New York, Basic Books, 1994), The Quest for Cosmic Justice (New York, The Free Press, 1999) y Wealth, Poverty and Politics (New York, Basic Books, 2016), aunque dada su colosal producción indefectiblemente mi racconto resultará incompleto en una nota periodística pero estimo dará una idea aproximada de la profundidad de su pensamiento y la sofisticación de su análisis.

Manos a la obra. Se refiere a la arrogancia de planificadores estatales que inexorablemente operan en dirección distinta de la que hubieran decidido las personas libremente y sostiene que no se trata de almacenar datos en potentes computadoras con la idea de contar con suficientes elementos de juicio pues lo relevante son las apreciaciones subjetivas de la gente que no es posible conocerlas antes de haber llevado a cabo el correspondiente acto. Concluye que sólo en libertad pueden maximizarse resultados.

Mantiene que en sistemas abiertos sin interferencia de burócratas la cooperación social es la más adecuada a los intereses de los gobernados y que el conocimiento es fruto de corroboraciones provisorias sujetas a refutaciones en un contexto evolutivo que no tiene término en la búsqueda de nuevos paradigmas, todo lo cual se degrada cuando los gobernantes se entrometen en las decisiones de particulares que no lesionan derechos de terceros.

Enfatiza que los temas monetarios, laborales y en general de comercio interno y externo deben ser el resultado de convenios libres entre partes y que los alegatos en dirección contraria se decretan con hipocresía alegando que son para proteger a los más débiles y necesitados cuando indefectiblemente una y otra vez se los condena a la pobreza y a la marginación.

Se detiene a refutar a los agoreros que insisten en que el problema medular reside en la sobrepoblación en línea con el paradigma maltusiano luego recitado por voceros del Club de Roma. En este sentido, el autor indica que toda la población del planeta ubicada en el estado de Texas dividida por cuatro para obtener la familia tipo da como resultado que cada uno contaría con 640 metros cuadrados que es lo que se estima razonable para cada una de esas familias en países considerados desarrollados y que Calcuta y Manhattan cuentan con la misma densidad poblacional para concluir que el tema es de marcos institucionales civilizados y no un asunto numérico de habitantes. Del mismo modo se refiere a la intrascendencia de los recursos naturales (el continente africano contiene los mayores recursos naturales del planeta y sin embargo en la mayoría de sus países sus pobladores revelan una pobreza estremecedora, mientras que Japón es un cascote habitable solo en un veinte por ciento).

Se pronuncia sobre la irrelevancia de la desigualdad de rentas y patrimonios en una sociedad libre ya que es el resultado de las decisiones de la gente con sus compras y abstenciones de comprar. Escribe que el igualitarismo destruye incentivos para atender las demandas y necesidades del prójimo y prostituye en sistema de precios como señales fundamentales en el mercado para saber dónde invertir y donde no hacerlo.

Marca el desconcepto de la llamada “igualdad de oportunidades” que contradice la igualdad ante la ley ya que cada uno tiene distintas oportunidades en diferentes emprendimientos debido a desiguales talentos, fuerza física y vocaciones, lo importante es que todos tengan mayores –no iguales- oportunidades y eso se logra con libertad y no con estatismos de diversos colores que incluyen ideas atrabiliarias y contraproducentes como la denominada “justicia social” que en verdad se traduce en la mayor de las injusticias al arrancar el fruto del trabajo ajeno.

Muestra que en definitiva la idea de “raza” es una sandez al estilo de lo que explica el genetista de Oxford y Princeton Spencer Wells en cuanto a que todos los humanos provenimos de África y las diferencias físicas son consecuencia de la instalación en diversos lugares con distintos climas, de allí que los asesinos nazis debieron tatuar y rapar a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios. En los humanos solo hay cuatro grupos sanguíneos distribuidos en la población mundial.

Acude a largas disquisiciones para apuntar que los musulmanes son una religión de paz y concordia y coincide con autores como Gary Becker y Guy Sorman que señalan que el Corán es el libro de los hombres de negocios por su respeto a la propiedad y a los contratos. Ese libro reza que el que asesina a un hombre ha asesinado a la humanidad. En esta línea recuerda que los musulmanes estuvieron ocho siglos en España donde el progreso fue notable en agricultura, arquitectura, gastronomía, música, derecho, filosofía, economía y ante todo fueron del todo tolerantes con cristianos y judíos. Tal como ha destacado José Levy el inaudito bautismo de “terrorismo islámico” oculta un grupo de criminales que nada tienen que ven con la religión. Es como se ha dicho, por las mismas razones es inaceptable que a los miembros del ETA en España o del IRA en Irlanda se los conozca como “terroristas cristianos”.

