Milei, lejos del liberalismo y en versión conservadora extrema

El Presidente utilizó el cierre de su viaje internacional para un discurso político ante un foro económico. Y en ese terreno, profundizó posiciones de dureza en temas como la diversidad de género. Un contrapunto entre visiones populistas y un interrogante para la campaña electoral

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Javier Milei, en el Foro
Javier Milei, en el Foro de Davos. Escenario económico y discurso político

Nadie que analice en profundidad el tema del abuso de chicos y adolescentes desconoce que la mayoría de los casos denunciados se produce en ámbitos intrafamiliares. Pero a nadie se le ocurre interpretar ese registro en términos de causa y consecuencia, es decir, nadie sensatamente diría que la estructura social de las familias -mayormente formadas por parejas heterosexuales- es en sí misma la causa de semejante atrocidad. Sin embargo, Javier Milei acaba de destacar la historia conmocionante de una pareja homosexual que sometía a dos hijos adoptivos, en Estados Unidos, a modo de ejemplo, para embestir contra lo que definió como “versiones extremas” de la “ideología de género”. Sonó como lo que es: una generalización implícita como forma de condena.

Milei remató esta semana su gira internacional más trascendente con su participación en el Foro de Davos. Una consideración sobre ese cierre podría limitarse a plantear si no malgastó su presencia ante un escenario económico mundial con un discurso político/ideológico. Pero el contenido y el tono del mensaje entran en contradicción directa con la asimilación a posiciones liberales y, por supuesto, a la difundida marca libertaria, si se la considera como expresión máxima de las libertades individuales.

Todo el discurso estuvo marcado por definiciones sobre lo que es etiquetado como nueva derecha global. En rigor, un populismo conservador que, en el caso local, juega como contracara del populismo arropado como progresista. También, y sobre todo, en esta materia de género. Se trata de una especie de choque entre distorsiones dogmáticas. Antes, eran algo así como gendarmes ideológicos que descalificaban a los críticos como nazis; ahora, tuiteros organizados que hacen lo mismo pero acusando con el rótulo de zurdos. Más el agregado, siempre inquietante -en los dos casos- del impacto potencial del discurso o la narrativa desde el poder político.

En Davos, Milei sostuvo el objetivo de frenar el avance del Estado en terrenos que no le corresponderían, individuales, mediante “la apropiación y distorsión de causas nobles”. Esa última es una categoría que naturalmente incluirían cuestiones como la igualdad de derechos o la protección de niños, niñas y adolescentes, según la definición formal, y la condena a distintas formas de discriminación.

Importan, entonces, el discurso público y los trascendidos como movida para tratar de imponer la agenda pública. Las versiones difundidas desde el Gobierno apenas pasada la presentación del Presidente en Davos hablan de la intención -imprecisa- de promover proyectos para eliminar normas basadas en la discriminación positiva o acciones afirmativas. Existen en ese renglón temas controversiales, según diferentes miradas jurídicas e ideológicas. Se verá cuando lleguen los textos al Congreso, si finalmente son impulsados.

Por lo pronto, llamativa fue además una declaración de Guillermo Francos a raíz del discurso presidencial en el Foro Económico Mundial. El jefe de Gabinete dijo, al referirse a la homosexualidad y a las políticas de “identidad de género”, que el Estado no debería jugar ningún papel en ese terreno. Pero de hecho, fijó posición desde el máximo nivel de gestión: “De las puertas de casa para adentro, cada uno puede hacer lo que parezca”, dijo.

Guillermo Francos, jefe de Gabinete,
Guillermo Francos, jefe de Gabinete, en su última presentación ante el Senado

El lugar del Estado hace a una discusión que no debería ser planteada en blanco y negro. Y la cuestión del abuso de chicos expuesta de hecho por Milei lo deja al descubierto. Se trata de advertir la línea que une la complejidad de la detección de los casos, el tratamiento y protección de las víctimas, y la Justicia. Y eso demanda políticas públicas -por ejemplo, la preparación de docentes y especialistas para advertir situaciones traumáticas-, además del seguimiento y recolección de datos -está claro que existe un subregistro de casos- para actualizar y mejorar esas políticas. Por supuesto, eso nada tiene que ver con fanatismos ideológicos de cualquier tipo.

Parece claro precisamente que las concepciones extremas, sectarias, están vinculadas de manera casi directa con uno de los rasgos fundamentales de los populismos, que es el ejercicio para imponer la lógica amigo/enemigo como divisoria de aguas en todos los terrenos. Eso mismo se traduce en la descalificación generalizada de políticas, sin análisis profundo o, al menos, sin importar las consecuencias. Desarmar planes o sobredimensionar estructuras -en los dos casos, por supuestos ideológicos- asoma de hecho como recurso de batalla. Todo lejano a acuerdos básicos para políticas de Estado en áreas especialmente sensibles.

Las otras pinceladas del discurso de Milei remiten a la intención de celebrar la extensión de un frente internacional de derecha dura, fortalecido sin dudas por el inicio de la segunda etapa de Donald Trump. Con todo, existen en este punto diferencias de diferente tipo en el conjunto mencionado por el Presidente en Davos, y especialmente en materia económica si el foco se coloca en la nueva administración de Washington.

Milei destacó en su recuento de líderes políticos no sólo y en primer lugar a Trump, sino además a figuras como Giorgia Meloni y Viktor Orbán. La jefa de ministros de Italia y el primer ministro de Hungría tienen posiciones diferentes en torno de un tema mayor en la agenda internacional y particularmente para Europa: la guerra desatada por Rusia contra Ucrania. Meloni renovó su apoyo a Kiev mientras que Orbán viene escalando en estos días su cuestionamiento a las sanciones de la UE contra Moscú.

Está claro el impulso incluso simbólico de la asunción de Trump para la gestión de Milei, con la expectativa inicial puesta en la acelerada negociación con el FMI. Menos lineales son las consideraciones generales atadas a la mirada económica y geopolítica, en primer lugar por una cuestión de escala. En todo caso, la sintonía puede ser advertida en la concepción sobre el ejercicio de poder, aunque también en ese terreno evitando simplificaciones.

Para el frente interno, importa la traducción del mensaje presidencial, de difícil recorrido si avanza con proyectos de ley y de inquietante impacto social. Se verá, además, su lugar en el año electoral que recién comienza.

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