Se ocupa y preocupa por el aparato estatal metido en educación con la consiguiente politización y adoctrinamiento en cuyo contexto ofrece ejemplos aterradores de lo que viene ocurriendo en Estados Unidos bajo la égida de la Secretaría de Educación (nunca hubo ministerio de ese ramo, la secretaría fue implantada por Carter que Reagan intentó abrogar sin éxito). Subraya la trascendencia de la competencia en materia educativa ya que se encuentra inmersa en un proceso evolutivo de prueba y error para lo cual la referida apertura en estructuras curriculares constituye garantía del mayor grado de excelencia académica posible. Por otro lado sostiene que “la salud pública está muy enferma” y hay que abrir paso a la medicina privada junto a los formidables emprendimientos filantrópicos que surgen una y otra vez cuando se respira libertad (un contrafáctico es Cuba y esquemas similares donde no hay espacio para lo privado y faltan medicamentos elementales en un contexto de crecientes muertes por padecimientos varios sin curar donde solo hay atención para ciertos burócratas e invitados especiales del régimen con estructuras importadas al efecto).

Advierte de los peligros del nacionalismo con su mal denominado proteccionismo que desprotege a todos excepto a pseudo empresarios aliados al poder de turno en un contexto del antiguo y dañino mercantilismo y su siempre presente xenofobia que convierte en todo más caro y de peor calidad como consecuencia del bloqueo de arreglos contractuales entre personas alojadas en diversas partes del mundo. En esta línea argumental no se toman las fronteras simplemente para descentralizar el poder sino como vallas infranqueables que producen tensiones bélicas y confrontaciones del todo improcedentes.

En lo que atañe al marxismo Sowell desmenuza en detalle las falacias de esta tradición pero en esta oportunidad encontramos espacio para referirnos a dos aspectos cruciales. En primer lugar, el determinismo explícito en los trabajos de Karl Marx desde su tesis doctoral. Como hemos escrito antes sobre este tópico, la condición humana se concreta en el cerebro material y en la interacción con los estados de conciencia, mente o psique. Si fuéramos solo kilos de protoplasma nuestros dichos y hechos serían consecuencia de los nexos causales inherentes en la carne y el hueso por lo que desaparecería tal cosa como el libre albedrío y por tanto la libertad se convertiría en mera ficción. Merced a los estados de conciencia, mente o psique tenemos ideas autogeneradas, podemos revisar nuestros propios juicios, hay proposiciones verdaderas y falsas, tiene sentido la responsabilidad individual, la moral y, como hemos consignado, la misma libertad que es atributo exclusivo de la especie humana entre todas las conocidas hasta el momento. Este tema lo han desarrollado también muchos otros autores pero se destacan el antes aludido filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en neurofisiología John Eccles en trabajos separados y en coautoría.

El segundo punto del marxismo es referente a la propiedad que como es sabido en el Manifiesto Comunista de 1848 Marx y Engles declaran que toda sus propuestas pueden resumirse en la abolición de la propiedad privada. Sowell , siguiendo las enseñanzas de Ludwig von Mises, explica que sin propiedad no hay precios ya que éstos significa transacciones de derechos de propiedad y consecuentemente sin esos indicadores no es posible la contabilidad, la evaluación de proyectos y en general el cálculo económico. Y debe tenerse en cuenta que sin llegar a la abolición de esa institución que permite asignar los siempre escasos recursos a tareas prioritarias según el criterio de la gente, en la medida en que se debilita esa institución central en esa misma medida se derrochan factores productivos con lo que los ingresos se deterioran.

Este es un apretado resumen de algunas de las contribuciones de esta titán de la academia que como sus colegas en la misma línea de pensamiento permiten correr el eje del debate en pos de la libertad, esto es el respeto recíproco en cuyo contexto cada cual procede como le plazca siempre y cuando lo interfiera con derechos de terceros, en este último caso es el único donde se justifica el uso de la fuerza que siempre es defensiva evitando recurrir a la expresión “sociedad” atada a la acción como si se tratara de un humano que según Sowell y otros como el mencionado Hayek y José Ortega y Gasset evade al individuo para zambullirse en un grosero antropomorfismo como si un grupo pudiera actuar, esto es, preferir y optar entre diversos medios alternativos para la consecución de fines preferidos.

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